CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía XII

En la isla de Árados, Pedro dialoga con la mujer mendiga

Mientras los curiosos visitaban las artísticas vigas y otros monumentos, Pedro tuvo una conversación con una mendiga que le había llamado poderosamente la atención. Aquella mendiga, pobre y enferma, resultaba ser la madre de Clemente y de sus dos hermanos Nicetas (Faustino) y Aquila (Faustiniano). La casualidad había reunido a los perdidos miembros de la familia romana en un mismo lugar. Sumidos todavía en la ignorancia de sus respectivas personalidades, vivían sus últimos momentos de seres desconocidos. La Homilía XII recogía los detalles de un feliz reconocimiento.

El mismo Pedro comenzó sospechando la realidad que tenía ante sus ojos, pero el relator, el “Yo, Clemente”, tan reiteradamente aludido en el texto de toda la obra, buen narrador, añadía detalles que sembraban en el lector nuevas incertidumbres. Iban enmascarados en el interés de la mendiga por ocultar su auténtica personalidad. Pero la narración que hizo Clemente sobre su familia y las circunstancias de su dispersión habían dejado impresionado a Pedro y poseedor de datos interesantes para descifrar el misterio de aquella familia. Las bases del viaje de Matidia con sus gemelos en un sueño fingido, los nombres auténticos de los jóvenes, el naufragio y sus consecuencias.

Todo iba incluido en el contexto de la enfermedad de la mendiga y su anhelo por recuperar a sus hijos desaparecidos en la fatídica noche del naufragio. La prometida curación de los males de la mendiga provocó la confesión de la pobre mujer y la exposición de su historia. La reacción de la mendiga resultó ser una nueva versión de los sucesos narrados de primera mano por su gran protagonista. Como la mujer no entendió lo que Pedro le había dicho de forma ambigua, confiada en lo prometido, empezó a contar los más interesantes detalles de su caso:

Versión de la historia de la familia dada por Matidia

“Si hablo de mi familia y de mi patria, no creo que pueda convencer a nadie. No obstante, ¿qué más te da conocer esto o solamente la causa por la que tengo muertas las manos por el tormento de mis heridas? Sin embargo, te explicaré mi situación en la medida en que puedas escucharla. Siendo yo de familia muy noble, por orden de un hombre poderoso me convertí en la esposa de un varón emparentado con él. Y después de tener dos hijos gemelos, tuve otro hijo. Pero el hermano de mi marido se enamoró locamente de la desgraciada de mí, que deseaba vivir en castidad perfecta. Y al no querer ni entregarme a mi enamorado, ni revelar a mi marido el amor de su hermano hacia mí, decidí no mancharme con el adulterio, ni deshonrar el lecho de mi marido, ni enemistar al hermano con su hermano ni divulgar el oprobio de toda mi gran familia ante todos los demás. Como ya he dicho, decidí dejar la ciudad con mis dos gemelos para un cierto tiempo, hasta que cesara el amor impuro del que me halagaba para mi desgracia. Dejé, sin embargo, a mi otro hijo para que permaneciera con su padre para su consuelo” (Hom XII 15,1-4).

Aquí tenemos la versión de los hechos sin eventuales interpretaciones de intermediarios. Es lo que realmente ocurrió, que Pedro recordó contra la interpretación del cuñado de Matidia, que pretendió después cambiar el sentido de los sucesos para interpretar falsamente los hechos como exigencia de la situación de los astros en el momento del nacimiento. El nuevo intérprete, deseoso de dar gusto al cuñado enamorado, recurrió a sus pretendidos conocimientos sobre la teoría del Nacimiento como explicación del destino de los hombres. La coincidencia de la versión de Matidia con la explicación que Clemente había dado a Pedro sobre la supervivencia de su familia (Hom XII 8) fue el argumento definitivo para el reconocimiento de la mendiga como madre de sus hijos.

Nuevos detalles de la historia

Pero la mendiga continuó narrando su historia aportando detalles y razones, que encajaban en el contexto de la situación. Así sonaba su relato: “Para que estas cosas sucedieran así, me propuse imaginar un sueño, como si alguien se me presentara de noche y me dijera: Mujer, sal enseguida de la ciudad junto con tus hijos gemelos durante un cierto tiempo hasta que te avise para que vuelvas acá; de lo contrario, morirás de mala muerte de forma imprevista junto con tu marido y tus hijos. Y así lo hice” (Hom XII 16,1).

Ella misma ofrece datos con los que la narración de su hijo Clemente enriquece el conjunto de esta extraña historia: “Cuando conté a mi marido el falso sueño, quedó espantado, y me envió en barco a Atenas con mis dos hijos, con siervos y siervas, y dinero abundante con el objetivo de que educara a mis hijos, hasta que, -según dijo-, el que te dio el oráculo piense que tú debías retornar a mí. Por lo demás, navegando, desgraciada de mí, a la vez que mis hijos, arrojada por la furia del viento en estos lugares, deshecha la nave por la noche, padecí naufragio. Muertos todos, yo sola, desdichada, fui arrastrada por una ola violenta y lanzada contra una roca. Sentada, infeliz de mí, sobre ella, gracias a la esperanza de poder encontrar vivos a mis hijos, no me arrojé al abismo entonces cuando, teniendo el alma ebria por las olas, podía haberlo hecho fácilmente” (Hom XII 16,2-4).

Situación penosa de Matidia

La mendiga termina su relato contando las consecuencias del naufragio. Las gentes del lugar se compadecieron de los náufragos y los ayudaron en la medida de sus posibilidades. Matidia fue acogida por una viuda joven, que había perdido a su marido en un naufragio semejante y permanecía viuda por respeto a su esposo fallecido. El gesto agradó especialmente a Matidia, que acabó viviendo en casa de la viuda hasta que la fatalidad se cebó en ambas. Sus manos sufrieron una parálisis deformante, que las impidió trabajar y las obligó a vivir de la limosna. Matidia ignoraba que sus hijos habían sido vendidos en el mercado de esclavos en Tiro y habían ido a parar a casa de la piadosa Justa la cananea, cuya hija había sido curada por Jesús de Nazaret. Su inicial amistad con Simón Mago fue causa de su conocimiento de la persona y las obras del Mago. Los dos gemelos dieron a Pedro informes útiles para su debate con Simón.

Cuando esto sucedía, estaba inminente el reconocimiento de Matidia con sus hijos. Pedro fue un agente necesario del suceso básico en el desarrollo de las novelas griegas de la época.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro









Domingo, 28 de Junio 2015


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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