NotasHoy escribe Antonio Piñero • Estoy profundamente de acuerdo con Guijarro en que Clemente de Alejandría ofrece la pista certera para entender el propósito del Evangelio de Juan. He aquí el texto: “Juan, el último [de los evangelistas], viendo que en los [otros] evangelios se mostraba [sólo la interpretación] corpórea de Jesús, impulsado por algunos conocidos e inspirado por el Espíritu [Santo], compuso un evangelio espiritual” (citado por Eusebio en su Historia Eclesiástica VI 14,7) Desde hace muchos años vengo defendiendo esta interpretación por escrito. • Disiento de Guijarro, también profundamente en la interpretación del Evangelio. El Evangelio de Juan no completa la concepción de Jesús expandida por los Sinópticos, sino que la corrige profundamente y la sustituye. No completa, sino que la enmienda y la cambia. El cuarto Evangelio muestra claramente en toda su tesitura que su contenido pretende superar el punto de vista anterior sobre Jesús y se presenta como una interpretación profunda y normativa de Jesús. No es un ”plus” añadido, sino algo diferente, pues la naturaleza de Jesús presentada por “Juan” es diferente, ya que su esencia es diferente. ¿Qué “corrige” o añade Juan al Jesús de los evangelios sinópticos, gracias a su superior sabiduría? Las ideas más importantes son: 1. En Jesús se ha encarnado un ser preexistente (1,1). Jesús no pertenece al ámbito de lo divino desde su bautismo (Evangelio de Marcos), o desde su muerte y resurrección (discurso de Pedro en Hch 2), ni tampoco desde su nacimiento (Evangelios de Lucas y Mateo), sino antes, desde toda la eternidad. Jesús es el Logos de Dios, es el Hijo esencial y óntico, incluso antes de su concepción maravillosa (mateo y Lucas). Por ello Juan no necesita presentar anunciación ninguna, ni virginidad de María. El proceso de presentación del Logos en el mundo es diferente: por encarnación en un ser humano, con todas sus consecuencias. Implícitamente, por tanto, concebido como otro ser humano, pero se sobreentiende con una naturaleza humana, en cuanto humana, perfecta. Para un cristiano johánico, Jesús en cuanto ser humano sería –expresado en lenguaje vulgar de hoy como la cápsula de la divinidad. 2. Hay unidad sustancial entre el Padre y el Hijo: “El Padre y yo somos una sola cosa” (10,30; 17,22). El Cuarto Evangelio no presenta aún una doctrina clara de la Trinidad tal como se expresará en siglos posteriores (véase p. ej., la afirmación de Jesús en 10,29: el Padre es más que todos, incluido el mismo Jesús; algo parecido en 3,35), pero pone los fundamentos al distinguir en la divinidad entre Padre e Hijo y un Espíritu transmitido por ellos. No queda claro aún qué es exactamente el Espíritu. Sí que procede del Padre (15,26), que es una fuerza iluminadora y ayudadora enviada por el Padre (14,26), o por el Hijo mismo (15,26), o por los dos (14,26: “en nombre del Hijo”). 3. El ser divino preexistente se encarna (1,14), es enviado por el Padre al mundo (3,17; 17,3, etc.; la idea de envío aparece 37 veces en el EvJn), revela por medio de sus palabras (7,16; 17,8, etc.) y retorna al cielo, de donde procede (6,62; 16,5, etc.). 4. La revelación que trae Jesús no consta de simples conocimientos, sino que toda la existencia misma de la persona y la realidad de aquél es revelación. El que acepta a Jesús, y tiene fe en él como Enviado, se salva. Como Lucas, el autor del Cuarto Evangelio no cree necesario insistir demasiado en el efecto salvador del sacrificio expiatorio en la cruz. Los ojos de la fe ven en este episodio, una humillación aparente, el momento supremo de la exaltación, de la glorificación, a partir de la cual la gloria del Enviado se hace evidente. 5. Jesús no es sólo rabino, profeta, mesías, Elías, hacedor de milagros, sanador, sabio experto en la Ley, etc., como dicen los Sinópticos, sino ante todo Luz, Camino, Verdad, Vida, Pastor, Revelador. Ese Revelador inhabita dentro del que cree en él. La cruz y la resurrección ceden en importancia ante la autorrevelación de Jesús. 6. No hay que esperar a la muerte, a la resurrección y al juicio final para completar el ciclo de la salvación. El que cree experimenta la salvación y la resurrección ya en este mundo (3,18.36). El que no cree está ya condenado, antes de morir (5,24s). La “escatología de presente” es la conclusión lógica de la cristología johánica: la “hora” de Jesús ha venido ya (12,23); el Diablo ha sido derrotado ya (12,31; 16,11); Cristo ha vencido ya al mundo (14,30: 16,33). Esta escatología realizada es una superación del problema del retraso de la parusía. Puede aparecer como una novedad del Cuarto Evangelio, pero no lo es en realidad: ya en la doctrina de los esenios de Qumrán se enseñaba que los “hijos de la luz” estaban ya salvados, que los ángeles vivían en medio de ellos y que la comunidad participaba incluso de la liturgia angélica en los cielos. 7. Hay una velada crítica a la teología de los Sinópticos concretizada en una nueva visión de los sacramentos, en especial el bautismo y la eucaristía. Esta crítica se manifiesta, en primer lugar, en un prudente silencio: el Evangelio no relata el bautismo de Jesús ni la institución de la eucaristía. Es, segundo, en una interpretación diferente de esos “sacramentos”: es posible que para el autor del Cuarto Evangelio el bautismo traído por el Revelador celestial sea un nuevo nacimiento a una nueva existencia que participa ya, ahora en esta vida, del cielo. Y es posible también que la eucaristía sea para él un símbolo y recuerdo de que Jesús es la “vida y la vid” verdaderas, de modo que participar en el pan y el vino eucarísticos no sea otra cosa que una participación en las palabras y el mensaje de Jesús que dan vida. 8. Esta teología novedosa y profunda no es más que el producto de una lectura a fondo de las Sagradas Escrituras, con un prisma o punto de vista muy particular del autor del bloque principal del Evangelio, que opinaba también que bien leídas las Escritura contienen los elementos para superar ideas anteriores. Según Clemente de Alejandría esta visión de Jesús es el producto de una revelación especial de Dios al autor del Cuarto Evangelio. La obra de Jesús está integrada en la de Moisés (5,45-47), sólo que la sobrepasa y sustituye. La Biblia misma, al entenderla bien, junto con las palabras de Jesús, así lo indican (2,22: “Cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron los discípulos de lo que Jesús había dicho y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había dicho”). (Material tomado de la Guía para entender el Nuevo Testamento, Trotta, 3ª ed., 2008, pp. 392-393. Concluiremos en seguida. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 27 de Julio 2010
Comentarios
|
Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
Secciones
Últimos apuntes
Archivo
Tendencias de las Religiones
|
Blog sobre la cristiandad de Tendencias21
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |