CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con nuestro segundo tema de estos días, los textos antiguos que sirven de prenotandos, o de paralelos, dentro de la historia de las religiones, a lo que creemos fue el proceso de divinización de Jesús.

Al parecer los judíos se tomaron con cierta calma estos casos de divinización (es decir, estos ejemplos que hemos puesto y otros), los vieron con una cierta distancia y les concedieron relativamente poca importancia como posibles ataque ideológicos a su firme fe monoteísta.

Por ello no se notan demasiadas reacciones en contra de esta divinización de humanos en los textos judíos conservados entre los siglo II a.C. y I d.C., a pesar de que muchos judíos vivían en Alejandría, Asia Menor (Pérgamo…), ciudades griegas y Antioquía, ciudades del Mediterráneo oriental donde más se podía percibir este fenómeno.

De hecho los judíos vieron bien que el fenómeno no era tan peligroso, porque cuando se instauró en esas mismas regiones el culto al Emperador con todas las de la ley, al parecer nunca, o casi nunca, constituyó un peligro serio de martirio el haberse negado a practicar tal culto. Ello nos lleva a pensar que incluso en el Mediterráneo oriental se tomaba con parsimonia -o e entendía más o menos metafóricamente-- por las gentes paganas lo de “divinizar” a los mortales.

Los ataques perceptibles a este culto por parte judía se centran dentro de la lucha general contra el politeísmo, y en concreto contra la "hybris" o “desmesura” de los seres humanos, que pudieran tener una opinión demasiado elevada de sí mismos.

1. Este es el caso del rey Antíoco IV Epífanes para los judíos.

Ciertamente --para los judíos en general-- el culto a su persona no desempeñó en principio una función importante, o un agravio grave, sino la helenización forzada en Israel, que obligaba a renunciar a la Ley y a las costumbres patrias y que forzó como sabemos la crisis macabea.

La mencionada crítica a la “hybris” de algunos perseguidores de los judíos se ve, por ejemplo en 2 Macabeos 9,8-12 en la descripción de la muerte, exagerada y dramática, de Antíoco IV, al que consideraban perseguidor cruel del pueblo judío, atormentar a sus enemigos “que respiraba fuego contra ellos”:

“El que con sobrehumana arrogancia se imaginaba dominar sobre las olas del mar y pensaba poner en balanza la altura de los montes (es decir, aplanar las montañas), ahora, caído en tierra, era llevado en una litera poniendo de manifiesto ante todos el poder de Dios, hasta el punto de manar gusanos del cuerpo del impío, y vivo aún entre dolores atroces se le caían las carnes a pedazos, apestando con su hedor al ejército. Y al que poco antes parecía tomar el cielo con sus manos, nadie ahora lo quería llevar por su intolerable fetidez.”

“Herido así, comenzó a deponer su excesivo orgullo y a entrar en el interior de sí mismo, azotado por Dios con punzantes dolores. Al no poder él mismo soportar su hedor, dijo: “Justo es someterse a Dios y que el mortal no pretenda igualarse a él”

En este pasaje se muestra a los ojos del autor un auténtico castigo divino por la desmesura de Antíoco IV al tolerar o desear ser un Dios. Las palabras puestas en su boca por el autor no podía pronunciarlas nadie más que un judío.

En otros casos hay que caer en la cuenta (obsérvese en los textos que transcribiré a continuación) de que los antiguos, cuando se oponían a una idea, reaccionaban muchísimas veces de una manera un tanto extraña para la mentalidad moderna: a saber, no componen un sesudo tratado en contra de la idea que desean combatir, o una crítica directa (por ejemplo el caso arriba transcrito contra Antíoco IV Epífanes), sino que escribían una obra de ficción, o de historia, en la que ilustraban con algún caso –por ejemplo, con la vida de un personaje—las ideas contrarias, las que deseaban defender.


2. Así creo que debe entenderse el conjunto completo del libro de Judit:

Éste es una historia que transcurre aparentemente en la corte asiria (en realidad es un campamento de los asirios) es simbólico, y en realidad su ficción (como pasa con el Libro de Daniel) tiene como escenario real la “corte” (= los campamentos) de los Seléucidas. El general Holofernes afirma orgullosamente que Nabucodonosor es el único "kýrios", el único señor (Jud 6,2.4)… y lo que le ocurre al final es desastroso para él por este motivo (aunque expresado, dicho sea de paso de un modo muy machista propio de la época). La divinidad utiliza un instrumento “débil y en apariencia despreciable”, una mujer, para acabar con el orgullo del tirano: la débil Judit se transformo en Juditha triumphans (Antonio Vivaldi) y corta de un tajo la cabeza del tirano Holofernes, con lo que se salvó la ciudad de Betulia del asalto de quienes se creían dioses… tanto Nabucodonosor como Holofernes, que resultan muerto o profundamente humillados.


3. Con el Libro de Daniel ocurre lo mismo. La desmesura pagana resulta castigada

El Libro de Daniel (compuesto hacia el 168-165 a.C.) critica igualmente a Nabucodonosor (= en parte un "Antíoco IV avant la lettre”)… El rey se autoerige una estatua como si fuera un dios; los tres jóvenes hebreos son arrojados al horno de fuego porque no quieren adorar a su estatua…, pero al final son salvados y vindicados por Dios milagrosamente. Nabucodonosor ha de morder el polvo, arrepentirse y alabar públicamente la soberanía del Dios verdadero muy por encima de la suya propia (Dn 1-4). De hecho, y muy a la griega, el rey Nabucodonosor es castigado con la locura por su "hybris" (4,25ss).

Lo mismo pasa dentro de este mismo libro con los pasajes de Daniel que aluden al soberbio rey Baltasar y su festín. Impulsado por el vino, el monarca se atreve a igualarse a la divinidad, es decir a utilizar para sus banquetes los sagrados vasos del templo de Jerusalén que habían sido llevados a Babilonia… Aparece entonces la mano de un ángel que misteriosamente escribe el final del reinado de Baltasar, que el joven Daniel sabe interpretar… y

“Aquella misma noche fue muerto Baltasar, rey de los caldeos (= babilonios), y Darío, rey de Media, se apoderó de su reino” (Dn 5,29-31).

De nuevo la desmesura de creerse un dios resulta terriblemente castigada.Seguiremos con estos casos de reacciones judía a la divinización

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 15 de Abril 2011


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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