CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

Es bien sabido que hasta hace medio siglo el latín (con cierto uso del griego) era la lengua utilizada en los actos litúrgicos de la Iglesia católica. Y es sabido también que el desconocimiento del griego, el latín y/o de la cultura cristiana ha provocado a menudo errores y generado nuevas palabras en la lengua española. El resultado es curioso y, a menudo, divertido.

Diversos autores han publicado estudios sobre la cuestión. Algunos de ellos son: E. Moreno Cartelle, “El latín y el humor en la lengua coloquial”, Verba 5 (1978), pp. 397-402; J. Del Hoyo, Etimologicón, Ariel, Barcelona, 2013, pp. 199-216; J. Del Hoyo, “Del lavabo al adefesio: Influencia de la liturgia cristiana en el lenguaje cotidiano”, Estudios Clásicos 144 (2013), pp. 97-117. Ofrecemos a continuación algún material extraído de estos últimos trabajos.

M. Fernández Galiano contaba la anécdota de una comunidad de monjas en la que se interrumpía la conversación del locutorio porque –decían– “nos vamos a rezar el candileta”. El “candileta” era, a todas luces, una deformación de las dos primeras palabras del texto latino del salmo 83, 2: “Quam dilecta tabernacula tua, Domine!” (¡Qué amables tus moradas, Señor!).

La significación del término “Paráclito” (Parácletos: abogado, defensor, intercesor), usado en el Cuarto Evangelio, explica el uso del macarismo “Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito”. Dado, sin embargo, el desconocimiento del término griego por los christifideles, el “Paráclito” ha sufrido numerosas metamorfosis en la mente y los labios de muchos, a cual más penosa y divertida. De este modo, al menos, el palabro era convertido en algo reconocible. Si algunos oyentes se han referido al “Espíritu Santo Parásito”, otros han preferido bendecir al “Espíritu Santo Paralítico”.

Entre las letanías del rosario se llama a la Virgen María “ianua coeli”, “puerta del cielo”, en referencia a la función de mediadora que se le atribuye en la salvación. Una señora que dirigía el rosario desde el ambón de una iglesia deformaba la advocación mariana diciendo “Ya no hay cielo”, a lo que la grey congregada contestaba unánime “Ora pro nobis”.

Y, por seguir con advocaciones marianas, otra es “salus infirmorum” (“salud de los enfermos”). Una vez más, el desconocimiento del latín y la necesidad de hacer familiar lo que se dice llevó a otra señora que dirigía el rosario a musitar “sal del infernórum”. Pedir a la Virgen María que salga del infierno tiene su gracia, máxime porque, de nuevo, la respuesta de los fieles era siempre “Ora pro nobis”.

Continuará. Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 19 de Marzo 2014


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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