CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Los interlocutores de Pablo. Cuestiones disputadas en torno a Pablo de Tarso. Diario de abordo de un diálogo (VI) (508)
Hoy escribe Carlos A. Segovia

12 B) ¿Quiénes son los interlocutores polémicos de Pablo? ¿Los judíos? ¿Ciertos judíos únicamente? ¿O más bien ciertos prosélitos?

C. A. S
. — Ésta es una cuestión apasionante y, en mi opinión, uno de los temas clave en la interpretación contemporánea de Pablo, hasta el punto de que clarificarla puede contribuir a que nos representemos de otro modo (de un modo radicalmente otro) el mensaje paulino. ¿Qué ocurriría si los interlocutores polémicos de Pablo fueran, sobre todo, prosélitos, o bien ciertos prosélitos y ciertos judíos de cuya autoridad podían ellos reclamarse y ante la que trataban de hacer méritos? Hay importantes indicios de esto en el vocabulario de Gálatas, especialmente en 4,17: “Los celos que esos muestran por vosotros no son buenos, sino que quieren aislaros de mí para que os mostréis celosos de ellos”; y 6,12-13: “Los que quieren ser bien vistos en carne, ésos os fuerzan a circuncidaros, con el único fin de evitar la persecución por la cruz de Cristo. Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan guardan la Ley, sino que desean solo que os circuncidéis para gloriarse en vuestra carne”.

Muchos sostenemos hoy que Pablo no discutió el valor ni el alcance de la ley judía, sino únicamente la postura de aquellos que trataban de imponérsela a los gentiles. Ahora bien, ¿quiénes eran realmente éstos?, ¿quiénes podían vanagloriarse de su condición ante los gentiles que buscaban incorporarse a Israel?, ¿quienes podían enorgullecerse de haber sido circuncidados (Gal 6,12-3) y, por esa razón, rechazar que los gentiles seguidores de Cristo pudieran legítimamente sumarse a Israel sin circuncidarse y sin hacer suyos los preceptos de la ley judía?, ¿quiénes podían querer llamar la atención sobre sus esfuerzos y renuncias (Gal 4,17) e imponer a esos potenciales nuevos conversos los mismos ritos por los que ellos habían tenido que pasar? ¿No es lógico suponer que Pablo escribe ahí contra ciertos prosélitos encargados de supervisar la incorporación de los temerosos de Dios a Israel?

A. P. — Una vez que se ha llegado al axioma (¡indemostrado!, pero se ha llegado) de que “Pablo jamás habló mal de la Ley judía” y de que “Pablo cuando habla de la Ley jamás se refiere a los judíos”, ¡es absolutamente necesario que los adversarios de Pablo no sean judíos! El truco es encontrar un adversario que no sea judío y sea judío: ¡ajá!, ¡los prosélitos! Veamos los textos. Teóricamente no sería absolutamente imposible que los dos pasajes citados de Gálatas se refirieran a prosélitos. Lo concedo. En cuanto tal (salvo diferencias internas, como que no pueden casarse con la hija de un sacerdote, etc.) son indistinguibles los prosélitos de los judíos. ¡Pero el lenguaje de Gal 6,12-13, sobre todo el v. 13, tiene enormes concomitancias con Romanos 2,21-23 “Pues bien, tú que instruyes a otros ¡a ti mismo no te instruyes! Proclamas: ¡No robar! y ¡robas! 22 Prohíbes el adulterio, y ¡adulteras! Aborreces los ídolos, y ¡saqueas sus templos! 23 Tú que te glorías en la Ley deshonras a Dios por su transgresión” como para no deducir que Pablo se está refiriendo a judíos y no a prosélitos! Los oponentes de Pablo son judíos. El famoso “maestro” judío es judío, ¡adversario de Pablo en Romanos!, y no un prosélito. ¿De quien recibió Pablo cinco veces cuarenta latigazos menos uno (2 Cor 11,24) ¿De los prosélitos? Basarse en esos textos de Gálatas es muy poco para fundamentar una teoría general de tanto alcance. Y ¡claro que Pablo habló mal de la ley judía! Lo que hay que precisar es de qué parte de la Ley y por qué.

13) ¿Quiénes son los destinatarios del evangelio de Pablo? ¿Los gentiles? ¿Los judíos? ¿Unos y otros? Y, si se sostiene lo primero, ¿es posible deducir de lo que Pablo dijo a los gentiles lo que podría haber dicho, ex hypothesi, a sus hermanos judíos?

C. A. S. — El hecho de que, recurrentemente, Pablo se presente a sí mismo como “apóstol de los gentiles” (añádase: y lo que afirma en Romanos 15,15-16: “Sin embargo, os he escrito con demasiada audacia, como para reavivar vuestra memoria en virtud de la gracia a mí dada por Dios, 16 de ser ministro de Cristo Jesús para los gentiles, ejerciendo el sagrado oficio del evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles sea aceptable, santificada por el Espíritu Santo” ), inclina la respuesta, a mi entender, a favor de la primera opción: Pablo habla para los gentiles, no para los judíos.

A la vez y sin embargo, él mismo señala que a quienes no están circuncidados se dirige de una manera, y a quienes están circuncidados de otra (1 Corintios 9,19-23: “Pues siendo libre de todas estas cosas, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda. 20 Con los judíos me he hecho como judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley, aunque no estoy bajo la Ley, para ganar a los que están bajo la Ley. 21 Con los que están sin ley, como quien está sin ley, aunque no estoy sin la ley de Dios sino bajo la ley de Cristo para ganar a los que están sin ley. 22 Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a algunos a toda costa. 23 Y todo esto lo hago por el evangelio, para ser partícipe del evangelio”).

¿Cómo conciliar ambas cosas? Respuesta: entendiendo a) que Pablo no sólo se dirigió a los gentiles y b) que, en las cartas suyas que se nos han conservado, únicamente se dirige a ellos. La universalización del discurso paulino es a mi juicio, junto con la transformación de su estilo dialógico en autoritativo, uno de los rasgos distintivos del deuteropaulinismo —y, por extensión, uno de los principales problemas inherentes a la interpretación tradicional de Pablo.

A. P. — Naturalmente, Pablo se dirige en primer lugar a los gentiles. Pero no entiendo este exclusivismo: al responder a sus necesidades habla el Apóstol de lo que significa lo sucedido con Cristo al final de los tiempos y de cómo este evento afecta también a los judíos. Igualmente habla de sí mismo como judío, y de cómo le afecta todo ese evento; e igualmente da por supuesto que lo sucedido en Cristo afecta también a la Iglesia judeocristiana de Jerusalén. Ya he dicho que este grupo es sólo tal –es decir, es una comunidad judeocristiana, por creer en Jesús como el mesías de Israel, aun aceptando que existe un “evangelio”, es decir, un mensaje para ellos y otro para los gentiles en cuanto a las obligaciones de la Ley (Gálatas 2,7). En cuanto a la “universalización del discurso paulino” más problemas veo yo en hipótesis muy generalistas y poco probadas con textos específicos que en el análisis de lo que nos ha quedado de las cartas de Pablo.


Saludos cordiales,
Carlos A. Segovia

Domingo, 21 de Abril 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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