CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos comenando el pasaje de Gálatas 2,15-21

Cuando Pablo formula esta tesis radical –y blasfema a oídos de los judíos- “Nadie se salva por guardar la ley de Moisés, sino por la fe en Cristo”, está pensando en un adulto tanto judío como pagano, y supone que por mucho que este individuo intente observar las obras prescritas por la ley de Moisés, comenzando por la circuncisión y de ahí las otras normas, Dios jamás lo declarará justo si antes no cree en el valor del sacrificio expiatorio de la muerte de Jesús en la cruz.

Por tanto, la “justificación” se consigue por la fe, no por intentar “hacer las obras” de la Ley.

Ahora bien, una vez que el hombre está “justificado”, es decir salvado, –ciertamente por gracia divina, pues llegar a esa fe supone una “llamada” graciosa de Dios—, entonces tendrá que realizar obras buenas conforme a su fe (contrástese con Sant 2,14-26).

Entonces pueden darse dos casos:

• Si es un cristiano convertido desde el judaísmo, las obras buenas de su vida podrán ser las mismas que antes: atenerse al cumplimiento de la ley mosaica (con todos sus preceptos respecto a la circuncisión, leyes sobre pureza y sobre los alimentos, etc.), es decir lo mismo que antes de bautizarse como cristiano. Pero, en teoría, si no quisiera cumplir la ley ritual de Moisés (por ejemplo, comiendo con los paganos convertidos, incircuncisos, con lo que en teoría quedaría impuro), se salvaría igualmente.

• Si el que se convierte al cristianismo procede del paganismo, no está obligado a cumplir los preceptos específicos de la ley de Moisés, sino los que le dicta la conciencia y la razón natural: la ley natural, que en lo fundamental coincide con el Decálogo. En el resto, observará lo que le recomiende la Iglesia. Y desde luego nada de circuncidarse o de observar las fiestas estrictamente judías o las normas respecto a los alimentos.

Es preciso insistir en que, según Pablo, es necesario –en la vida posterior a la justificación por la fe — seguir realizando obras buenas. Esta insistencia vale para evitar malentendidos sobre la doctrina del Apóstol, malentendidos que de hecho comenzaron a darse ya en la Iglesia primitiva (había algunos creyentes libertinos que tenían mucha fe, pero que se entregaban a la vez a los placeres ilícitos del cuerpo).

Según el Pablo de Gálatas y Romanos, el ser humano “justificado por la fe” no puede pecar a su gusto con tal de preocuparse a la vez de mantener la fe, ya que sabe que sólo la fe “justifica”.

Actuar así sería entender mal a Pablo. Si alguien proclamara “tengo mucha fe y por tanto cometo los pecados que quiero, ya que mi fe, cada vez más fuerte es la que me salva” (pecca fortiter, sed crede fortius: "peca fuerte, pero cree con más fuerza"), ofendería a Pablo y no habría entendido nada.

La verdadera teología del Apóstol se resumiría del siguiente modo:

“El hombre se salva por la fe, cierto, pero tiene que practicar las obras que le exige esa fe; tras ser salvado por la fe será juzgado por Dios al final de su vida por sus obras”.

Este tema, tan importante, será vuelto a tratar en la Carta a los romanos.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” trato del siguiente tema:

“¿Es auténtico el dicho de Jesús recogido en Mt 11,2-6?”

Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha.

Saludos de nuevo



Viernes, 3 de Abril 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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