NotasHoy escribe Antonio Piñero Seguimos con la materia de la nota de ayer. 4. La especie de trinidad de la que hablamos en la nota anterior (nº 3) emana o genera (“emanación” o “generación” se contrapone a “creación”: es como si de un ser a modo de fuente, como fluye el agua se generaran otros seres, es decir, al igual que el agua brota espontáneamente) otras entidades divinas: su deseo de comunicarse engendra por emanación una serie de “eones” que forman una proyección más completa aún de la divinidad hacia fuera. ¿Por qué genera? Recordemos lo que dijimos ya. Simplemente porque todo lo perfecto tiende tarde o temprano a difundirse. Pero por ley natural lo emanado o generado será siempre algo inferior a sí mismo. En el proceso de emanación se produce una especie de movimiento descendente de calidad. Esta noción es importante, porque explicará al final del proceso emanativo el surgimiento del universo como procedente en último término de la divinidad, pero como algo inferior a ella. Esta proyección de la divinidad hacia fuera de sí misma se llama “Pleroma”, Plenitud, o conjunto total de la divinidad, y estos eones van siempre en parejas (¡fuera de la pareja nada es perfecto!). No existe unidad entre los gnósticos a la hora de expresar cómo se constituye este Pleroma. A. Para algunos, como los setianos de Nag Hammadi, la concepción de este Pleroma no supone en absoluto que las entidades divinas que en él se distinguen tengan una auténtica realidad en sí mismas (es decir, sean auténticas “hipóstasis” o entidades subsistentes en sí mnsmas), sino que son meros modos o disposicio¬nes de la divinidad, maneras de su proyección hacia fuera (esto es lo que se llama técnicamente modalismo hablando de Dios. Por ejemplo: el Espíritu no sería más que un modo de “Dios como espíritu”: al actuar hacia fuera de una manera específica, como es el caso de los profetas, Dios único actúa “Como Espíritu”, pero es el mismo y único Dios). En este sistema la unicidad del Dios único resulta muy clara. B. En otros sistemas gnósticos el Pleroma no consiste en disposiciones modales de la divinidad, sino que los seres divinos desarrollados o generados por el Primer Principio son auténticas sustancias, que existen en sí mismas o “hipóstasis”. En este grupo se defiende también la unicidad divina, pero es más difícil de comprender, como ocurre con la Trinidad de los cristianos ortodoxos, aunque sea difícil comprender desde un punto de vista racional (nuestro único instrumento) cómo puede darse una única sustancia –un solo Dios-, pero tres hipóstasis o personas absolutamente distintas. Estos seres divinos, o eones, son emanados o generados por la divinidad -denominada Padre puesto que es el generador, y también Uno, para recalcar que sólo hay un Dios único- en dos momentos: 4.1. En el primero tiene lugar la generación, o emanación, propiamente tal; 4.2. En el segundo, y por pura gracia, la divinidad suprema concede el conocimiento de sí mismo a esos eones ya previamente formados. Son dos momentos que se llaman técnicamente, el primero: “Formación en cuanto a la naturaleza”, y el segundo, “Formación en cuanto al conocimiento”. Esto último suena muy raro, pero es técnicamente así. Es como si los gnósticos interpretaran que la Divinidad no quiere regalar el conocimiento de sí mismo fácilmente. Primero constituye a los eones, que son entidades plenamente vivientes (como veremos en el caso de Sabiduría)…, pero desea que le conocimiento que los eones tiene de Él sea impartido por Él mismo y por pura gracia. De aquí se sacarán consecuencias teológicas cuando existan el universo y el ser humano. Los eones del Pleroma son generados por el Uno o Padre normalmente en parejas, pues ya hemos dicho que la pareja es la situación perfecta de cualquier ser vivo. Tenemos que recordar de nuevo que el fundamento de que esto es así es la mera observación de la naturaleza: el gnóstico sabe que lo que ocurre “abajo” es un reflejo de lo de “arriba”. Pero en algunos textos no aparece tan claro lo de las parejas. Los nombres de estos “eones” varían también de un sistema gnóstico al otro. Entre los setianos, del denominado Apócrifo de Juan de Nag Hammadi, el Padre y Silencio, llamado Barbeló (en hebreo deformado: “dios en cuatro: be arbaj ’elo) , engendran a Inteligencia, Presciencia, Incorruptibilidad, Vida eterna y Verdad. Éstos engendran a su vez a Unigénito Cristo, Intelecto, Querer, Logos, Autogenerado, que se erigen como consortes de los cinco eones femeninos anteriores. Ésta es la Década primordial. Estas parejas generan, a su vez, a otros eones llamados Armozel, Oriel, Daveitai y Elelet. Y finalmente cada uno de estos “tiene junto a sí” a tres eones: este conjunto forma la Dodécada primordial, que es inferior de algún modo a la Década. El último eón de Elelet es Sofía-Sabiduría, importante por su actuación decisiva que da origen al universo. Seguiremos, aunque con materia más sencilla. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Domingo, 31 de Octubre 2010
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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