CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


Me escribe Ariel Álvarez Valdés un sabroso comentario a mi postal de ayer que no me resiste a publicar:

COPIA

Estimado Antonio:
Le escribo para felicitarlo por el post de hoy en su blog. Me gustó mucho, ya que toca una cuestión candente de la teología paulina.

En él usted analiza las dos interpretaciones de Gal 2 (la tradicional y la moderna).
Quería expresarle mi humilde opinión al respecto. Creo que ambas interpretaciones son erróneas. Pienso que el “decreto de Jerusalén” no le fue entregado a Pablo ni en el concilio de Jerusalén, ni más tarde en Antioquía (según opinan ambas posturas). Pablo directamente nunca lo conoció, ni se enteró de su existencia.

En mi parecer, el decreto de Jerusalén (presentado por Hch 15,13-35 como si formara parte del Concilio), es posterior a éste, e incluso posterior al conflicto de Antioquía. Cuando el decreto llega a Antioquía, Pablo ya se ha ido de la ciudad, de modo que nunca llegó a conocerlo.

Podemos deducirlo por:
a) Pablo dice a los gálatas que en el Concilio no le impusieron ninguna condición (Gal 2,6). Y el decreto le impone cuatro condiciones, y bastante duras.
b) De haber existido el decreto, aceptado por Pablo en el Concilio, no se hubiera dado el conflicto con Pedro, porque ambos tendrían en claro qué es lo que se debía hacer según la disposición oficial.
c) Cuando en 1 Cor 8-10 a Pablo le consultan sobre cuáles alimentos pueden comerse, Pablo no menciona ningún decreto oficial. Da su propia opinión. Y dice que se puede comer cualquier cosa, en contra de lo dispuesto por el decreto.
d) Cuando le consultan a Pablo sobre el matrimonio entre parientes, Pablo lo rechaza (1 Cor 5,1-13), pero no por referencia al decreto, sino porque lo prohibía el derecho romano (1 Cor 5,1).
e) Cuando en su carta a los gálatas responde a los que decían que había que circuncidarse, en ningún momento Pablo cita el decreto, que le hubiera servido de excelente argumento contra los gálatas.
f) Además, según Hch 15,22-23.30, Pablo fue uno de los encargados de llevar personalmente el decreto a las otras comunidades. Pero cuando en Hch 21,25 Pablo regresa a Jerusalén, no tiene idea de la existencia de ningún decreto, y le tienen que informar.
Todo esto nos muestra que Pablo nunca se enteró de la existencia de decreto alguno, ni en Jerusalén ni en Antioquía.

Según mi opinión, el decreto fue precisamente consecuencia del enfrentamiento en Antioquía.
Cuando en Jerusalén se enteraron del conflicto que se había originado en esa ciudad, deciden que no es conveniente que los paganos vivan sin ninguna ley judía, como habían previamente decidido todos en el Concilio de Jerusalén (recuérdese que Pablo dijo que no le impusieron ninguna cláusula). Pero tampoco quieren imponer todas las leyes judías. Entonces se elabora un decreto con cuatro cláusulas:
1) No comer carne sacrificada a los ídolos.
2) No comer sangre.
3) No comer animales sin desangrar.
4) No casarse entre parientes próximos (Hch 15,13-29).

Este decreto es un retroceso de las disposiciones del Concilio, debido al conflicto en Antioquía.

En cambio Hechos dice que Pablo sí lo conocía, para mostrarlo siempre en total acuerdo con las autoridades de Jerusalén.

¿Por qué Lucas coloca el decreto como conclusión del “concilio”? Porque quiere mostrar que hubo acuerdo entre las partes que debatieron. Pretende destacar la unidad de la iglesia primitiva. Como si el “concilio” hubiera resuelto, en un magnífico acto de unidad y comprensión, el problema de la diversidad de pensamiento en la Iglesia. Es la constante teología que Lucas muestra en los Hechos.

Un cordial saludo.


FIN DE COPIA

Mi respuesta es:

Querido amigo:

Creo que tienes toda la razón. Me ha gustado mucho esta exégesis y opino que la mía está equivocada. Como tal, la voy a incorporar a la obra "Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino", que aparecerá Deo favente en el primer trimestre de 2015 en Trotta.

Saludos cordiales, Antonio


Fe d) erratas (17 agosto 2014(
Debido a mi congénito despiste, y dado a que mi propio hijo Antonio, le llamo a veces Alfonso, y a la inversa, debo corregir el título de la postal de ayer. Sé de sobre que el Dr. Ávarez Valdés se llama Ariel y no Daniel.
Pido disculpas al interesado y a los lectores.

Sábado, 16 de Agosto 2014


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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