Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Final de los HchNerAqu Último intento de Aureliano para conquistar a Domitila Llegó entretanto Aureliano con los magistrados Sulpicio y Serviliano, pretendientes de las doncellas Teodora y Eufrosine, las amigas de Domitila. Portaban tres órganos preparados para la solemne celebración de las bodas de las tres doncellas en un solo día. Pero sucedió que los dos magistrados vieron los milagros realizados en el ciego y en la muda, y creyeron en Cristo. Aureliano les suplicó que los tres celebraran simultáneamente las bodas. Ellos le respondieron que veían el poder de Dios en el ciego iluminado y en la mudita parlante, curados en ambos casos por la oración de Domitila. Aureliano, sin hacer caso de sus dos amigos, ordenó que Domitila fuera encerrada en su propia habitación para poder forzarla sin problemas. Sacaron entonces los órganos y empezaron todos a bailar según la costumbre de las bodas. Aureliano bailó como loco sin descanso durante dos días y dos noches hasta que extenuado expiró. Los presentes vieron en el lance una señal de Dios y creyeron en Cristo. El hermano de Aureliano, llamado Luxurio, pidió al emperador Trajano que le diera licencia para obligar a todos a ofrecer sacrificios a sus dioses. Los que se negaran serían castigados con variados tormentos. Entregó a Sulpicio y a Serviliano al nuevo prefecto de la ciudad, de nombre Aniano. El prefecto, sabiendo que eran cristianos y que se negaban a sacrificar a los dioses, ordenó decapitarlos a espada. Los cristianos recogieron sus sagrados despojos y los depositaron con grandes honores a dos millas de la ciudad de Roma en la vía Latina. En el lugar siguen floreciendo los poderes de su santo martirio en favor de los peregrinos que visitan el santuario. Muerte de Domitila y compañeras vírgenes Se dirigió luego Luxurio a Terracina a buscar a las vírgenes de Cristo. Como se negaron a sacrificar, las encerró en una habitación con todas sus pertenencias y ordenó prenderles fuego con la idea de quemarlas vivas. Al día siguiente llegó el diácono Cesáreo y encontró sus cuerpos ilesos sin haber sufrido quemaduras. Domitila y sus compañeras vírgenes estaban recostadas boca abajo y orando. Así habían subido hacia el Señor. El santo Cesáreo “ungió con mirra sus venerables reliquias y las enterró en un cofre nuevo en Cristo Jesús Señor nuestro, a quien sea toda la gloria, el honor, la fuerza, la grandeza y la magnificencia con el Padre sin principio, y el Espíritu Santo y vivificante, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén” (c. 25,2). (Cuadro de santa Domitila con los santos Nereo y Aquiles) Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Lunes, 22 de Abril 2013
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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