Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Un nuevo apóstol en la literatura apócrifa Entre los Hechos Apócrifos de los Apóstoles incluyo los sucesos que la tradición transmite acerca de san Bernabé. Este abogado y amigo de Pablo no forma parte del grupo de los Doce, pero recibe en este apócrifo el título persistente de “Apóstol”. No figura, por tanto, entre las listas de los doce elegidos, instruidos y enviados por Jesús. Sin embargo, su presencia en la historia de los orígenes cristianos justifica la importancia que le ha concedido la hagiografía. Los textos bíblicos que hacen mención de su persona le dan sin restricciones el calificativo de apóstol. Así lo entendieron los escritores eclesiásticos que hablaron de su persona y su labor ministerial. Los Hechos canónicos de Lucas lo consideran y mencionan como apóstol en el mismo contexto que a Pablo (Hch 14,4.14). Es el primero que es mencionado entre los profetas y doctores de la Iglesia de Antioquía (Hch 13,1). Su prestigio quedó sancionado por el mismo Espíritu Santo que recomendó su elección al lado de Pablo para la obra de la evangelización (Hch 13,2). Bernabé fue precisamente el designado para ir a Tarso em busca de Pablo y llevarlo a Antioquía. Bernabé y Pablo formaron luego un dúo de evangelizadores íntimamente relacionados y unidos según las noticias transmitidas por los Hechos canónicos de los Apóstoles. Así lo consideraba Pablo en su carta a los gálatas (Gál 2,1.9.13), y es el dato que ha pasado a la tradición. El historiador Eusebio de Cesarea, lo menciona repetidas veces, siempre en compañía de Pablo (H. E., I 12,1; II 3,3; 8,2; 11,2.) Esa unión con Pablo, que parecía inquebrantable, se quebró por el amargo incidente surgido acerca de la oportunidad de llevar o no llevar a Juan Marcos a las tareas de la predicación del Evangelio. Pablo pensaba que no debían llevarlo porque durante el primer viaje había abandonado la obra en Perge de Panfilia para regresar a Jerusalén (Hch 13,13). Bernabé, primo hermano (anepsiós) de Marcos, quería de todos modos que fuera con ellos (Hch 15,37). En el ánimo de Bernabé pesaban sin duda razones de parentesco. Pero los textos bíblicos dan un testimonio positivo de la calidad humana de Bernabé como de un hombre digno de toda confianza, bueno y generoso. Fue elegido por los cristianos de Antioquía para misiones particularmente delicadas, como fue la que siguió al llamado Concilio de Jerusalén (Hch 15). En el contexto sobre la vida en común de los fieles, cuentan los Hechos que “José, llamado por los apóstoles Bernabé, que quiere decir «hijo de la consolación», levita, chipriota de nacimiento, poseía un campo, lo vendió, llevó su precio y lo depositó a los pies de los apóstoles” (Hch 4,36-37). Por sus datos de identidad conocemos detalles de la dimensión de su espíritu de caridad. Tres rasgos son suficientes para el autor de los Hechos canónicos para definir el perfil humano y espiritual de Bernabé: “Era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe” (Hch 11,24). Este apócrifo narra con honradez la actitud inflexible de Pablo en el mencionado asunto de Juan Marcos. Respondió Bernabé con un alegato lleno de caridad y sensatez. Porque “la gracia de Dios no abandona al que una vez ha estado al servicio del Evangelio y ha venido en nuestra compañía” (c. 8,3). Un aspecto literario de este apócrifo es la ficción que lo hace una obra de un presunto testigo de vista de los sucesos narrados. Un “nosotros” persistente da a la narración el estremecimiento propio del riguroso directo, un “nosotros” que lleva la firma precisa y solemne del responsable: “Yo, Juan”. Un testigo que toma la decisión de contar lo que ha visto y oído (c. 2,1). El autor no habla, pues, de testimonios ajenos, sino que es presuntamente testigo de primera mano. Se trata, obviamente de Juan Marcos, pariente del protagonista epónimo de este relato. (Foto de la imagen de san Bernabé) Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 11 de Junio 2012
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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