CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Vida de san Mateo, apóstol y evangelista según el MartMt
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Narración de los sucesos del Martirio

Aparición del niño a Mateo

El apócrifo comienza con el encuentro de Jesús en la forma de un niño con Mateo, que estaba orando solo en la cima de un monte. Se saludan ambos deseándose la paz. Parece que Mateo no conoce que el niño es Jesús, pero sabe que viene del cielo. Lamenta no poder ofrecerle ni un poco de pan ni una gota de aceite en un lugar tan desierto. El niño replica con una reflexión teórica que puede resumirse en una de las solemnes definiciones de su personalidad: “El paraíso soy yo” (c. 2,1). Pero se autopresenta con otras facetas como la corona de las vírgenes, el cimiento de la Iglesia o el rey de la jerarquía.

Gozoso por la visión del niño, comenta Mateo que ya lo conoce por haberlo visto en el paraíso entre los inocentes muertos en Belén por obra de Herodes. Y a propósito, le pregunta sobre el destino de Herodes, el criminal de los Inocentes, el que mató a tres mil niños con la intención de acabar con el niño Jesús, que es más antiguo que todos los siglos. El niño le entrega un bastón con la recomendación de que lo siembre delante de la puerta de la iglesia que fundó en compañía de Andrés. El bastón crecerá inmediatamente convirtiéndose en un árbol alto, frondoso y fructífero.

Aquel árbol, sus frutos y el agua de su fuente servirían para que los antropófagos cambiaran sus costumbres y se hicieran civilizados. Acabarían aceptando la fe predicada por Mateo, creerían en Jesús y darían gloria al Padre que está en los cielos. En efecto, se vistieron también adecuadamente y se alimentaron como los demás hombres haciendo uso del fuego para preparar los alimentos. En una palabra, los antropófagos se habían convertido en personas civilizadas-

El niño, por su parte, regresó al cielo dejando el bastón en manos de Mateo, que bajó de la montaña para poner en práctica las recomendaciones del niño. Cuando estaba ya cerca de la ciudad, le salieron al encuentro Fulbana, esposa del rey, su hijo Fulbano y la esposa de éste último de nombre Erba, poseídos los tres por un espíritu inmundo. Prorrumpieron en gritos protestando por la presencia de Mateo, que provocaría su ruina si plantaba el bastón que le había entregado el niño Jesús. Le amenazaban con levantar al rey contra él por el cambio imprevisto de los antropófagos. Pero Mateo impuso las manos a los tres posesos y expulsó a los demonios con lo que los familiares del rey quedaron liberados (c. 5).

La vara convertida en árbol frondoso

Cuando se enteró el obispo Platón de que llegaba Mateo, salió a su encuentro con todo el clero, se postraron delante de él y le besaron los pies. Con Mateo venía el niño. Al llegar a la puerta de la iglesia, subió sobre una piedra y dirigió a todos una larga alocución. La exhortación de Mateo estaba basada en el “antes” y el “ahora” de aquellos hombres que antes creían en multitud de dioses, y ahora en un solo Dios con todas sus consecuencias. Les mostró el bastón, que se iba a convertir en un árbol frondoso de suaves olores y mejores sabores. Brotaría un agradable perfume de sus ramas, en las que se enredaría una vid llena de racimos. De su cima fluiría dulcísima miel, mientras que de sus raíces brotaría una fuente inmensa que albergaría toda clase de animales acuáticos y regaría generosamente las tierras de alrededor (c. 6,3).

Hundió entonces Mateo el bastón, que se convirtió inmediatamente en un árbol alto y frondoso de acuerdo con los presagios pronunciados por el niño hermoso. Los habitantes de la ciudad comieron del fruto del árbol, bebieron del agua de la fuente, se lavaron en ella y quedaron convertidos en hombres normales. Entraron luego en la iglesia, adoraron y glorificaron a Dios. Se dieron cuenta de que estaban desnudos y salieron corriendo a sus casas para cubrir su desnudez, porque sentían vergüenza (c. 7,2).

Mateo y el obispo Platón permanecieron toda la noche orando en la iglesia en compañía de la mujer del rey, su hijo y la mujer de su hijo, que pidieron al apóstol que les diera el sello de Cristo. El obispo Platón los bautizó en la fuente que brotaba del árbol. Entró después con ellos en la iglesia y les administró la eucaristía. Muchos fieles pasaron la noche cantando himnos y glorificando a Dios. Cuando llegó la aurora, fueron Mateo y el obispo Platón al lugar donde estaba plantada la vara, y quedaron admirados al contemplar el árbol hermoso que allí había crecido, semejante a los árboles del paraíso. Todos acudían a comer de sus frutos y a beber del agua de la fuente.

(San Mateo9 escribe su evangelio bajo inspiración)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Lunes, 30 de Abril 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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