Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
El apóstol Felipe en otros apócrifos Unos Hechos tan extensos y minuciosos como los de Felipe, que analizábamos en los días anteriores, son el mejor argumento de la importancia que tuvieron las tradiciones sobre su persona y su ministerio. Sin embargo, no son los únicos apócrifos que hablan de esas tradiciones. Existen otros apócrifos en los que Felipe desempeña particular protagonismo, unas veces como epónimo, otras como personaje aludido y actor en manifestaciones o revelaciones. El Evangelio gnóstico según Felipe El Evangelio según Felipe es posiblemente el más conocido, sobre todo, después de las menciones que hace de él la novela El Código da Vinci. Como es habitual en las obras de origen gnóstico, traducidas al copto, el final expresa siempre su carácter, que en este caso dice El evangelio según Felipe. Puede verse su texto en traducción de F. Bermejo en Todos los evangelios (canónicos y apócrifos), editados por A. Piñero, pp. 489-505. A pesar de su título de evangelio, no responde ni al criterio de los evangelios narrativos del Nuevo Testamento ni al de dichos o logia del evangelio gnóstico de Tomás. La obra surgió en algún lugar de la iglesia oriental en un tiempo que va desde la mitad del siglo II a la del siglo III. La devoción al apóstol Felipe había ya logrado una notable extensión en la piedad cristiana. Es, en expresión de F. Bermejo, “un conjunto de meditaciones teológicas expresadas en diversas formas literarias”. La atribución indudable a Felipe se debe al hecho de que es el único personaje mencionado como autor de una de las reflexiones del texto. En consecuencia, y según la costumbre de los escritos coptos, las palabras finales de este evangelio subrayan el dato. El versículo 91, cuyo texto ofrezco, es el mejor modo de entender el estilo y talante de este evangelio: “El apóstol Felipe dijo: «José el carpintero plantó un jardín porque necesitaba maderas para su oficio. Fue él quien hizo la cruz de los árboles que había plantado. Y su semilla colgó de lo que había plantado. Su semilla era Jesús, mientras que lo plantado era la cruz»”. Felipe en la Sabiduría de Jesucristo Este apócrifo gnóstico se ha conservado en el códice III de la Biblioteca de Nag Hammadi y es una obra de finales del siglo III, traducida del griego original al copto en la primera parte del siglo IV. El título aparece en las primeras palabras del documento así como en el final. El libro está estructurado en forma de consultas que distintos apóstoles plantean al Salvador sobre la cima de un monte de Galilea, llamado “lugar de cosecha y alegría”. El Señor se les apareció como un gran ángel de luz. Sonriente, les preguntó en qué estaban pensando. El primero en responder fue precisamente Felipe: “Nos preocupamos acerca del fundamento del Todo y de la dispensación o economía”. Traducción de F. García Bazán en el citado libro de Todos los evangelios, pp. 506-516. El autor trata de oponer la sabiduría de los filósofos a la palabra del Salvador. Respondiendo a una consulta de Mateo, el Salvador se autodefine como eterno, ilimitado, incorruptible, inmutable, incognoscible, perfecto sin deficiencias y Padre del Todo. Felipe volvió a preguntar: “¿Cómo se ha revelado a los perfectos?” El perfecto Salvador le respondió en un lenguaje gnóstico diciendo que era “Intelecto y Pensamiento, Discernimiento, Intención, Proyecto y Potencia”. Carta de Pedro a Felipe Felipe es aquí el presunto destinatario de una carta de Pedro, aunque el documento solamente tiene de carta el principio, pero es más bien “una mezcla de géneros literarios” en opinión de A. Piñero, que es el traductor del documento en su edición de Todos los evangelios, pp. 516-520. De acuerdo con el género epistolar, después del título de la obra Carta de Pedro enviada a Felipe, aparecen los elementos esenciales en los títulos de las cartas: “Pedro, apóstol de Jesús el Cristo, a Felipe, nuestro amado hermano y nuestro compañero en el apostolado y a los hermanos que están contigo: salud”. Son mencionados el emisor y el destinatario. Luego viene el cuerpo de la carta que no es otro que recordar a Felipe el mandato de Jesús sobre la misión y la invitación para que se reúna con los otros apóstoles. Cuando Felipe recibió esta carta y la leyó, acudió con alegría y gozo a donde se encontraba Pedro, que convocó a los demás apóstoles y subió con ellos al monte de los Olivos. Las plegarias, las súplicas y las advocaciones giran sobre el tema de la luz. Una luz que apareció luego seguida de una voz: “Yo soy Jesús”. La luz prometía convertir a los apóstoles en iluminadores. Pedro fue el portavoz del grupo y pidió para todos el “espíritu de conocimiento”. Y en efecto, quedaron todos llenos del Espíritu Santo y marcharon para predicar al Señor Jesús. (Reunión de Jesús con sus Apóstoles) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 2 de Abril 2012
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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