CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

La posición según la cual el predicador galileo Yeshua ben Yosef no fue una figura histórica tiene un gran predicamento en ciertos ámbitos, y la literatura sobre la inexistencia histórica de Jesús, si bien nada comparable en cantidad con la literatura basada en la adoración del personaje, no falta ni previsiblemente faltará.

Dado que quien esto escribe no tiene ningún compromiso existencial ni intelectual con la existencia del personaje (si alguien le proporcionara argumentos convincentes que hicieran tambalearse su creencia en que Jesús el galileo realmente existió, no le supondría trauma alguno, incluso le divertiría) y tampoco pasión alguna por convencer a nadie acerca de ello –se observa a menudo, por lo demás, que quien está convencido de la inexistencia de Jesús se muestra tan inmune a la argumentación como quien lo está de su carácter divino–, presenta aquí del modo más conciso algunas razones fundamentales a favor de la creencia en su historicidad, por si a alguien le sirven.

Se ha observado en alguna ocasión que el principal argumento racional en contra de la pena de muerte es que no existe ningún argumento racional en su favor. Mutatis mutandis, yo diría que el principal argumento racional en contra de la idea de la a-historicidad de Jesús es que no existe ningún argumento racional en su favor (ninguno que soporte el escrutinio crítico). Todas y cada una de las hipótesis ofrecidas hasta ahora en contra de la historicidad han sido desmontadas, o son desechables en función de un principio de economía elemental.

Una segunda razón es que, una vez hecha una criba del material legendario y anacrónico de los Evangelios en relación con Jesús, con lo que queda cabe reconstruir el retrato de un individuo perfectamente plausible en su tiempo. Por un lado, Jesús no dice nada que no pueda explicarse por el judaísmo contemporáneo; al mismo tiempo, sin embargo, la figura que se dibuja lleva la impronta de una personalidad determinada. Alfred Loisy lo expresó de modo, a mi juicio, muy certero hace más de un siglo: “Uno puede explicar a Jesús, pero no a aquellos que lo habrían inventado”.

Mi tercera razón es una especificación de la anterior. Si hay un dato suficientemente seguro sobre el personaje es que acabó sus días sobre una cruz, ejecutado por los romanos. Esa crucifixión –así como varios otros detalles que están en consonancia con ella– constituye una información extremadamente embarazosa que nadie habría fabricado de la nada. La idea de un mesías crucificado es harto difícil de explicar si no hubiera habido un Jesús crucificado, cuyo fracaso hubo de ser reconvertido en acontecimiento dotado de sentido y dador de esperanza gracias a una mayúscula reinterpretación.

Tengamos en cuenta estas razones, y todas las demás se nos darán por añadidura. En las próximas semanas volveremos, diis bene iuvantibus, al Testimonium Flavianum.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 23 de Octubre 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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