CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía III

El varón y la hembra frente a la profecía

Una nueva visión de Pedro y Clemente sobre el concepto del varón y la hembra en la mentalidad de las Pseudo Clementinas. Leemos en el texto de la tercera homilía: “El varón es todo verdad. La hembra es todo falsedad. Luego el que nace de varón y de hembra, en parte miente, y en parte dice verdad. Pues la hembra, envolviendo la semilla blanca del varón con su propia sangre como con fuego rojo, afirma con apoyos ajenos la debilidad de sus huesos. Y satisfecha con la flor efímera de su carne, y vaciando con breves placeres la fuerza de su razonamiento, arrastra a muchos al adulterio, con lo que los priva del futuro buen esposo” (H III 1-2).

Esta claro que ni Pedro ni su intérprete Clemente son demasiado devotos de la mujer y su misión en la historia y en la vida. Como decía Verdi de la mujer “muta d’accento e di pensiero”, la hembra arrastra como tal a muchos al adulterio, uno de los peores pecados para el autor de esta literatura, con lo que los priva del futuro buen esposo.

Actitud de discípulo ante el Profeta de la verdad

Y vuelve el autor a recurrir a la alegoría para describir la actitud del hombre frente a la palabra del Profeta de la verdad. “Pues esposa es todo hombre, cuando es iluminada su mente, al ser inseminado con la palabra blanca de la verdad del Profeta verdadero”. Y continúa Pedro por el camino de la alegoría hablando del adulterio espiritual, una forma de infidelidad a la fe y a sus predicadores. Esa infidelidad va calificada con el nombre del pecado más denostado en las páginas de toda esta literatura.

El autor describe el proceso de la conversión de la conducta del hombre en adulterio espiritual: “Cuando el alma es inseminada por otros, entonces, como culpable de fornicación o de adulterio, es abandonada por el Espíritu. De esta manera, el cuerpo animado, separado del Espíritu vivificador, se disuelve en el polvo, mientras que el alma recibe en el tiempo del juicio el castigo merecido por su pecado después de su separación del cuerpo” (H III 28,2). El adulterio espiritual produce el mismo efecto que el adulterio material. Primero, la mujer es arrojada de su casa; luego es condenada al castigo que su conducta merece.

Prolegómenos del debate ante una turba expectante

Pedro se disponía a explicar más detalladamente su criterio sobre el tema, cuando llegó Zaqueo avisando de la expectación de la turba y del mismo Simón: “Ya es hora, Pedro, de que salgas para hablar. Pues hay en la sala mucha gente reunida que te espera. En medio de ella está Simón, como polemarca con su escolta” (H III 29,1-2). Simón, uno de los dos contendientes, estaba también acompañado de compañeros que le servían de asesores y de escolta para eventuales momentos de apuro.

Clemente sigue narrando los hechos previos al debate. Cuenta, por ejemplo, que Pedro le ordenó recogerse aparte en oración porque todavía no había recibido el bautismo. Él y los perfectos que con él estaban se reunieron para orar por el éxito del debate. Pedía Pedro que Dios colaborara con su predicación para lograr la salvación de sus oyentes. Terminada su oración, salió Pedro a un lugar del atrio, que era luminoso y grande. Allí se había congregado una gran multitud de gente, porque la fama del debate prometido y programado había suscitado un gran interés. Ambos personajes contendientes tenían sus admiradores y amigos, que estaban particularmente interesados en seguir las doctrinas y la argumentación de Pedro y de Simón. El tema era, además, importante para los que tenían interés en conocer la verdad y sus accesos. Pedro y Simón venían acompañados de una justificada admiración por sus milagros.

Importante saludo de Pedro

Estaba, pues, en pie el pueblo con los ojos fijos en Pedro y en su contrincante. Comenzó Pedro con el saludo acostumbrado entre los hebreos y el lógico augurio de paz: “La paz sea con todos vosotros, los que estáis dispuestos a ofrecer vuestra diestra a la verdad de Dios” (H III 30,2). El saludo de Pedro es un eco fiel de la recomendación de Jesús a los setenta y dos discípulos (Lc 10,5-11). Menciona el gesto de sacudir el polvo de los pies en testimonio contra los que no acepten el mensaje y el augurio de paz, con mención expresa de Sodoma y Gomorra como objeto de mayor comprensión por sus errores.

Pedro amplía su argumentación porque, dice, “no entendisteis” lo razonable; porque “no vinisteis a nosotros”; porque cuando vinimos, “no nos creísteis” (H III 31,2). Por eso, interesados por vosotros gratuitamente, oramos para que nuestra paz venga a vosotros. El Apóstol da importancia particular a su saludo, cuya comprensión y aceptación supone una disposición idónea para comprender la promesa y el anuncio de un juicio futuro con sus consecuencias positivas para los piadosos y negativas para los injustos.

El saludo incluye una recomendación sobre la práctica de la justicia, como condición y camino para la obtención del futuro y eterno reino de Dios. La justicia es una de las obsesiones del autor de las Homilías, que la considera como el cumplimiento de la voluntad de Dios y fórmula precisa para la salvación.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro

Lunes, 3 de Febrero 2014


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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