Notas
Tengo 77 años. Nací en Chipiona y vivo en Bayona, de Pontevedra. Soy filólogo de textos en griego del cristianismo primitivo. Estoy recasado y tengo dos hijos, Zahra (44) y Antonio (39), y dos nietos. ¿Política? Voté PSOE.., y quizá vote Ciudadanos. Soy spinoziano: si hubiera Dios, sería el cosmos, el universo al completo.
“Jesús existió” Un galileo mesiánico Piñero vive en el siglo I. Habla con personajes de entonces de tú a tú y en el griego de entonces. Es un laico que lo sabe todo de la religión cristiana, el origen de cada detalle. Aprendo con él a cada frase, así como del enjundioso libro que acaba de publicar: “Aproximación al Jesús histórico” (Editorial Trotta), en el que concluye que Jesús existió realmente, que fue un galileo carismático al que sus seguidores vestirían luego con ropajes divinos. Retirado en Galicia para escribir en “magna paz y soledad”, Piñero (www.antoniopinero.com) prepara ahora una edición de los libros del Nuevo Testamento desde el ángulo de la historia y la crítica literaria, que se publicará el año entrante. ¿Existió Jesús? ¿Qué Jesús? El del Evangelio, pero por debajo. ¿Acaso hay otro? Sí: el Jesús histórico, Yeshua ben Yosef. ¿No es histórico el Jesús del Evangelio? Es un Jesús idealizado, recreado, mitificado, endiosado, adornado, medio inventado. Pero por debajo de este Jesús evangélico... ¿Qué? ... se puede adivinar al muy real Yeshua ben Yosef, un galileo del siglo I, hombre de carne y hueso. ¿Nació en Belén? No. Eso es invención. ¿Dónde nació, pues? Quizá en Nazaret. En todo caso, en Galilea. ¿Le visitaron en la cuna unos Reyes Magos, siguiendo una estrella? La estrella y los magos son leyenda. ¿María y José fueron sus padres? Sí. Y Yeshua tuvo un hermano importante, Jacobo / Santiago. Pero según los evangelistas Marcos y Mateo tuvo más hermanos y varias hermanas. ¿Le adoraron unos pastorcillos al nacer? Más invención. Pero qué bonita! No me estropee el belén navideño... De acuerdo. Muy bonita invención: haga su belén, hágalo... ¿Qué sabemos de cierto sobre Yeshua ben Yosef, el Jesús histórico? Que era carpintero. Que estudió la ley judía por su cuenta. Que quizá se casó, quizá no. Predicó. Tuvo discípulos. Anduvo en Galilea y Jerusalén menos de un año... y la autoridad romana lo ejecutó, por sedición contra el Imperio romano. El hombre fracasó en su familia, en su empresa, en su acción pública... ¡Fracasó en todo! Pero fundó una religión. ¡Jamás lo pensó! Jesús fue un judío fariseo observante... ¿Fariseo? Sí, aunque algo especial. Los fariseos eran una facción judaica: decían que si cumplías la ley judía, resucitarías con tu cuerpo en el cielo, y luego Israel dominaría el mundo. Y seguiría el paraíso celestial en la tierra. ¿El Reino de este mundo? Eso es. ¡Que estaba cerca!, eso predicaba Yeshua: purifícate para salvarte, ¡estás a tiempo! Lo explicitó en su parábola del hijo pródigo, ¡bellísima hasta las lágrimas! Algunos dudan de que la haya dicho Jesús. Pero podría ser. Resúmala El hijo pequeño (tú mismo) se va por ahí con su parte de la herencia del padre (Yahvé) y la dilapida en mujeres y vino. Pero el padre siempre le espera. Al hijo mayor le parecerá injusto que el padre organice una gran fiesta para celebrar el retorno del hijo menor... ¡Pero así de misericordioso es el Padre! Eso es: era el modo de decir a los judíos que si volvían al camino de la vieja ley judía, salvarían el alma, ¡aún en el último segundo! ¿Y cómo se veía Yeshua a sí mismo? Como profeta, un profeta importante. ¿Pero no como el hijo de Dios? Eso no. Pero al final de su vida, sí pretendió ser el Mesías-Rey que Israel estaba esperando. ¡Y justamente por eso fue crucificado! ¿Por rebelión política? Religión y política se confundían en el Israel del momento: Roma crucificaba a todo sedicioso contra la majestad del emperador (Tiberio), y le clavaron el INRI en la cruz: “Iesus Nazarenus Rex Iudeorum” (Jesús nazareno, rey de los judíos). ¿Alentó Jesús recurrir a la violencia contra Roma? No..., pero no le hizo ascos. Jesús tuvo seguidores zelotes, como Simón-Pedro: matar a un romano era para ellos un acto piadoso. ¿Había otros líderes como Jesús? ¡Bastantes! Le menciono a dos: Rabí Honí, el circulero. Y Rabí Hanán. Como Yeshua, predicaban la ley mosaica y eran taumaturgos. ¿Taumaturgos? Hacedores de prodigios: milagreros, exorcizaban y sanaban. Honí trazaba un círculo en el suelo a su alrededor y clamaba a Yahvé: “¡No me moveré de aquí, ni comeré ni beberé hasta que llueva sobre Israel!”. Y llovía. ¿En qué fue original Yeshua? En el Sermón de la Montaña, por ejemplo: dijo que más allá de que observes la letra de los 623 preceptos del Pentateuco, ¡hazlo de corazón! ¿Y “ama al prójimo como a ti mismo”? Está en Levítico 19: todo judío es convertible, salvables para el Reino, hay que amarlo. ¿Qué fuentes históricas documentan a Yeshua? Una carta del estoico sirio Mara Bar Serapión, aunque es dudosa. Alusiones de Suetonio y Tácito. El libro 18 de Antigüedades de Flavio Josefo. ¿Qué cuenta de Jesús Josefo? Incluye a Yeshua en una lista de individuos que perjudicaron al pueblo judío... por haberse dedicado a calentar los cascos de la gente tanto... que les arrastró a la catástrofe colectiva, a resultar aplastados por Roma en la guerra del 66-70.. Imaginar un mundo mejor gusta mucho... ¿Y cómo nació el cristianismo? Con el judeo-romano Pablo: sostiene que Jesús desciende de la casa del rey David y que, tras resucitar, es Hijo de Dios. ¿Diviniza así a Yeshua? Sí; pero piensa que después de su resurrección, no antes. Y Pablo les dice a los paganos: os salvaréis sin ser judíos, sin circuncidaros, ¡basta con creer, bautizarte y fundirte con Jesús en la eucaristía! Pablo quiere completar el plan de Jesús. ¿Qué plan? Según Pablo, si Jesús se sacrificó por todos fue para que la vieja promesa de Yahvé a Abraham se materializara: convertidos ya todos a la fe de Yahvé, sumados todos los judíos y los pagano-cristianos, descenderá el Reino Celestial, ¡leche y miel para todos! VÍCTOR-M. AMELA
Martes, 25 de Diciembre 2018
Comentarios
Notas
Escribe Antonio Piñero
El autor entiende por “descolonizar a Jesucristo” el estudio de Jesucristo yendo en lo posible al original de sus palabras, proferidas en arameo occidental, galilaico en concreto, obviando el sesgo “occidental”, que supone que todas sus palabras hayan sido traducidas al griego y de ahí al latín. Tal versión distorsiona –según el autor– el pensamiento auténtico de Jesús. Ello supone que existe la necesidad perentoria de intentar un retorno al arameo (en este caso en su variante más occidental, el siríaco), y a partir del tenor de esta lengua y de sus significados especiales en muchas expresiones y vocablos llegar en lo posible al sentido originario de la doctrina y –en algunos casos a las actitudes y hechos– del Galileo. Ahora bien, este interés por la búsqueda del sentido original sobre todo de las sentencias de “Jesús-Cristo” tiene además otra gran ventaja para el autor: la posibilidad de un diálogo fecundo con el Islam actual. El interés de Vicente Haya en este diálogo se sustenta en su conversión desde un cristianismo desencantado al islam… Y me imagino que a un islam esencial, el que desmitifica toda la teología mítica cristiana (por ejemplo, Trinidad, Encarnación, pecado original, divinidad de Jesús, iglesia institucionalizada, etc.), y se vuelve a una concepción muy simple de la religión: solo hay un Dios, Yahvé-Alá; el ser humano es su criatura y le debe obediencia completa; los intermediarios principales entre ese Dios y el ser humano son Jesús y Mahoma. Y la práctica de la religión se reduce –aparte naturalmente del cumplimiento de las leyes esenciales, que son bíblicas, como el Decálogo– al rezo diario y a la guarda del Ramadán. No sé si he entendido bien su pensamiento (que me corrija por favor, si yerro) y supongo que Vicente Haya no tiene el menor interés en creer, ni siquiera suponer, por ejemplo, que el arcángel Gabriel dictó a Mahoma el Corán palabra por palabra. El puente entre el pensamiento del Islam y Jesús radica para Haya en que los autores del Corán y Jesús pertenecen a una misma cultura, la semita, cuya antropología (más unitaria; no dualista platónica) es mucho más parecida, y en general todo su ambiente cultural, muy similar. Así considerado, el pensamiento de Jesús tiene evidentes concomitancias con el Corán, lo que ayuda muchísimo al diálogo entre las dos religiones. La intención es sumamente loable, si no fuera porque el medio de acercarse a los dichos y al verdadero pensamiento de ese Jesús totalmente semítico –en casi nada grecorromano– es por medio de la Peschitta. Es esta la versión siríaca de los evangelios, comenzada muy pronto, en el siglo II (y solidificaba en torno al siglo V), a partir del texto griego, ya que la presunta versión original arameo-galilaica de Jesús se ha perdido irremisiblemente. Y como este método lo ha empleado en su libro anterior, muchos le hemos criticado sosteniendo que no se puede llegar al original jesuánico a través de una traducción del griego por muy semítica y vecina que sea la versión. Metodológicamente no es aceptable. Vicente Haya ha respondido en este libro a este argumento, razonando que “el que la Peschitta fuera terminada de componer en el siglo V, no quiere decir que no se base en textos arameos anteriores; y el que sea una traducción de manuscritos griegos no impide que en esta versión helénica y sus manuscritos fueran corregidos en determinadas palabras y frases de Jesús según las recordaba la tradición oral de los arameoparlantes”. “Efectivamente, en una cultura eminentemente oral –añade–, donde un buen número de frases textuales de Jesús tenían que ser de conocimiento general entre los judeocristianos, una retrotraducción del griego evangélico al arameo nos da bastantes garantías de fidelidad de lo que pudo ser el mensaje original de Jesús. Y por otra parte es un hecho demostrado que en la redacción de la Peschitta se tienen en cuenta manuscritos siríacos anteriores como el Diatessaron (una amalgama concordista de los evangelios que consigue una sola redacción a partir de los cuatro) de Taciano, los evangelios curetonianos, y un palimpsesto sinaítico, algunos de estos del siglo II” (p. 22). Admitamos en parte el argumento. Pero no puedo comprender, si el autor conoce bien el arameo, por qué en vez de emplear la Peschitta, no hace un estudio de las numerosas versiones al arameo galilaico del siglo I que han intentado numerosos investigadores, como por ejemplo, G. Schwartz en la revista “Biblische Notizen”, durante años y años, o las de Maurice Casey o G. Dalman o M. Black, etc. Es cierto que las retrotraducciones de esos estudiosos (que –insisto– suelen llevar años ocupados en el tema), y otros, varían bastante entre sí. Pero ello mismo le haría al autor del libro que comentamos ser mucho más prudente en su seguridad de haber recuperado (casi o bastante) el sentido original de los dichos de Jesús. En segundo lugar, Vicente Haya no distingue en absoluto entre Jesús de Nazaret y el Cristo celestial… y habla de Jesucristo tan tranquilo como si fuese un personaje histórico… Pero no es así: he argumentado mil veces que “Jesucristo” es una mezcla de un individuo real y de un concepto teológico, “el Cristo celestial” originado en la especulación teológica judía de Pablo de Tarso, con mezclas indudables de una religiosidad griega propia de los cultos de misterio grecorromanos. Por ello, no es extraño que Haya admita como históricas palabras del Jesús del IV Evangelio… que creo –y conmigo la mayoría de filólogo, historiadores y teólogos– no son históricas, sino producto de la teología de los autores del Cuarto Evangelio. Así, por poner un ejemplo, Vicente Haya sostiene que se acerca mucho más a la verdad histórica que Jesús dijese “Yo soy el consuelo y las vidas (sic)”, que no “Yo soy la resurrección y la vida”. En mi opinión, y en la de muchos otros, no dijo ni una cosa ni la otra. Otro ejemplo: la intelección correcta de las siguientes palabras del Padrenuestro –…“Y líbranos de las deudas nuestras, así como también nosotros hemos liberado a nuestros deudores…”– debe entenderse así: “Se pide a Dios que nos libre de las deudas, de la usura, de las hipotecas, así como nosotros tenemos piedad de los que están a merced nuestra (por deudas económicas)” (p. 27). Pienso que otros, igualmente estudiosos del arameo, han hecho caer en la cuenta al lector moderno que “deuda” respecto a Dios significa ante todo “pecado”. Así que “perdónanos nuestras deudas” significaba en el pensamiento del Jesús histórico, “perdónanos nuestros pecados así como nosotros perdonamos a los que comenten faltas contra nosotros”. Y así en otros casos. En síntesis: el intento de Vicente Haya es loable; pero el método es inseguro y no es el más lógico científicamente; sus conclusiones son al menos dudosas; no se puede atribuir al Jesús histórico un buen monto de palabras del Cuarto Evangelio que en su libro aparecen como procedentes del Jesús galileo. Sobre todo esto último me parce imposible. Tal sistema no nos acerca al verdadero pensamiento del Jesús de la historia, sino al de sus sucesores…, y en especial al del autor/es del Cuarto Evangelio que fue –al igual que los otros evangelistas– en gran parte de su teología deudor del pensamiento de Pablo de Tarso. Y en cuanto a “descolonizar a Jesús”… me parece bien. Pero alguien podría replicar: “Estupendo; he llegado hasta el Jesús semita, galileo. Pero ¿me interesa mucho, a mí occidental del siglo XXI, el pensamiento de un artesano y rabino galileo del siglo I en su pureza semítica? Al fin y al cabo es una cultura muy ajena a la mía”. Sin duda, podría al menos pensarlo. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Viernes, 21 de Diciembre 2018
Notas
Escribe Antonio Piñero
Tres anuncios: Primero: se ha procedido a hacer la primera reimpresión de mi librito “En directo desde el siglo I”, de Editorial Lacónica, Madrid, 2018. No es propiamente una nueva edición, que en principio debería llevar consigo alguna novedad, como corrección de erratas, o ampliaciones, sino una reimpresión, puesto que no quedan ya ejemplares de la primera edición. Me parece que el libro es muy divertido, ya que es la reunión de cinco conferencias, transcritas tal cual de Internet en las que se han grabado también los comentarios y preguntas del público, a veces un tanto chuscas, pero siempre interesantes y divertidas. Los títulos de las conferencias capítulos son: 1. Extraterrestres en vuelo rasante por el Néguev, o cómo se escribió el antiguo testamento ¿Ovnis en la Biblia?. 2. Los orígenes del cristianismo. 3. La gnosis cristiana o el uroboros (el pez que se muerde la cola) espiritual. 4. Propaganda taumatúrgica: los milagros de Jesús. 5. El juicio final y el mundo futuro según el cristianismo primitivo. Las explicaciones son sencillas, por lo que creo que todo el mundo puede entenderlas. Segundo. La segunda noticia es el enlace a una entrevista que me ha hecho Jesús Bastante, Subdirector de “Religión digital”, la página de religión y cultura religiosa de “Periodista Digital”. Aquí va: https://youtu.be/LY-ej20nnQ8 Y el tercero: ha salido la segunda edición de mi obra “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino”. Trotta, Madrid, 2018. Y es nueva edición de verdad, porque incorpora un complemento en el Índice que creo muy importantes: el de las 20 “Aclaraciones” sobre el pensamiento paulino, que es el núcleo del libro. Por razones de espacio, no presente aquí el índice. Lo haré otro día. ¡Feliz Navidad a todos! Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Domingo, 16 de Diciembre 2018
NotasHoy martes 11 de diciembre 2018 a las 19.30 h pronuncio una conferencia-presentación del libro “Aproximación al Jesús histórico” (Madrid, Trotta septiembre 2018). Presenta y modera: Fernando García de Cortázar. Lugar: Museo de ABC, en c/ Amaniel 29 (cerca de la Plaza de España) en Madrid. Entrada libre.
Martes, 11 de Diciembre 2018
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
En el libro de F. Bermejo, “La invención del Jesús histórico (Madrid, Siglo XXI, 2018), que estamos comentando y en el capítulo dedicado a "Fuentes" se trata también naturalmente la mención de Tácito a la crucifixión de Jesús, en su obra “Anales” XV 44,2-3. Recuerdo el texto para los lectores: “Pero ni los recursos humanos ni la munificencia imperial ni las maneras todas de aplacar al cielo bastaron para acallar el escándalo o disipar la creencia de que el fuego había ocupado el lugar del orden. Por ello, para cortar los rumores, Nerón señaló como culpables, y castigó con la mayor crueldad, a una clase de hombres aborrecidos por sus vicios a los que la turba llamaba cristianos (chrestianos). [Cristo, de quien tal nombre trae su origen, había sufrido la pena de muerte durante el reinado de Tiberio, por sentencia del procurador Poncio Pilato (auctor nominis [«christiani»] eius Christus Tiberio imperitante per procuratorem Pontium Pilatum supplicio adfectus erat)], y la perniciosa superstición fue contenida durante algún tiempo, pero volvió a brotar de nuevo, no sólo en Judea, patria de aquel mal, sino en la misma capital (Roma), donde todo lo horrible y vergonzoso que hay en el mundo se junta y está de moda”. Sobre este texto se ha dicho casi todo. La discusión gira sobre si el nombre de Chrestus (en vez de Christus que parece luego) es original o no, y si el texto que va entre corchetes procede de la pluma de Tácito, o bien es una interpolación aclaratoria de un escriba cristiano. Bermejo sostiene, con razón, que Chrestus debe de ser original, ya que es la lectura más difícil. Si es así, Bermejo hace hincapié en que entonces este pasaje podría referirse no a los judeocristianos de Roma, sino “al grupo judío reprimido (expulsado de Roma) por Claudio” probablemente en el año 49 d. C., es decir, Nerón no habría perseguido a cristianos, sino a judíos simplemente, gente reincidente en la perturbación del orden público . Y se basa Bermejo, con otros autores, en que el nombre Chrestus coincide con el que trae Suetonio en su Vida de Claudio 41: “Como los judíos provocaban continuos tumultos a instigación de Chrestus, los expulsó de Roma (Iudaeos impulsore Chresto assidue tumultuantes Roma expullit). Chrestus = Cresto (“Útil”) sería, pues el nombre de un judío “normal” y no del Cristo-Mesías de los judeocristianos. Y, volviendo al texto de Tácito, respecto a la posibilidad de que el pasaje en el que se dice que fue crucificado por Poncio Pilato en tiempos de Tiberio, se inclina más bien por su historicidad. Expone primero las razones de los que creen en que es una interpolación (entre los que me encuentro, como expuse al final, en el Epílogo, en libro “¿Existió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate”, de Editorial Raíces, Madrid 2009): · El texto de Tácito se lee más fluidamente sin esa frase. · No resulta claro cuáles y como serían las abominaciones de los cristianos en virtud de las cuales eran merecedores de los más graves castigos. · Tácito utiliza un verbo en pasado (“la turba llamaba cristianos”) para referirse a los cristianos, algo que resulta extraño dada la presencia de muchos cristianos en Roma en el siglo II que es cuando escribe Tácito (hacia el 115). · Autores cristianos importantes, como Tertuliano y Lactancio, y otros, no hacen referencia alguna a una persecución general de los cristianos bajo Nerón, ni tampoco relacionan cualquier otra persecución con el incendio de Roma hasta el siglo IV, a pesar de que les habría sido muy útil a los apologistas cristianos, porque ponía de relieve la crueldad e injusticia del Imperio Romano contra los cristianos · Tácito denomina a Poncio Pilato “procurador”; se equivoca porque era “prefecto”. Bermejo cree que estas objeciones no tiene el peso suficiente como para considerar el texto una interpolación y que todo el texto tiene sentido como salido de la pluma de Tácito. Ni siquiera el leve error en la denominación del cargo de Pilato, error que cometen otros historiadores. Tácito probablemente se ciñó a una pura descripción de lo que creía respecto a los cristianos. Y en resumidas cuentas sostiene nuestro autor, al igual que la mayoría, que –de todos modos—lo único, y ya es bastante, que puede obtenerse de la reseña de Tácito es que creía totalmente en la existencia de ese personaje, para él un judío aborrecible, y además que había muerto en cruz por orden de un gobernador romano. Y añade que en la perspectiva de Tácito, y dando por supuesto el que Jesús fue condenado a la cruz por subversión contra el Imperio, sus seguidores merecerían el mismo castigo, puesto que van detrás de un criminal acusado de haber herido la majestad del emperador Tiberio Lo más interesante de lo aportado por Bermejo quizás esté en una nota de la p. 57, en la que afirma que la ausencia de menciones de una persecución de cristianos bajo Nerón (en Roma) supone también que no hubo persecución general contra esos mismos cristianos en el resto del Imperio y bajo el mismo emperador. Bermejo dice que “esta pretensión es discutible”. Pero no aporta más razones. En este caso me inclino a opinar que si no hubo persecución general contra los cristianos en Roma después del incendio, tampoco la hubo en el resto del Imperio. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com NOTA PARA LOS RESIDENTES EN MADRID El martes 11 de diciembre 2018 a las 19.30 h pronuncio una conferencia-presentación del libro “Aproximación al Jesús histórico” (Madrid, Trotta septiembre 2018). Presenta y modera: Fernando García de Cortázar. Lugar: Museo de ABC, en c/ Amaniel 29 (cerca de la Plaza de España) en Madrid. Entrada libre.
Lunes, 10 de Diciembre 2018
Notas
Escribe Antonio Piñero
Sigo con el comentario al capítulo de “Fuentes” del libro de F. Bermejo, “La invención del Jesús histórico”, Editorial Siglo XXI, Madrid 2018. Dijimos en una postal anterior que en teoría, y en la práctica, no existen argumentos lícitos que obliguen al estudioso de la vida del Jesús de la historia a restringir sus fuentes a los evangelios admitidos o canonizados por la Iglesia. Y afirmamos también que el “Evangelio de Tomás”, de Nag Hammadi podría ser un buen candidato para esta posible reconstrucción, en cuanto se refiere sus palabras. Teóricamente es posible que el autor, o los autores, gnosticizantes del siglo II haya(n) utilizado un material de dichos de Jesús que pueda remontarse al primer o segundo tercio del siglo I. Pero, de facto, y tras innumerables análisis, los estudiosos no se ponen de acuerdo en qué dichos de Jesús podrían ser antiguos entre los recogidos en el Evangelio de Tomás de Nag Hammadi. Se ha señalado que los logia 77 y 82 son posibles candidatos. He aquí el texto en traducción de F. Bermejo en “Todos los Evangelios” (Madrid, EDAF, 2008, pp. 448-449): 77. Jesús dijo: “Yo soy la luz que está sobre todas las cosas (“sobre todos”). Yo soy todo o “el Todo”). Todo vino de mí, y todo ha llegado hasta mí”. “Romped un madero: yo estoy allí. Levantad la piedra y me encontraréis allí”. 82. Jesús dijo: “Quien está cerca de mí está cerca del fuego. Y quien está lejos de mí está lejos del Reino”. Me parece que el que tiene más visos de ser auténtico es el 82. Bermejo critica luego con razón a J. D. Crossan (quien, en una monografía de 1991, traducida al español en 1994: “Jesús. Vida de un campesino judío”, Editorial Crítica, hace una estratigrafía de los dichos de Jesús, según la cual algunos de ello serían incluso anteriores o coetáneos con el Evangelio de Marcos) sosteniendo que tal estratigrafía es arbitraria, y que su defensa de un Jesús que había predicado un reino de Dios realizado solo en el interior de cada individuo (escatología realizada en contra de la escatología de futuro) se basa en textos que son muy probablemente adiciones posteriores a la escatología normal, de futuro, es decir, apocalíptica, que se muestra en los dichos 10, 82 y 111, que parece la más antigua y atribuible a Jesús. El más claro de los dichos de “escatología de presente” es el dicho 3: “3. Jesús dijo: “Si los que os guían os dicen: ‘¡He aquí que el Reino está en el cielo!’, entonces los pájaros del cielo se os adelantarán. Si os dicen: ‘(Está) en el mar’, entonces los peces se os adelantarán. En cambio, el Reino está dentro de vosotros y fuera de vosotros”. “Cuando os conozcáis, entonces seréis conocidos y comprenderéis que vosotros sois los hijos del Padre Viviente. Pero si no os conocéis, entonces estáis en la indigencia y sois la indigencia” (“Todos los Evangelios” (Madrid, EDAF, 2008, p. 441): Ciertamente –en mi opinión– este dicho está en la línea de Lc 17,20-21 (“Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros»), y no es atribuible al Jesús histórico. Por tanto el dicho 3 del Evangelio de Tomás, tampoco. Lucas, en el pasaje/contexto completo de esta sección de su capítulo 17 habla claramente de un reino de Dios futuro; y es imposible que el reino de Dios esté en el corazón de los fariseos; y, por último, un reino de Dios presente en los corazones, es una ficción lucana sobre todo, en mi opinión, para justificar el retraso de la parusía. He aquí los dichos 10 y 111 del Evangelio de Tomás de Nag Hammadi que Bermejo, con razón, piensa que tienen una escatología similar a la de los evangelios canonizados, y que tiene visos de ser la que correspondía al Jesús de la historia: 10. Jesús dijo: “He lanzado fuego sobre el mundo, y he aquí que aguardo hasta que prenda”. 111. Jesús dijo: “Los cielos y la tierra se enrollarán ante vosotros”. “Y quien vive gracias al Viviente no verá la muerte”. “¿(Acaso) no (es) que Jesús dijo (la fórmula introductoria de este logion es inusual. Puede que el escriba haya suprimido algo del texto): ‘Del que se encuentra a sí mismo, el mundo no es digno’?” (“Todos los Evangelios” (Madrid, EDAF, 2008, pp. 442 y 451 respectivamente). Y la conclusión de Bermejo es: “Dado que solo un número limitado de dichos (del Evangelio de Tomás) tiene trazas de remontarse a Jesús, este evangelio será usado con reservas (en la reconstrucción del Jesús de la historia”) (p. 45). Estoy de acuerdo. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Viernes, 30 de Noviembre 2018
Notas
Escribe Antonio Piñero
Continúo comentando el libro de F. Bermejo, “La invención de Jesús de Nazaret”, de Siglo XXI, Madrid 2018. Transcribo de nuevo el conocido pasaje en el que Flavio Josefo menciona a Jesús, denominado “Testimonio flaviano” (Antigüedades XVIII 63-64), muy sujeto a discusión: “Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de los hombres que acogen la verdad con placer y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Él era el Cristo. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de amarlo. Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él. Y hasta el día de hoy existe la estirpe de los cristianos, que se denomina así en referencia a él”. El pasaje fue ciertamente interpolado, en favor de Jesús, por escribas cristianos, después del 250 d. C. (momento en el que el teólogo cristiano Orígenes lo cita de un modo diferente). Eliminados, por renombrados estudiosos judíos (véase Louis Feldman, en la p. 48 del volumen IV de las Obras de Josefo de la Loeb Classical Library, de 1965), las frases más que dudosas, diría que imposibles, quedaría el texto así: “Por esta época vivió Jesús, un hombre [sabio]. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de hombres que acogen la verdad con placer, y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de amarlo. Y hasta el día de hoy existe la tribu de los cristianos, que se denomina así en referencia a él”. John P. Meier en el vol. I de su magna obra “Un judío marginal”, argumenta que este texto josefino es neutro/neutral respecto a Jesús, o que incluso se denota que veía su figura con simpatía. Pero F. Bermejo argumenta en contrario que esa interpretación es meramente apologética. El texto josefino recuperado no es neutro, sino en el fondo negativo para la imagen de Jesús. Argumentos: · El códice Parisinus Graecus del siglo XV recoge una interesantísima variante, que casi nadie señala, pero que es muy probablemente auténtica. No escribe “Jesús» en la primera línea, sino “un cierto Jesús”, lo cual es despectivo. · Hay varias expresiones en el texto griego que son negativas: -Así “la designación de Jesús como «maestro de hombres que acogen la verdad con placer» tiene el siguiente griego subyacente: tôn hedonéi t’alethé dechoménon, que parece positiva, pero el sintagma t’alethé déchesthai es usada en contextos muy negativos en las Antigüedades de Josefo, para referirse al comportamiento tumultuoso de la multitud (XVII 3289; XVIII 6)”. -Igualmente el sintagma “atrajo… a muchos”, en donde se usa el verbo griego epágomai, que puede tener el sentido negativo de “descarriar”, o “seducir”. -Dígase lo mismo del uso del vocablo christianus, que en latín (y griego oficial) tenía ya una connotación (a finales del siglo I) a menudo de carácter político y a veces sedicioso. · En dos manuscritos de los siglo VIII y IX, de la traducción de Rufino de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, que cita el Testimonio Flaviano (I 11,7), se lee “y se creía que este era el Cristo” (latín: et credebatur esse Christus), lo cual es muy distinto del “Este era el Cristo” que aparece en el texto normal. Y argumenta Bermejo que lo más verosímil es que lo original estuviera en la traducción de Rufino (“se creía que…”; que duda de la mesianidad de Jesús por parte de Josefo) y que luego se cambiara, por algún copista, en “Este era el Cristo”, atribuyendo esta contundente afirmación al historiador judío. Por tanto, la expresión original de Josefo era muy probablemente “se creía que era el Cristo. · El contexto en el que se encuentra. Bermejo comenta la opinión, ya añeja de Eduard Norden que el texto josefino se halla en Antigüedades en una secuencia de sucesos acontecidos bajo Pilato, cuyo mandato es descrito como una serie de disturbios. Y cada sección de la lista contiene términos como “alboroto” o desorden”. Es más que plausible que un término parecido hubiese sido eliminado por los escribas cristianos del texto acerca de Jesús, que es el único de la serie que carece de esos términos. · Por último: un original josefino más bien negativo, no neutro, explica mucho mejor el que los escribas cristianos se decidieran a interpolarlo. En el conjunto de su argumentación Bermejo omite un argumento mío, que es decisivo, y que le hubiera venido muy bien, y que creo conoce perfectamente, porque lo he publicado anteriormente en el epílogo del libro “Existió Jesús realmente. El Jesús de la historia a debate”, Madrid, Raíces, 2008, p. 340, en el que Bermejo participó con dos capítulos. Últimamente, en un libro que no ha podido conocer el autor, ni yo el suyo porque aún no había salido (“Aproximación al Jesús histórico”, Trotta, Madrid, septiembre 2018, p. 31) he aumentado el impacto del argumento del siguiente modo, que cito literalmente: Casi todos los investigadores mencionan este famoso pasaje tal cual lo hemos transcrito al principio, aislándolo de su contexto y considerándolo en sí mismo, pero pocos hacen hincapié en el final del texto sobre Jesús que sirve de empalme con el siguiente y que me parece iluminador: “Y por el mismo tiempo (de Jesús) ocurrió otra cosa terrible (héteron ti deinón) que causó gran perturbación entre los judíos (ethorýbei toùs ioudaíous)”. Ciertamente el pasaje de Antigüedades XVIII 65 aclara mucho. De él se trasluce que el núcleo del testimonio de Flavio Josefo sobre Jesús estaba dentro de una lista de personajes y sucesos tristes y malos que impulsaron a los judíos a la desastrosa sublevación del 66 d.C. Por tanto, el historiador judío estaba dando unos breves toques sobre tipos dañinos para el judaísmo y en concreto menciona la vida de un personaje mesianista, Jesús de Nazaret, cuya existencia había causado daños al pueblo judío, pues había potenciado las expectativas mesiánicas; había contribuido notablemente al ambiente exaltado general que llevó al pueblo judío a la catástrofe del año 70 d.C.: destrucción de Jerusalén del pueblo, de gran parte del país, innúmeras gentes hechas prisioneras y esclavas, y muchos muertos. Flavio Josefo no tenía ningún interés en inventarse la existencia de un Jesús nefasto y colocarla dentro de una lista de personajes para él desastrosos. Luego, si eliminamos los retoques cristianos, el pasaje es un testimonio directo de la existencia de Jesús. Por tanto, el texto no puede eliminarse alegre y desenvueltamente de la discusión, como si todo él fuera un añadido voluntario, con ánimo falsario, por obra de un escriba cristiano que apoyaba así la existencia de un personaje que en el fondo era un puro mito. El argumento ser revela insostenible. Lo único que hizo el escriba cristiano fue manipular el texto y presentar a Jesús a mejor luz. Así el retoque consistió en a) eliminar un posible principio del texto que ponía a Jesús dentro de una lista de personajes indeseables; b) añadir tres frases (las arriba destacadas); c) cambiar la más que probable palabra de Josefo sophistés, “sofista” (Jesús era un sofista más) por sophós = “sabio”. Teniendo todo esto en cuenta, no es extraño que el texto de Josefo reconstruido por R. Esissler en su obra de 1931 Jesús rey que nunca reinó sea bastante plausible y haya comenzado del siguiente modo: “Por aquel tiempo ocurrió el inicio de nuevas perturbaciones: Jesús, varón sofista… (archè néon thorýbon)”. Si algún lector quiere leer ampliamente los argumentos de Bermejo respecto al Testimonio flaviano, puede acudir a mis Blogs de Periodista Digital o Tendencias21, utilizando el siguiente buscador: http://mynorte.com/cristoria , con el lema Testimonium Flavianum, del 12 al 26 de junio del 2013. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html P. D. Mi página Web www.antoniopinero.com, que hizo y mantiene el muy famoso webmaster Guillermo León (el mismo que hace la página oficial de IV Milenio, y creo que otras de Iker Jiménez) está ya al día, y puede consultarse también mi currículum, igualmente actualizado.
Lunes, 26 de Noviembre 2018
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Solo una breve nota para una, también breve, información: Hace unos días la Editorial Trotta de Madrid, me hizo una entrevista breve, de –creo– unos diez minutos, como explicación/promoción del libro, recientemente publicado (10 septiembre 2018) por la Editorial y cuyo título es “Aproximación al Jesús histórico”. Esa entrevista inauguró el nuevo canal de YouTube de la Editorial. Me escriben: “Estamos muy contentos con la buena acogida que ha tenido en nuestras redes sociales, y esperamos que el resultado sea también de tu agrado. Te facilito el enlace directo al vídeo: www.youtube.com/watch?v=zS9Gcapz7hU&t=0s. Nos vemos pronto en la presentación de tu libro”. Al recibir este correo, se me ha ocurrido informarles. De paso decirles también que esa futura presentación del libro será en Madrid, en el Centro del periódico ABC tiene en la calle Amaniel 29, a las 19.30 hombres, el día 11 de diciembre 2018. Habrá, según creo, una breve introducción a la conferencia por parte del afamado historiador Fernando García de Cortázar. Como se trata de un libro de introducción histórica a como trazar desde el punto de vista de la historia científica la figura y misión de Jesús de Nazaret es muy bueno que el presentador y el conferenciante tengan en parte ideas distintas sobre el personaje. Eso enriquece las perspectivas y la libertad de elección de los futuros lectores. Desde luego, el personaje Jesús no deja indiferente a casi nadie. Cuando se acerque el día, volveré a anunciar la presentación. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Jueves, 22 de Noviembre 2018
Notas
Escribe Antonio Piñero
Sigo comentando el libro de F. Bermejo, “La invención de Jesús” (Siglo XXI, Madrid 2018). Es muy interesante, me parece, dentro de la primera parte de la obra, en el primer capítulo, la breve pero sustanciosa sección dedicada por el autor a los “Evangelio canonizados” (sic, p. 34; n. 18. Bermejo sigue aquí –en una obra de 2008, citada en la bibliografía– a Enrico Norelli, conocido coautor, con Claudio Moreschini, de una historia de la literatura cristiana, griega y latina, primitiva (B.A.C., serie Maior, Madrid, números 83 y 86, 2007), porque la expresión indica con claridad que la canonización fue un proceso, no un decreto simple, y porque la expresión ayuda a considerar el valor histórico de estas obras. Resumo y valoro los argumentos de Bermejo. Los evangelios tratan de la vida de Jesús y podrían ser clasificados literariamente como obras pertenecientes al género de la biografía antigua…; es cierto. Pero ante todo –argumenta– son “buenas noticias”, con lo que se constituyen como textos proclamadores de la obra de salvación realizada por Dios a través de Jesús. Y este sesgo es teología, ni historia. El Cuarto Evangelio lo afirma expresamente, pues fue redactado para fortalecer la fe en Jesús como mesías, de modo que el lector pudiera obtener la salvación, “la vida” (Jn 20,30-31). La biografía evangélica, además, carece del “refinamiento lingüístico y filosófico de las biografías grecorromanas” (n. 26; p. 36) y se parecen mucho más a historias populares judías de salvación. La tendencia de los evangelios a mover el ánimo de los lectores, y a suscitar o confirmar la fe en Jesús, explica el abundante uso de material legendario en sus escritos, como las apariciones angélicas, la concepción virginal de Jesús, o material taumatúrgico, en especial los milagros contra la naturaleza. Este tipo de narraciones carece de fiabilidad histórica. Bermejo señala también los anacronismos del relato evangélico. Se refiere ante todo a la presentación de los sucesos no a la luz de lo que ocurrió realmente (sin duda pueden ser en parte así), sino de un modo “contaminado” por la perspectiva normal del momento en el que se escribieron, a saber, cuarenta a setenta años después de la muerte de Jesús. Un ejemplo: la presentación de todo el pueblo de Jerusalén y sus autoridades como absolutamente hostiles, a muerte, respecto a Jesús es propia, y pude entenderse muy bien, del último cuarto del siglo I, pero es inverosímil en torno al año 30 e.c. Sin embargo, es perfectamente comprensible que se presentara así a los judíos en aquellos años, tras la Guerra judía, en los que se recomponía el pueblo judío, y en los que sus jefes, fundamentalmente fariseos, se manifestaban muy hostiles contra los judeocristianos, ya que estos suponían una fractura importante de la vida espiritual judía, en momentos trágicos en los que convenía a toda costa la unanimidad. Por otro lado, señala nuestro autor que las biografías antiguas eran ante todo laudatorias, encomiásticas, y estaban interesadas más en resaltar los aspectos positivos de la vida y personalidad de los biografiados que la mera descripción histórica de dichos o hechos. El interés laudatorio conlleva la tendencia a la distorsión. Bermejo rechaza con razón el argumento de que es casi imposible que los evangelios hubieran presentado una “versión muy distinta a Lucas realmente acontecido” (p. 37): sí es posible –razona– porque habían pasado ya muchos años después de la muerte del héroe de la historia, Jesús, porque los autores no eran “palestinos” (personalmente no me parece oportuno hablar de Palestina hasta la época de Adriano, después del 135 e.c., ya que los romanos llamaban Judea o Galilea al territorio de Israel, y los judíos se referían a su tierra como Israel os la “tierra de Israel”), sino gente de la diáspora que no entendían bien a sus colegas israelitas. Además, los dichos de Jesús –y quizás el relato de algunas acciones, como exorcismos o curaciones, fueron redactados en arameo y luego traducidos al griego. Es evidente que el paso de una lengua a otra, de una óptica e ideología a otra, de una mentalidad campesina de Galilea a otra urbana, propia de los autores evangélicos, conlleva cambios serios a la hora de la transmisión. Además no tenemos noticias fiables de que hubiera una información sobre Jesús “formalmente controlada” como pretenden algunos estudiosos. El autor argumenta que los autores evangélicos tenían una mentalidad muy distinta a los discípulos de Jesús, una mentalidad ahormada por los acontecimientos traumáticos de la inesperada muerte de Jesús y sus consecuencias, y sobre todo por los catastróficos resultados de la gran Guerra, que se inició en el 66 e.c. Ejemplo: en los años 30, más o menos, fecha de la muerte de Jesús, hubiera sido imposible presentar a un prefecto, como Poncio Pilato, abogando por la inocencia de alguien al que podía tachar con toda razón de sedicioso contra el Imperio, y al que acabó crucificando. Pero a partir del año 70 sí era posible. Además a los judeocristianos y paganocristianos les interesaba muchísimo que no le confundieran con judíos sin más, herederos de aquellos que se habían levantado en armas contra el Imperio. Es posible, por otro lado, que los escritores evangélicos no estuvieran en condiciones de “verificar la historicidad” de lo que narraban, o que ni tuvieran demasiado interés en hacerlo. Su obras estaban destinadas para el “consumo interno” de las comunidades a las que iban dirigidas, y ante todo había que legitimar y “reivindicar la figura de Jesús… y demostrar la adhesión de este al Bien” (p. 38). Es muy interesante en este capítulo, aunque haya sido señalado muchas veces, el amplio párrafo en el que nuestro autor hace una sinopsis de las concomitancias del relato de la pasión de Jesús en el Evangelio de Marcos y sus múltiples contactos con las Escrituras hebreas. Son tantos y tan sólidas las pruebas de esa concomitancia (Salmos; Profetas; Proverbios, etc.) que surge inmediatamente en el lector la duda de si algunos hechos de la pasión –que muestran contactos verbales con pasajes de la Biblia hebrea o de los Setenta– no son un producto histórico, sino más bien que hayan sido construido para que ese hecho o dicho de Jesús concuerde con lo que previamente había sido “vaticinado”. Y esa falta de verosimilitud histórica, o las dudas del estudioso moderno suscitadas por tanta concomitancia con el texto sagrado, se acrecienta –en opinión razonada de Bermejo– cuando se cae en la cuenta de que el guion de la pasión de Marcos coincide con un mito literario judío firmemente asentado en la Biblia: el del justo injustamente perseguido a hasta la muerte y la vindicación por parte de Dios (pp. 39-40 con referencias a autores modernos). El condicionamiento por lo legendario de posibles detalles históricos (por ejemplo, que Jesús tuvo discípulos), se muestra, también en las narraciones que relatan la vocación/llamada de esos discípulos por parte de Jesús y cómo estos le siguieron abandonando al instante riquezas y pingües negocios (Pedro/Andrés; hijos de Zebedeo; Mateo/Leví). El autor califica estas historias de absolutamente inverosímiles en sí, y refuerza su argumento con la idea de que el esquema “llamada divina y seguimiento/conformidad” es un mito literario bíblico, presente ya en el caso de Abrahán (Gn 12,1-5), o en el de Eliseo respecto a su maestro Elías (1 Re 19,19-21 = p. 40). Los relatos, pues, de seguimiento están condicionados, muy probablemente, por los textos bíblicos. Bermejo deduce en consecuencia que los autores evangélicos “editan” los dichos y hechos de Jesús por medio de un tratamiento del material que llegó a sus manos (oral o escrito) omitiendo información relevante, añadiendo otras cosas de su cosecha, lo que puede “generar anacronismos”, y cambiando la formulación de lo recibido/transmitido, de modo que el lector lo entienda en un sentido concreto y no en otro. Todo ello generó anacronismos, como se ha apuntado, y sobre todo inverosimilitudes en el relato evangélico, lo que mina su posible historicidad. Por último, me parece razonable la posición del autor cuando afirma su postura contraria a un escepticismo radical respecto al contenido histórico del material evangélico y la posibilidad de no caer en un desánimo absoluto a la hora de obtener datos fiables de la tradición sobre Jesús. Sí se puede, pero –argumenta– con ayuda de una crítica extrema y de “un modo limitado y cauteloso”. El contenido de los evangelios “no es en rigor la figura histórica de Jesús, sino más bien lo que ciertas personas en el siglo i e.c. quisieron que pensáramos sobre Jesús” (p. 41). Estoy de acuerdo con lo expresado en esta sección. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Miércoles, 21 de Noviembre 2018
Notas
Escribe Antonio Piñero
Foto: Cubierta del libro de F. Bermejo Sigo, como escribí en la presentación del libro el día anterior, con mi comentario al excelente libro del Dr. D. Fernando Bermejo sobre la “Invención de Jesús de Nazaret”. Y seguiré comentando, dure lo que dure, que no lo sé, a menos que note –por medio de los contadores electrónicos de visitas, o por algún que otro comentario– que los lectores se aburren del tema en general. Espero que no sea así, porque cada postal tendrá una temática diferente, al menos parcialmente. En el capítulo I, “Las Fuentes”, en la primera sección, argumenta el autor que, a la hora de investigar sobre el Jesús de la historia no disponemos de fuentes arqueológicas directas, sino solo textos. Es cierto; fuentes arqueológicas son solo indirectas, por supuesto, y sólo del entorno social, histórico, topográfico, etc.; tampoco numismática, que queda reservada para reyes y poderosos. Añade Bermejo que la distinción entre fuentes canónicas y extracanónicas a la hora de investigar carece de razón lógica, puesto que en tiempos de Jesús y hasta bien entrado el siglo II no sentían judeocristianos y paganocristianos la necesidad de hacer distinción alguna. La distinción entre apócrifos y “canónicos” comienza a hacerla en la práctica Ireneo de Lyon en su obra “Contra las herejías” (170-180); se ve con toda claridad en el Canon de Muratori (si es que puede fecharse hacia el 200 y si su redacción tuvo lugar en Roma, la comunidad “cristiana” más importante en el 200); y se ve clarísimamente en los papiros, cuyos testimonios evangélicos más antiguos (menos el Papiro 52 del Evangelio de Juan, fechado paleográfico más o menos hacia el 150; y el P 46 que tiene solo fragmentos de cartas de Pablo) son el P 64, P66, P75, P90, P104, no traen ya ningún texto evangélico –que yo sepa– que más tarde fue considerado apócrifo. Ahora bien, si se examinan los índices de la obra de Bermejo no se ven citas del Evangelio de Tomás de Nag Hammadi ni del Evangelio de Pedro, ni del Papiro Egerton, ni de los Evangelios apócrifos Estoy por tanto de acuerdo con el autor: la eliminación sistemática de las fuentes extracanónicas (en concreto evangelios apócrifos) del panorama mental del investigador, carece de fundamentación lógica. En la práctica, sin embargo, la utilización de los diversos posibles evangelios (de Tomás de Nag Hammadi; de Pedro; Papiro Egerton) no aparece, como utilizados en el Índice analítico. Es cierto que los judeocristianos y paganocristianos del siglo II, hasta la época más o menos, en la que se extendió el “Contra las herejías” de Ireneo de Lyon (compuesto hacia 170-180) y el Canon de Muratori (suponiendo que sea correcta la fecha más menos hacia el 200, y que su lugar de composición, discutido, fuera Roma, la comunidad, económica y socialmente más potente de la cristiandad). En realidad hay que esperar hasta el 320, más o menos con Eusebio de Cesarea Historia Eclesiástica 3, 25, 1-7, y al 367, con la Epístola festal de Atanasio de Alejandría, para tener listas de obras sagradas como hoy día. Es cierto además que tenemos que otra seguridad: en los primeros papiros del Nuevo Testamento, los que traen textos de los evangelios (el P46 solo tiene fragmentos de Pablo), como el P64, P66, P75, P104 al P111, son de finales del siglo II o de primeros del III. Respecto a Pablo de Tarso argumenta el Dr. Bermejo que “parece no haber conocido personalmente a Jesús” (p. 30). Es posible. A mi entender, y después de muchos años intentando “meterme en la piel” del Tarsiota, opino que es más probable que lo conociera (Pablo al fin y al cabo sería unos 10 años más joven que Jesús), o que hubiera oído hablar de él, pero ciertamente que no le interesó en absoluto (2 Cor 5,16: “Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así”)… “en adelante”; no anteriormente. Al Tarsiota no le interesó después de su “llamada” más que el Jesús crucificado-resucitado-entronizado. Y ciertamente también, como afirma Bermejo, es relativamente poco pero importante, lo que podemos obtener en orden a la reconstrucción del Jesús histórico de las cartas de Pablo. El examen de las cartas paulinas “permite constatar que en ellas existe media docena de referencias explícitas a «palabras del Señor»” (p. 30). Y enumera 1 Tes 4,15-17 (parusía); 1 Cor 7,10-11 (divorcio); 7,25 (soltería); 9,14 (derecho a vivir del evangelio); 11,23-26 (cena del Señor); 14,37 (confirmación de su idea que en la profecía durante las reuniones litúrgicas debe reinar el orden). Y estoy también de acuerdo con el autor en que Pablo no hizo mucho caso al Nazareo/Nazareno porque en 1 Cor 9,14 (véase arriba) no sigue el consejo de Jesús. Es muy atinada la observación de que hay otros pasajes en los que se percibe claramente cómo Pablo conoce la tradición que subyace a la narración sinóptica (Marcos; Mateo y Lucas). Cita así 1 Tes 5,2 = Mt 24,43; Rm 14,14 = Mc 7,14-15, y alusiones al Sermón de la Montaña. De ahí deduce con razón que “cuando el material implícito se añade (Bermejo escribe un tanto a la inglesa, cuando bebe de fuentes inglesas; escribe “es añadido”, cuando el español prefiere sin duda alguna la forma activa) a las citas explícitas, la probabilidad de que Pablo estuviese familiarizado con la tradición subyacen a los evangelios se incrementa” (p. 31). J. D. G. Dunn, que no es santo de su devoción ni mío tampoco, ha señalado en su obra The Theology of Paul the Apostle, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1998, pp. 190-195, que hay más o menos un centenar de alusiones a esta tradición). Pablo conoce probablemente una historia de la pasión de Jesús (“que presenta semejanzas con el núcleo de lo narrado en los evangelios”, p. 32 de Bermejo), hace referencias al reino de Dios (aunque un reino espiritualizado; aquí nuestro autor cita en nota 15 a la p. 33 a J. K Elliott, “Questioning Christian Origins”, SCM Press, Londres 1982, p. 147; se trata en mi opinión de una cita muy poco apropiada, aunque no vaya en contra de la idea general de la p. 33 de la obra que estoy comentando. Sin embargo, a propósito del reino de Dios en Pablo, podría haber citado Bermejo en castellano la “Guía para entender a Pablo”, que conoce perfectamente, segunda edición, Trotta, 2018, pp. 98-100; más accesible y con mucha más información para el lector); llama a Jesús christós que es igual a mashiaj, mesías; y se vislumbra que Jesús muere como pretendiente regio (p. 32). De acuerdo también en que esta escasez no es llamativa, porque Pablo no tenía intereses historicistas, sino puramente religiosos, y porque estaba convencido de que a priori no podría haber contradicciones entre el Jesús de la historia y la revelación sobre el como mesías, Hijo de Dios y salvador que había recibido del Padre (Gal 1,16), o bien de Jesús mismo (Gal 1,12). Por eso no fue a Jerusalén, a los tres años de su llamada (Gal 1,18) y luego catorce años más tarde (Gal 2,1) a recabar información sobre Jesús, sino para especialmente para recibir la confirmación por parte de las “columnas de la Iglesia” (Pedro, Juan y Santiago, el hermano del Señor” (Gal 2,9) de que el “evangelio” que el predicado era del todo punto correcto. En conclusión: poco sabemos del Jesús histórico por parte de Pablo. Pero lo que hay no contradice en nada (excluida naturalmente la resurrección, que pertenece al ámbito de la fe y de la teología) a una reconstrucción plausible del Jesús histórico como un pretendiente mesiánico, al menos al final de su vida. La conclusión de Bermejo es acertada. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Lunes, 19 de Noviembre 2018
|
Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
Secciones
Últimos apuntes
Archivo
Tendencias de las Religiones
|
Blog sobre la cristiandad de Tendencias21
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |