CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía II

Excelencia de conocer al Profeta de la Verdad

Clemente cuenta los acontecimientos del día segundo que pasa con Pedro en Cesarea de Palestina. El contexto literario une los destinos apostólicos de Pedro y Clemente. El nuevo colaborador del Príncipe de los Apóstoles tenía la obsesión existencial de conocer la verdad sobre la vida y el destino final de los hombres. En consecuencia, suplicó a Pedro que le facilitara los medios para acceder a la verdad. Pero era consciente de que sin el Profeta de la verdad no era posible conocerla. Era por tanto necesario tener un conocimiento lo más completo posible sobre el Profeta, su identidad personal y su personalidad doctrinal.

La petición de Clemente fue la premisa de uno de los discursos más importantes del corpus de esta literatura. Era en opinión de Pedro el momento propicio para desplegar la instrucción requerida, ya que Clemente había llegado al convencimiento de “la grandeza de la infalible profecía” (II 5,1), posesión exclusiva del Profeta de la verdad. Todos los bienes temporales o eternos son conocidos solamente por el Profeta. Por consiguiente, el que tenga el deseo de conocerlos, no tiene otra solución sino el recurso al Profeta verdadero.

Identidad y concepto del Profeta verdadero

Después de explicar los motivos de su discurso, Pedro da la definición del Profeta verdadero, que no será otro sino el Hijo de Dios bajado del cielo para la salvación de la humanidad. Dice Pedro: “El Profeta de la verdad es el que siempre lo conoce todo, lo pasado tal como sucedió, lo presente como está sucediendo, lo futuro como sucederá; es impecable, misericordioso, el único al que se le ha confiado la tarea de enseñar la verdad” (II 6,1). Una de las ideas de la profecía es precisamente el que conoce las cosas no por el estudio o la reflexión sino por su más íntima ciencia natural.

Es tan natural al Profeta conocer la verdad como al sol es iluminar. En palabras de Pedro: “Lo propio del Profeta es dar a conocer la verdad, como lo propio del sol es anunciar el día” (II 6,2). El que busca la verdad sin aprenderla del Profeta, no podrá encontrarla en la vida, ya que inicia y prosigue la búsqueda a partir de su propia ignorancia. La ignorancia o el error es la situación ordinaria de los que pretenden encontrar la verdad confiados en sus propias fuerzas y en sus medios.

Es el estado propio de los filósofos griegos y de los bárbaros. Ni la razón ni la reflexión son válidas para conseguir el hallazgo y la posesión de loa verdad. Por esa actitud aceptan ciertas teorías o las rechazan cuando la realidad es que siguen buscándola inútilmente, porque no la conocen ni saben qué es y en qué consiste. Confunden incluso lo verdadero con lo agradable, lo que lleva a confusiones frecuentes e irremediables. Pues unas cosas son agradables para unos y otras para otros. Por esta razón los filósofos griegos enseñaron muchas cosas diversas y dudosas, porque investigan a base de conjeturas, que llevan a conclusiones divergentes. Cuando la verdad de las cosas es una, mientras que la mentira es infinita es sus variedades.

Es preciso tener confianza en el Profeta

Pedro predica y exige confianza en al Profeta de la verdad, que califica de único, pero accesible a todas las inteligencias y todas las filosofías. Porque Dios ha dado a los hombres la capacidad de conocerlo y descubrirlo. “Su descubrimiento es fácil” (II 9,2) afirma Pedro. De manera que tanto los griegos como los bárbaros tienen la posibilidad de llegar a la verdad si a su curiosidad añaden abundantes dosis de buena voluntad.

La garantía del Profeta verdadero se demuestra experimentalmente según Pedro. Éste es su razonamiento: “Si es Profeta y puede saber cómo surgió el mundo y las cosas que en él suceden y las que existirán hasta el final, en el caso de que nos haya predicho algo que conocemos que se ha cumplido exactamente, entonces también por lo que ya ha sucedido, le creemos perfectamente que sucederán las cosas futuras, no sólo como a quien las conoce, sino como a quien las conoce antes de que sucedan” (II 10,1).

Concluye Pedro que es un insensato el que teniendo pruebas fehacientes del conocimiento del Profeta verdadero, no se lo reconoce para dar su fe a otros que nada han demostrado ni pueden demostrar. Y afirma con cierta solemnidad sencilla que “es conveniente buscar al Profeta con todo el interés” (II 11,1). De lo contrario nos perderemos por los complicados laberintos del error.

Los aficionados al tema deben saber que todos los textos griegos de la Literatura Pseudo Clementina son accesibles en el Thesaurus Linguae Graecae.






Lunes, 21 de Octubre 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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