CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


La divinización de seres humanos en el judaísmo es una verdadera blasfemia. Ni se concibió un acto semejante al que hemos considerado en el mundo grecorromano de tiempos anteriores a Jesús, ni en su época, ni después, no hoy día. Es simplemente un pensamiento absurdo y ateo para un judío.

Sin embargo, hay ciertos atisbos –y los hemos ido señalando en este blog a lo largo de bastantes postales desde 2009- que nos hacen pensar que en la época de Jesús y en las inmediatamente posteriores (albores del siglo II d.C.) si se concebía en el judaísmo la existencia de seres humanos no completamente divinizados,pero sí a medias, o de una manera un tanto ambigua. Esa concepción de un ser humano “exaltado al ámbito de lo divino” es lo que nos interesa explorar ahora. Los judíos de la época denominaron este hecho como la "existencia de dos poderes en el cielo"

Vamos a realizar esta tarea sintéticamente porque la inmensa mayoría de los textos pertinentes judíos (de la Biblia hebrea; de los Apócrifos del Antiguo Testamento; de los manuscritos del Mar Muerto; de escritos rabínicos posteriores al siglo II d.C.) han sido ya presentados en este Blog y más o menos comentados.

En lo primero que debe insistirse en esta síntesis que deseamos hacer ahora (aportaremos, sin duda ideas nuevas, desarrollos de consideraciones y perspectivas y algún que otro texto más o menos nuevo; además hemos de discutir la solución de Maurice Casey al gran problema de "el Hijo del Hombre") es en lo siguiente:

Tal “semidivinización” sólo se da en el judaísmo en el ámbito de la creación o consolidación de la idea de liberación divina del pueblo de Israel oprimido por sus enemigos terrenales, es decir en el terreno del mesianismo.

Por tanto hay aquí un punto de contacto con lo que hemos afirmado en síntesis sobre loa divinización de humanos en Grecia y Roma: se hace porque se considera que el divinizado es un "benefactor”, bien por él mismo, o bien como canal visible y tangible en este mundo de la beneficencia divina.

Este concepto de “beneficencia/salvación” ha de entenderse de un modo amplio: se da también en el judaísmo en torno a la época de Jesús en otros ámbitos aparentemente no mesiánicos/benefactores, pero que están relacionados con el mesianismo. Así el adoctrinamiento del pueblo en la Ley, o las funciones a desempeñar por humanos en el Juicio Final divino que Dios efectúa por medio de intermediarios.

Así pues, hay que concentrarse en el mesianismo y sus “alrededores”. Sintetizaremos las ideas esenciales de la formación del mesianismo a partir de lo que hemos escritos ya hace casi un par de años. Ahora, una manera útil de presentar una perspectiva un tanto nueva de las bases del mesianismo judío es seguir las líneas del Apéndice “The meaning of Christ = Messiah” (“El significado de Cristo = mesías” en el libro de Joel Marcus, tantas veces citado, Mark 8-16. A New Translation with Introduction and Commentary”, The Anchor Yale Bible, Yale University Press, New Haven-London, pp. 1.119-1.121) que aparecerá el año que viene en versión española en la editorial "Sígueme".

1. La traducción española de los vocablos hebreo y arameo mašîah (hebreo) y mešîha’ (arameo) es “cristo” o “ungido”, que para los cristianos es la manera de designar a Jesús en su función mesiánica. Este se entiende por lo general de un modo claramente acorde con la doctrina de la Iglesia que considera a Jesús hijo de Dios real, de tal modo que ser mesías pasa a convertirse en el segundo nombre de Jesús –desde Pablo-: Jesucristo.

Pero el vocablo mesías o “cristo/ungido” son utilizados en la literatura antigua judía y cristiana para designar ante todo a un futuro monarca del linaje de David que desempeñará un papel vital en la redención escatológica del pueblo de Israel o del verdadero Israel (que son los cristianos, según ellos mismos).

Ahora bien esos términos hebreo y arameo (= mesías/ungido) no se emplean en el Antiguo Testamento -en las 39 ocurrencias del vocablo- con el sentido que hoy tiene comúnmente el vocablo “mesías”.

En el Israel antiguo tanto los reyes como los sumos sacerdotes que son investidos de su cargo eran ungidos con aceite como signo del favor divino. Mašîah, por tanto y de modo general, se refiere en el Antiguo Testamento a

• Cualquier sumo sacerdote en ejercicio (Lv 4, 3.5.16; 6, 22 [6, 15 heb]) o

• A un monarca actual como Saúl (1 Sm 24, 6.10 [24, 7, 11 hebreo]; 26, 16; 2 Sm 1, 14.16),

• En concreto a David (2 Sm 19, 21 [19, 22 heb]; 23, 1), o

• A un rey posterior, de ascendencia davídica (Sal 2, 2).

Incluso el profeta denominado Deuteroisaías utiliza el término "mesías" en un sentido amplio y figurado para un monarca extranjero: el rey persa Ciro, que es “ungido” por Dios para cumplir la tarea de acabar con el exilio de Israel (Is 45, 1; quizás también 61, 1-4). Veamos estos pasajes que nos indican cuán lejana era entonces respecto a la mentalidad cristiana de hoy la constelación de nociones judías en torno a "mesías" en el siglo VI a.C.

“Así dice el Señor a su ungido (= mesías), Ciro, al que tomé por su mano derecha, para sujetar a los gentiles delante de él, y disolver los lomos de los reyes. Para abrir delante de él puertas que no se cerrarán” (45,1)

Y en Is 61, 1-4, donde quizás hable el profeta de un futuro rey "mesiánico" (¡no emplea el término!), davídico, que restaurará la gloria escatológica de Israel:

“El espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ungió el Señor; me envió a predicar a los abatidos, a curar a los quebrantados de corazón; a publicar la libertad a los cautivos, y a los presos la apertura de la cárcel; a publicar el año de la buena voluntad del Señor, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados, para darles en Sión gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar del luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío del Señor, para gloria suya. Y edificarán los antiguos lugares desérticos, y levantarán los sitios antes asolados y restaurarán las ciudades asoladas, los asolamientos de muchas generaciones ”.

Varios pasajes del Antiguo Testamento hablan realmente de las esperanzas en un futuro rey davídico que eliminará el yugo extranjero sobre Israel e inaugurará una era de paz mundial, prosperidad y de cumplimiento de la voluntad de Dios. Así por ejemplo, Is 9, 1-7; 11, 1-10; Jr 23, 5-6; Miq 5, 2-4; Zac 9, 9-10). Estos pasajes, sin embargo, no llaman “ungido” = mesías a este rey que ha de venir.

Seguiremos

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com



Viernes, 17 de Junio 2011


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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