Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
Los defensores de la reconstrucción más habitual del TF, que postula que el texto original era “neutral” hacia Jesús, argumentan por último que debe ser preferida también en razón de su simplicidad. Lo más sencillo, afirman, es suprimir tres frases del texto, obteniendo de ese modo –dicen– el texto primigenio de Josefo. Una primera objeción a este procedimiento es que el concepto de “simplicidad” utilizado resulta, si bien se piensa, un tanto arbitrario. Si uno se toma la molestia de contar las palabras que contiene el TF, observará que ascienden a 89. Si a continuación a uno se le da por contar las palabras que forman las tres frases expurgadas, resulta que el número es 29. Es decir, el texto eliminado por casi todo el mundo representa nada más y nada menos que una tercera parte del texto original. Eliminar una de cada tres palabras y presentar este procedimiento como el más sencillo filológicamente hablando para reconstruir el texto original (en lugar de aceptar, como hacen otras propuestas, cambios menores) es, como mínimo, francamente discutible. Pero el problema se incrementa cuando se sopesa aisladamente cada frase. Por ejemplo, la expresión “si es que hay que llamarle hombre” es considerada a menudo, y sin más reflexión, como una interpolación, con el argumento de que implica necesariamente que quien la formula considera a Jesús un ser divino, algo que sería absurdo atribuir a Josefo. La objeción es que esta no es la única interpretación posible de la frase. Como han señalado varios autores, caben otras. Existen frases similares tanto en autores cristianos como paganos, cuya intención es simplemente señalar lo extraño en el comportamiento de un sujeto (por ejemplo, si se le atribuyen capacidades taumatúrgicas). Además, resulta que la frase podría haber sido usada también no como muestra de asombro o admiración, sino en un sentido muy diferente: de modo irónico en relación a la exaltación del personaje llevada a cabo en medios cristianos. En efecto, independientemente de lo que se opine acerca de cuándo se generó la creencia en el carácter divino de Jesús, es claro que el proceso de exaltación del personaje comenzó en seguida tras su muerte entre sus seguidores, y que la divinización se operó a más tardar a finales del s. I, tal como testimonian los textos del Nuevo Testamento. Dado que ese proceso era central a las creencias cristianas, Josefo –que escribe asimismo a finales del s. I – debe de haberlo conocido, y la frase citada puede expresar precisamente su distanciamiento irónico respecto a las pretensiones cristianas, para él obviamente desaforadas. Como veremos, la consideración de las otras frases permite igualmente dudar de que su eliminación constituya realmente el procedimiento más simple. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 5 de Febrero 2014
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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