CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero


Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con la miniserie dedicada a la pugna a muerte entre el cristianismo y el paganismo en el mundo antiguo. Como dijimos en la primera nota, hacemos estas reflexiones a propósito del curso celebrado en la Universidad Popular de Logroño a inicios de este mes de marzo sobre “Alejandría, judíos, paganos y cristianos a comienzos del siglo V”.

Tenemos que admitir que de hecho el Edicto de Milán de Constantino del 313 a pesar de que no hubiera sido generado por motivos religiosos, sino políticos, creó un verdadero estatus de libertad religiosa envidiable en el Mundo antiguo. “Si todos los emperadores –comenta de nuevo Montserrat p. 249- se hubieran atenido a este texto, el mundo habría contemplado una insólita situación de tolerancia ideológica. Constantino, al pasarse al lado cristiano, se atuvo pasablemente bien a su edicto. A pesar de que favoreció prácticamente a la Iglesia (lo hizo buscando ante todo su unidad teológica de modo que fuera una entidad política más compacta), no atacó al paganismo.

Pero los sucesores de Constantino, ya cristianos de nacimiento, se lanzaron con lentitud pero progresivamente a toda clase de medidas represivas contra el todavía intacto paganismo de la época, hasta culminar en la proscripción absoluto de todo otro culto que no fuera el cristiano decretada por el edicto de Teodosio I en el 391.

Y ya nos estamos acercando al momento que nos interesa: Alejandría al comienzo del siglo V, 400-415, en donde vemos a un iglesia potente, o prepotente, que hace arrodillarse ante ella al brazo civil, representado por el prefecto imperial de Egipto nada menos, Orestes de nombre.

Apoyada por los sucesores de Constantino, la Iglesia pasó rápidamente al ataque en cuanto tuvo una posición predominante. Y es natural porque cierto tipo de religiones son por naturaleza exclusivistas. Apoyada en la idea firme de que en lo teológico y en lo social-ético tenía la razón, de que estaba en posesión de la verdad, la Iglesia apoyó en todo momento las sucesivas leyes contra la religión pagana. Como se ha dicho repetidas veces, pasó en breve tiempo de perseguida a perseguidora.

Además era una iglesia económicamente fuerte. El Imperio, con sus persecuciones, no había afectado a la “caja de la seguridad social” o beneficencia cristiana que era muy fuerte. La iglesia había ido, poco a poco, acumulando un patrimonio inmobiliario enorme, por donaciones, donde se habían construido iglesias. Desde el momento en el que los hijos de Constantino estuvieron en la cúpula del poder, la Iglesia consiguió la exención de tributos, por la labor que realizaba. En una palabra, poseía resortes no sólo morales o religiosos para oponerse a ciertas autoridades del Imperio, sino también económicos. En concreto en Alejandría supo jugar muy bien estas cartas que poseía a finales del siglo IV y comienzos del V.

¿Cómo era entonces la situación intelectuual y moral del paganismo? Nos referimos al paganismo en las grandes ciudades del Imperio, una de las cuales era Alejandría. El campo, la gran mayoría de la gente en el Imperio, no contaba intelectualmente para nada. La situación del paganismo a finales del siglo IV y comienzos del V no era de decadencia intelectual, sino de cierta postración física, porque a partir del 391 comenzó la destrucción sistemática de templos y monumentos no cristianos.

En esos momentos, las mejores mentes del paganismo eran conscientes de que esta religión había carecido de una ética propia –la moral la proporcionaba la filosofía, no la religión-, y de una teología fuerte y sistemática, en todo caso elaborada también desde el punto de vista de la filosofía y no desde el religioso o sacerdotal. Sabían esas mismas gentes que su religión decaería a la larga si sólo consistía en un culto cívico, un culto durante unas cuantas fiestas al año, con una serie de sacrificios, que una vez concluidos, terminaba también la presencia de los dioses en la vida diaria: en los templos sólo habitaba una imagen de una divinidad, pero no la visitaba nadie, no le rendía culto nadie.

Desde antes del cambio de era, el paganismo se había ido transformando, al menos en el ámbito de las elites pensantes gracias al doble impulso:

a) de los cultos de misterio –o cultos que buscaban ante todo asegurarse la plena salvación del alma- y

b) de la filosofía neoplatónica, junto con la asunción en ella de la moral estoica.

Este maridaje de ideas filosófico-religiosas se había extendido por todas las ciudades del Imperio, incluso entre los judíos. Si se lee a Plutarco en el siglo II o a Apuleyo, y más tarde a los filósofos neoplatónicos, se ve que entre los paganos había muchas posibilidades de vivir una piedad orientada en el fondo hacia un dios único que dominaba detrás del culto de los dioses inferiores del panteón, los normales, como Apolo, Atenea, o Afrodita, que no eran más que expresiones concretas de una parte de lo numinoso, y que existía también la posibilidad de una cierta religiosidad o piedad interna hacia esa divinidad.

Ello explica cómo en los años 360-361 pudiera darse la reacción pagana del emperador Juliano (llamado por los cristianos el Apóstata) contra el cristianismo bajo el supuesto de que la religión tradicional tenía muchos valores, tanto humanos como religiosos, incluso superiores a los del cristianismo, y que merecía la pena re-suscitarlos y vivir conforme a ellos.

Aunque a principios del siglo V (año 400) es muy probable que los paganos fueran ya sólo un 40%, o un poco menos, de la población total del Imperio, es cierto que el paganismo era un cuerpo absolutamente vivo, no un fantasma al que bastaba soplar para que se disolviera entre las sombras. Pero la represión física del Imperio contra él fue muchísimo más fuerte a partir del 391 que contra la Iglesia un siglo antes. Naturalmente, las masas se fueron pasando poco a poco al bando del vencedor, mucho más por conveniencias sociales que por profundos motivos religiosos.

Por ello, si hasta el Edicto de Milán, e incluso un poco después, digamos hasta el 341, año en el que los hijos de Constantino empezaron a tomar medidas represivas contra los paganos, puede hablarse de auténticas conversiones al cristianismo, según las pautas normales –bien estudiadas por la moderna sociología- por las cuales una nueva y pujante fe va penetrando poco a poco el tejido social en el que vive, sin embargo, después de esta fecha no puede hablarse ya de “conversiones en masa” sinceras, como se ha escrito hasta hace muy poco entre todos los historiadores confesionales. No fueron tales, sino conversiones más bien de conveniencia, la de muchas gentes incultas fácilmente manipulables tal como vemos que nos presenta la película de Amenábar del ambiente de la Alejandría del siglo V.

Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es:

“Andrés de Betsaida en la literatura apócrifa. El resumen de Gregorio de Tours (y XVI)”
Saludos de nuevo.

Lunes, 15 de Marzo 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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