CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía III (56-62)

Los debates entre Pedro y Simón Mago parecen tener un árbitro, al que hay que recurrir a la hora de resolver las dudas y las oscuridades de palabras, conceptos y posturas intelectuales de los contendientes. Lo veíamos ya en la nota anterior. El árbitro es una de las figuras señeras de esta literatura, el Profeta de la Verdad o Profeta Verdadero, que no es otro que Cristo Jesús, el Mesías, el enviado del Padre. Una figura similar a la de Moisés en autoridad y transcendencia.

El árbitro del debate

Una idea reiterativa en las enseñanzas del Profeta Verdadero es la afirmación de que Dios es el único que posee la bondad por esencia. Pedro recuerda las palabras de Jesús en Mc 10,18 par. No se pude llamar bueno a nadie, ya que el único bueno es Dios. Su bondad es por lo demás el modelo que debe guiar a los fieles de acuerdo con la predicación de las Bienaventuranzas (Lc 6,36 par.). Sed buenos y misericordiosos como vuestro Padre celestial lo es. Hace llover sobre justos injustos y no excluye a nadie de su bondad y su generosidad. Todo se basa en el hecho definitivo de que Dios es el único y solo Señor.

Los contendientes se habían puesto de acuerdo sobre el método de la discusión, basado en la Sagrada Escritura. Pero Simón sospechó que perdía terreno y quedaba reducido a una situación de arenas movedizas. Y sin previo aviso, huyó de Pedro, del marco de su disputa y de los riesgos que corría y se dirigió a Tiro de Fenicia. Fue una de tantas huidas de Simón, destacadas por el relator de los sucesos. El gesto era usado por Clemente como argumento para proclamar la superioridad de Pedro en todos los pasos del contencioso. En Tiro seguía Simón practicando su magia y embaucando a sus oyentes, como los fieles comunicaban a Pedro. Su huida no era el abandono de la contienda.

Simón, par negativo de Pedro

Al corriente Pedro de la nueva situación creada, insistió en su obsesión de afirmar la unidad de Dios frente a las pretensiones de Simón de proclamar la multitud de dioses. Pedro atacaba a los que introducían las nuevas teorías sobre la pluralidad de dioses. Y vuelve Pedro a recordar la teoría de los pares, presentando como un par a Simón y a sí mismo. Simón era el par negativo de Pedro. De ahí que su actuación consistía en contradecir la doctrina fundamental de Pedro sobre la unidad de Dios. La teoría de que entre los humanos, el primer elemento de los pares era negativo, Simón la realizaba con su personalidad. Por eso vino antes que Pedro. Negaba la unidad de Dios, que Pedro proclamaba con toda contundencia. La doctrina de Simón guiaba a sus oyentes a la mentira y a la perdición. Pedro refutaba las ideas y la pretensión de su adversario de apartar a los hombres de la verdad y conducirlos al engaño y a la consiguiente perdición (cf. Hom III 59). Los que sigan a Simón irán primero al engaño, después al castigo.


Idea de la sucesión


Otra idea obsesiva en Pedro es la de su sucesión. Simón ha huido, pero Pedro sigue pensando en el futuro de la iglesia que él preside y para la que es preciso buscar a una persona idónea. Éstas son sus palabras: “Puesto que es necesario designar a alguien para que me sustituya ocupando mi lugar, oremos todos a Dios con un solo sentimiento, para que de los que están entre nosotros manifieste quién es el mejor a fin de que, sentado sobre la cátedra de Cristo, administre piadosamente su Iglesia” (Hom III 60,1). La recomendación va seguida de una serie de consideraciones sobre la dignidad, autoridad y responsabilidad del obispo. Pedro exige al obispo una diligencia que compara en cierto modo con la de los banqueros, encargados de administrar los bienes de la comunidad. Compara también el cargo del obispo con la unidad (monarquía) de Dios. El obispo debe ser uno y el mejor. La comunidad cristiana no merece menos.

La unidad lleva a la paz y a la concordia

Pedro justifica su criterio con razonamientos de peso: “Pues lo que acaba en el poder de una sola autoridad en forma de monarquía permite a los que se someten a la causa del buen orden disfrutar de la paz. Pero el que todos quieran mandar y no quieran someterse a uno solo corren el riesgo de caer y por causa de la división acaban cayendo de todas maneras” (Hom III 61,4). Se trata nada menos que de la supervivencia de la comunidad y de la convivencia en una comunión de pensamientos y voluntades, en consonancia con la voluntad de Dios.

Pedro demuestra en base a los acontecimientos sociales que la unidad es fundamento de paz, mientras que la multiplicidad y diversidad de reyes o autoridades es principio de disensiones y de guerras. Y recapitula su pensamiento diciendo: “En una palabra, Dios coloca ahora en este mundo a un solo rey del universo para los que son dignos de la vida eterna, con el fin de que gracias a la monarquía se produzca una paz estable” (Hom III 62,3). Unidad o monarquía es igual a paz y concordia.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro









Domingo, 16 de Marzo 2014


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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