CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero

Pregunta:

Muy buenas SR piñero he visto varias conferencias por you tube y me han sorprendido y me voy a comprar la guia para entender a pablo me gustaria que me aclarase por que los cristianos que venimos del paganismo para los judios si nos acogemos a la ley de noe porque estamos salvos de cumplir y solamente los judios tienen que cumplir. Y me gustaria saber eso de comer o no comer sangre, me gustaria me lo dejase claro y si puede ser con argumentos de la biblia muchas gracias de antemano y espero su respuesta


RESPUESTA:

Yo creo que antes de leer la más difícil “Guía para entender a Pablo” (déjela para un segundo momento) yo le recomendaría que leyese la obra anterior "Guía para entender el Nuevo Testamento", de la misma Editorial Trotta de Madrid, 5ª edición de 2016.

Respecto a lo de comer sangre:

Es un tema difícil, ciertamente. Había dos posturas en el cristianismo primitivo:

• Una la de la comunidad judeocristiana de Jerusalén dirigida por el hermano del Señor, que conectaba con ideas defendidas por el judaísmo desde tiempo anterior a Pablo, aunque para nosotros el texto definitivo que le da cuerpo sea de época talmúdica (siglos V-VII d.C.): los paganos podían salvarse con una salvación de segunda clase, sin que fuera necesario que se hicieran judíos. Bastaba con cumplir las denominadas “leyes de Noé”, basadas en la alianza que Dios había hecho con este patriarca y su descendencia (Gn 9,3-13).

Estos mandamientos eran siete: no blasfemar; no adorar a los falsos ídolos; tener magistrados justos; no cometer pecados sexuales sobre todo incesto; no matar; no robar; no ingerir la carne con su alma, es decir, con su sangre. El capítulo 15 de Hechos es el documento que nos revela la existencia de este modo de pensar respecto a la admisión de los gentiles en el grupo judeocristiano, que se consideraba el verdadero Israel (esta expresión como tal no aparece en Hechos ni anteriormente en Pablo, sino que su acuñador fue Justino Mártir, Diálogo con Trifón 135). Es posible que esta postura estuviera bastante cerca de lo que pensaba Pedro por entonces, y que más tarde provocó el altercado de Antioquía de Gálatas 2,11-14: los judíos debían estar sometidos a la Ley; los paganos no circuncisos también bajo la Ley, aunque solo la de los preceptos de Noé. Y sin mezclarse: los salvados se dividirían en dos comunidades distintas, pero al final de los tiempos se harían una sola. (Y también es posible que Pedro cambiara de mentalidad con el tiempo, ya que en Corinto había gentiles [¿?] conversos a Jesús Mesías que manifestaban haber sido adoctrinados por Pedro: 1 Cor 1,12).

Y otra postura era la de Pablo:

Según Dios le había revelado, el nuevo plan divino era facilitar al máximo --en los últimos momentos, la época mesiánica que transcurría entre la muerte del mesías Jesús y su venida como juez universal— que los gentiles formaran parte del Israel renovado con una salvación de primera clase. Desde la época del Sinaí hasta que Jesús había aparecido sobre la tierra, la salvación había procedido de dos maneras: a) Para los judíos: por la observancia completa de la ley de Moisés; b) Para los paganos: por el reconocimiento de la existencia del Dios único y por el cumplimiento de las preceptos de la ley natural, contenida en la ley de Moisés, es decir el Decálogo que yo denomino ley universal y eterna. Y ahí nada hay estrictamente de comer o no comer sangre, por ejemplo, en forma de morcillas.

Pero después de la venida de Jesús a este mundo, y tras su muerte expiatoria, la revelación de Dios a Pablo afirmaba que había más fáciles condiciones para la salvación:

A. La circuncisión no era ya una exigencia necesaria para los paganos que se convertían al Mesías, sencillamente porque no necesitaban hacerse judíos, sino que se hacían seguidores del Mesías como gentiles. La tradición judía, que se retrotraía hasta Moisés (Ex 4,24-26), manifestaba la necesidad de circuncidarse como condición indispensable para entrar a formar parte de la alianza con Dios y ser miembro del pueblo elegido, el único que se salvaba plenamente. Pablo afirmaba, por el contrario, que esa alianza primera era sólo para los judíos. Pero ahora había una alianza “nueva”, que no suprimía en absoluto la antigua, pero que la completaba, y que admitía en su seno a gentiles en cuanto tales, pero creyentes en el Mesías de Israel tal como debían serlo también los judíos miembros de la alianza primera. Además, ¡ellos, los gentiles se salvarían plenamente porque tenían también su circuncisión, que no era física sino espiritual! Quedaban circuncidados espiritualmente al hacerse creyentes en el Mesías de Israel y al lograr así la declaración de justos por parte de Dios, acto que se sellaba con el bautismo.

B. Consecuentemente, la observancia completa de ley de Moisés no era ya un requisito indispensable, sencillamente porque no se habían hecho judíos. La “nueva Ley” se denominará ley del Mesías “la ley del amor, de la fe y del espíritu”, una ley interpretada por Jesús en el marco de una alianza renovada de Dios con Israel, que, por tanto, en consonancia, podía denominarse como la ley del Mesías, y que incluía también en la práctica las “leyes de Noé”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Martes, 12 de Abril 2016


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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