CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Literatura Pseudo Clementina

Homilía X

Cuestión fundamental en las Pseudo Clementinas

Pedro está desarrollando su doctrina opuesta a la idolatría y a posturas similares defendidas por Simón Mago. El debate gira alrededor de las dos posturas defendidas por las diversas culturas. Una vez más, vuelve a la palestra la idea del gobierno del mundo. Si existe una fuerza poderosa, buena y sabia que gobierna el mundo creado, o si todo es obra del azar o de la casualidad del nacimiento o del horóscopo. Las consecuencias son de alcance planetario y condicionan la existencia humana. Está claro que nada representan los ídolos hechos de materia inerte por las manos humanas. Pero es un hecho que culturas importantes no admiten la unidad de Dios, indispensable para mentalidades como la hebrea y la cristiana.

Importancia del libre albedrío

En nuestro momento histórico tiene transcendencia especial el concepto del libre albedrío, el ansia de libertad interpretada con criterios dispares. Para el autor de las Pseudo Clementinas, el libre albedrío condiciona toda la mentalidad humana. Porque sin libre albedrío no se explica la responsabilidad y, en consecuencia, no es posible un juicio y sus resultados de duración eterna. Tampoco tiene lugar en la lógica la existencia de un cielo bienaventurado y de un infierno desdichado.

La naturaleza carece de opciones. El árbol no tiene otro remedio que vivir hundiendo sus raíces en la tierra o lanzando sus ramas al aire. El hombre tiene las dos opciones básicas de inclinarse a la justicia o a la impiedad. Su vocación original lo situaba en la senda de la justicia. Fue creado para la felicidad y para la eternidad. Pero la caída, decía Pedro, había desviado al hombre de su destino. Quedaba, sin embargo, intacta la otra opción, la de un libre albedrío, que optaba por las obras buenas recomendadas insistentemente por el bautismo. Pero todo dentro de la fe en un solo Dios. Las grandes afirmaciones bíblicas afloran con fuerza decisiva en la doctrina del Pseudo Clemente. El punto de partida es la unidad de Dios.

Pedro lo explica en detalles cuando asegura que “la gloria suprema es propia de uno solo, el único que es increado, porque todas las demás cosas han sido creadas. Pues de la misma manera que lo propio del ser increado es ser Dios, así cualquier otra cosa creada no es realmente Dios” (Hom X 10,1). La misma serpiente tentadora que mora en nuestro interior y “sube reptando desde nuestro cerebro hasta nuestra médula espinal” lo sabe muy bien y pretende conducirnos con sus engaños a una vida de injusticia e impiedad.

El pecado contra la unidad de Dios

La serpiente sabe que el gran pecado del hombre es el que se comete contra el bien de la unidad de Dios. Es por lo demás el criterio redundante en la Sagrada Escritura, según el cual el mayor pecado y el más castigado es la idolatría. Lo contrario es la fe en el Dios único, que lleva al hombre a su salvación. Por eso, la serpiente combate contra esa fe, consciente de que el pecado contra la unidad de Dios es lo mismo que la perdición del hombre, que es una ganancia para ella. Pedro explica sus propias razones: “Porque condenada a comer tierra, tiene la facultad de comer al que por el pecado se disolvió en tierra (se convirtió en tierra), al hundirse sus almas en el vientre de su fuego. En consecuencia, para que sufráis estas cosas, os suscita toda clase de pensamientos para perjuicio vuestro” (Hom X 11,2).

La ignorancia, veneno mortal, causa de todos los males

Pedro explica las razones de sus afirmaciones desarrollando su concepto de que la ignorancia es la causa de todos los males. La serpiente se encarga de sembrar todas las suposiciones falsas contra la unidad divina con la intención calculada de hacer al hombre un daño difícilmente reparable. Sus asechanzas van orquestadas, como en el caso de nuestros primeros padres, con el pretexto de abrir las mentes a nuevos conocimientos. Es decir, a los conocimientos del bien y del mal. Y uno de sus argumentos generales para todos los hombres es que si alguien no escucha las normas de la verdadera religión y no las practica, no por ello será reo de juicio. Con ello, muchos hombres son engañados hasta el punto de no querer escuchar la verdad y seguir en la ignorancia, que en opinión de Pedro es un veneno mortífero.

La ignorancia no vale como pretexto para obrar el mal

Una cosa debe quedar clara: Que la ignorancia no excusa al pecador ni lo libra del consiguiente castigo. Porque todos los hombres tienen abiertos los caminos que conducen al conocimiento de la verdad. Pedro lo explica así: “Si el juicio sigue por la desobediencia a la doctrina, mucho más Dios destruirá a los que no quieran aceptar su culto. Pues el que no quiere aprender para no ser reo de juicio, ya está juzgado como responsable. Porque conoce lo que no quiere oír; de modo que esta estratagema nada puede como defensa frente a Dios, que sondea los corazones” (Hom X 13,1-2).

En ese contexto abunda la argumentación de la serpiente. Pues el que no quiere aprender para no ser reo de condena, ya está condenado. Porque conoce de alguna manera lo que conscientemente no quiere oír. Lo que no deja de ser una torpe jugada que nada puede como defensa frente a Dios. Y aunque la serpiente trate de mantener la mente de los hombres en la ignorancia y en la indiferencia, de nada les servirá esta excusa. Porque aunque realmente uno termine la vida presente en la ignorancia, será acusado de que no conoció durante su vida, porque no quiso, quién fue el benefactor que le proporcionó las ventajas de su existencia. Además, como insensible, desagradecido y como siervo muy indigno, será apartado del reino de Dios.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro








Domingo, 21 de Diciembre 2014


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.







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