CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Literatura Pseudo Clementina. Análisis de los textos.
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Literatura Pseudo Clementina. Análisis de los textos

La Carta de Clemente a Santiago (5)

La larga alocución de Pedro viene a ser una exposición práctica del gobierno de la Iglesia con sus circunstancias y sus actores. Hemos visto su visión del obispo, como presidente. Siguieron los presbíteros con sus funciones específicas y sus concretas responsabilidades en la tarea de la administración en sus diferentes grados. A continuación van los diáconos, etiquetados como “los ojos del obispo” (XII 1). El autor de la carta tiene una gran habilidad para encerrar personas y conceptos en el marco de la alegoría.

Los ojos en el cuerpo humano son elementos esenciales para la calidad de la vida y su amplio abanico de seguridades. Porque los ojos no sólo ven, sino que miran y observan. Tratan de ver lo que está más allá de las apariencias y escudriñar el campo de la sospecha. Antes del error y del pecado se produce una serie de indicios que deben ver “los ojos del obispo” con el objetivo de impedir el pecado en sus prolegómenos. Y cuando el fiel ha caído, queda en las manos de los diáconos la tarea salvífica de devolver al redil a los descarriados.

Un capítulo importante es el apartar a los negligentes de las malas compañías y recuperarlos para hacerlos asiduos escuchas de la palabra de la verdad. Moviéndose en un ambiente de conceptos alegóricos, los diáconos deben cuidar a los que viven como campo baldío, abandonado o en barbecho. Porque su situación es la ocasión propicia para el fuego. Sus visitas y sus exhortaciones deben ir protegidas por el consejo del obispo, que ve, observa y actúa a través de sus diáconos.

El cap. XIII hace referencia al tema de los catequistas jugando con las palabras. Dice algo así como que “los catequistas deben catequizar después de ser catequizados”. Deben ser “sabios, irreprochables y experimentados”. Es, dice, lo que los catequistas podrán hallar en Clemente, el encargado de catequizar a los fieles después de Pedro. No quiere entrar en detalles excesivos, pero sí resume en una palabra su actividad y el fruto de su trabajo. La palabra que lo resume es la ”concordia” contenida en el verbo homonoéo, vivir con un mismo corazón, o en griego con una misma mentalidad.

Desarrolla luego el autor la alegoría de la nave del estado, aplicada aquí a la Iglesia azotada por peligrosas tempestades. La idea tiene su origen en los fragmentos de Alceo de Mitilene y se convirtió en un verdadero topos en la definición del estado. Es famosa la oda 14 del libro primero de las Odas de Horacio. Y los teóricos de la política recuerdan la República de Platón en su libro VI, 488a-490ª. La literatura cristiana tomó la idea y la aplicó a la Iglesia y a su marcha por el mundo. Es lo que hace con finos detalles el autor de la carta que comentamos. Me permito reproducir mi traducción del cap. XIV, cuyo contenido supera cualquier comentario que podamos intentar. En un contexto de la alegoría, no queda en el olvido ningún elemento esencial para el perfil de la Iglesia y de sus circunstancias reales.

“1Toda la empresa de la Iglesia se asemeja a un gran navío que transporta a muchos hombres de muy diversos lugares en medio de una gran tormenta, que desean habitar en la única ciudad de un gran reino. 2Sea para vosotros Dios el dueño de esta nave, e imaginad que el piloto es Cristo; el jefe de proa, el obispo; los marineros, los presbíteros; los encargados de los remos, los diáconos; los expertos en navegación, los catequistas; 3los pasajeros, la multitud de los hermanos; el profundo mar, el mundo; los vientos adversos, las tentaciones; las grandes olas, las persecuciones, peligros y toda suerte de calamidades; las lluvias y tormentas que vienen de la tierra, las palabras de los impostores y falsos profetas; 4las rocas y acantilados, los jueces que desde las alturas profieren terribles amenazas; los sitios donde confluyen dos mares y los lugares agrestes, los individuos irracionales y los que dudan de las promesas de la verdad. 5Pensemos que los hipócritas son como los piratas, y considerad que los torbellinos, infernales Caribdis, naufragios asesinos y mortíferos choques no son otra cosa que los pecados. 6Rezad con plegarias que puedan ser escuchadas para que naveguéis con vientos favorables y arribéis sin peligro al puerto de la ciudad deseada. Las preces escuchadas son las que van acompañadas de obras buenas”.

El texto traducido está hecho sobre el original griego de la edición de BERNHARD REHM, Die Pseudoklementinen. Vol. I Homilien, Berlín, Akademie Verlag, 1953.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro

Domingo, 21 de Julio 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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