CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Tema subsidiario: Sobre la institución de la eucaristía
(13-04-2022; 1228)


Escribe Antonio Piñero
 
Tras una larga pausa, continúo con mi crítica independiente del libro de Santiago Guijarro, Los cuatro Evangelios publicado por la editorial Sígueme, Salamanca 4ª edic. de 2021.
 
Dentro de la sección “Las relaciones entre los cuatro evangelios”, destaco ahora la sección “Juan y los sinópticos”, donde nuestro autor afirma claramente que “Juan conoció y utilizó los Sinópticos”. Esta afirmación rompe con una tendencia clara de la investigación confesional, que fue en tiempos mayoritaria, pero que ha ido perdiendo adeptos progresivamente, a saber, defender a capa y escapa la independencia de Juan respecto a los evangelistas anteriores, lo cual tenía proporcionaba una gran ventaja a  la hora de afirmar la historicidad de dichos y hechos concretos de Jesús que contaban no con una atestiguación simple (Sinópticos), sino doble: Sinópticos más un “Juan” independiente de ellos.
 
Tal ventaja desaparece con la admisión de que lo más probable es que Juan conociera al menos el material sinóptico (y yo, que he defendido siempre esa postura, he afirmado que en algún caso no solo lo conoce, sino que lo alegoriza,  lo que indica indirectamente que ese material sobre Jesús era considerado ya “sagrado”, porque es norma común en la antigüedad que, en temas religiosos (incluida por ejemplo la ·teología” homérica) solo se alegorizan textos que de algún modo se consideran previamente sagrados.
 
Con toda razón argumenta Guijarro que “el mejor ejemplo de coincidencia” en el orden de los temas aparece “en el relato de la pasión, donde Marcos y Juan coinciden en una sucesión de episodios que va desde el arresto de Jesús hasta el episodio de la tumba vacía” (p. 96)
 
(Permitidme un paréntesis que indica mi manía de filólogo: observen cómo ahora ha desaparecido la expresión “el prendimiento de Jesús” en los textos que comentan el pasaje correspondiente, que ha sido sustituida por el “arresto de Jesús” (que suena horrible, a cuartelero). Sin duda ambas expresiones son correctas… pero el inglés utiliza “arrest”, por lo que en comentarios sobre temas religiosos del Nuevo Testamento, cuyos autores se inspiran en bibliografía inglesa tienden a utilizar más el vocablo español que se parece más al inglés).
 
Seguimos. Otra prueba de la dependencia de Juan respecto a Marcos sería la “identificación en Juan de elementos redaccionales de Marcos”, cuestión que Guijarro ve difícil, ya que no es posible determinar con seguridad cuál es la redacción estricta de Marcos al no tener versiones paralelas de su obra. Pero nuestro autor cree poder servirse –al menos– de recursos estilísticos que parecen ser propios del primer evangelista. Y uno de esos recursos son las intercalaciones; y señala nuestro autor cómo tanto en Marcos como en Juan “el episodio de la comparecencia de Jesús ante el Sanedrín está situado entre dos episodios que tienen como protagonista a Pedro (p. 97).  
 
Yo aquí propondría algo más: el episodio que conoce Juan por su tradición era el traslado del Jesús ya prisionero ante el ex sumo sacerdote, Anás, episodio que el cuarto evangelista desarrolla ampliamente. Juan  menciona solo, en breves palabras la comparecencia ante Caifás porque la conoce a través de la lectura de Marcos o bien del material que empleó este evangelista. En la tradición de Cuarto evangelista tal comparecencia ante Caifás es sustituida por la reunión del Sanedrín en casa de este (en ausencia de Jesús, naturalmente) en la que se decide que Jesús debe morir como responsable de disturbios de orden público debido a su doctrina de la inminencia del reino de Dios, que era antirromana de hecho. Y si Juan menciona brevísimamente la comparecencia ante Caifás era porque la tradición marcano / sinóptica que él conocía le obligaba a mencionarla en su escrito.
 
Dejo casi de lado por evidente la idea de que Juan utiliza tradiciones orales sobre Jesús sobre todo de milagros… y en algunos dichos. Pero lo que me parece claramente una interpretación errónea por parte de Guijarro es el caso de algunas tradiciones “orales” que aparecen en Pablo, Maros y Juan. En concreto me refiero a la opinión tenaz, equivocada y sesgada teológicamente que sostiene que el texto de 1 Cor 11,23-26 y el de Marcos 14,22-25 –considerados como fuentes independientes– se refieren a una tradición oral…, cuando el primero cronológicamente, el de Pablo, afirma expresamente que se trata de una revelación directa de Jesús (“Yo recibí del señor lo que os he transmitido…”).
 
El único argumento empleado para esta enconada defensa de que la institución de la eucaristía por parte de Jesús es una tradición comunitaria es el empleo de los vocablos “recibir” y “transmitir” por parte a su vez de Pablo en 1 Corintios afirmando falazmente que esos dos vocablos unidos siempre se refieren a una tradición comunitaria. Y he sostenido que esta postura es absolutamente errónea y que ello se prueba por medio de una cita de la Misná, en su tratado “Padres” (“Abot”) al comienzo mismo en el que se afirma rotunda, lisa y llanamente que Moisés “recibe” la tradición de la Ley de Dios directamente de Dios (no de comunidad alguna) y que él “transmite” esa Ley a Josué y otros.
 
Repito aquí una traducción literal del texto por si alguien no está convencido: “Moisés recibió la Torá de Sinaí (= de Dios, que no se puede nombrar) y la transmitió a Josué; Josué (la transmitió) a los Ancianos; los Ancianos a los Profetas; y los Profetas la transmitió a los Hombres de la Gran Asamblea".
 
Además es absolutamente imposible que, según los Evangelios, Jesús se presentara el “Domingo de Ramos” como el rey/mesías de Israel en su entrada en Jerusalén; que inmediatamente (o al día siguiente) defendiera que la función del Templo era sagrada por lo que este había de ser purificado de malas prácticas comerciales, y que tres días después, sin explicación ninguna instituyera un culto, la eucaristía, que fulmina en absoluto la función principal del Templo, la de expiación de los pecados, y la sustituyera por una ingestión simbólica del cuerpo y de la sangre del Mesías… que era él.
 
Esta interpretación –aparte del tema del tabú de la sangre, cuya ingestión aun simbólica horrorizaría a los judíos– es sencillamente imposible. Un Jesús no cambia así radicalmente de la noche a la mañana, y menos cuando el exegeta moderno que interpreta que sí cambió defiende a la vez que Jesús fue un judío integral y que jamás se separó del judaísmo ni quebró nunca la Ley. Insisto: en un judío integral esta interpretación de la eucaristía como instituida por Jesús es imposible.
 
Mucho más lógico es pensar que Pablo se estaba dirigiendo a los corintios, paganos conversos, y que debían seguir manteniéndose como paganos (1 Corintios 7,19-1), que por lo tanto no tenían acceso al Templo, pero que estaban acostumbrados a la idea de que era posible unirse con la divinidad (por ejemplo, un dios/diosa de los cultos de misterios) por medio de comidas presididas por ese dios, cuya presencia estaba simbolizada en los majares que se ingerían. Unos paganos, insisto, para quienes Pablo presentaba una interpretación de la Última Cena como una mejora simbólica y real de la unión con el Mesías, inmensamente mejor y más efectiva para la salvación que las comidas comunes de los adeptos de divinidades paganas salvadoras.
 
Así que no puedo estar de acuerdo con S. Guijarro en esa presunta prueba de uso por parte del Evangelio de Juan de tradiciones “comunitarias” comunes con Pablo y Marcos, tradiciones representadas por la institución de la eucaristía, puesto que esta no es ninguna tradición comunitaria, sino fruto de una revelación personal a Pablo y que se aplica en principio solo  a los paganos conversos. Cuando Pablo escribe, todavía existía el Templo, y aunque los pecados de toda la humanidad hubieran sido ya expiados potencialmente por el sacrificio de Cristo / Mesías en la cruz, sin embargo, los judíos, creyentes en ese Mesías y que seguían siendo judíos, podían y debían ir al Templo y participar de todos los oficios litúrgicos comunes para los judíos que allí se celebraban.
 
Y tal defensa de una presunta tradición comunitaria bajo la consideración de que Marcos no depende de Pablo al relatar la institución eucarística, supone, por último, por parte de S. Guijarro, ignorar que Marcos, siguiendo la tradición judía, puede transmitir unas palabras de Pablo añadiendo o quitando vocablos según le dictaban las necesidades de su comunidad. Así ocurre en el judaísmo con la transmisión de tradiciones tan veneradas como las del Génesis, por ejemplo, que se transmiten en el libro de los Jubileos o en las Antigüedades Bíblicas del Pseudo Filón con un montón de variantes  e interpretaciones divergentes… ¡Y se tratada del texto del Génesis… cuanto más de palabras del maestro Pablo!
 
Y no estoy utilizando ni siquiera el argumento de que el Evangelio de Juan cambia radicalmente la tradición paulina de la eucaristía (ya instituida al menos a finales del siglo I en algunas comunidades paulinas), y no menciona la institución en sí, sino solo el simbolismo de que Jesús es el “pan espiritual de vida”, que desciende del cielo y alimenta espiritualmente al creyente en el Enviado / Mesías, tal como parece en el discurso del mismo Jesús en Evangelio de Juan 6,50-51.
 
Continuaremos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

NOTA:
 
Entrevista de Miguel Dongil sobre el contenido del volumen “Los libros del Nuevo Testamento”
 
https://www.youtube.com/watch?v=mMaUwMouSZY
 

Miércoles, 13 de Abril 2022


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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