NotasEscribe Antonio Piñero Hemos concluido el comentario a la importante “Introducción” a la obra “Los Cuatro Evangelios” de S. Guijarro, publicada en la editorial Sígueme, Salamanca en 2021.Comienzo hoy a comentar brevemente la Primera parte, “La formación de los Evangelios”, y dentro de ella la sección primera “Las relaciones de los cuatro evangelios”, canónicos, ya que sin duda alguna “se encuentran estrechamente relacionados entre sí” (p. 63). Respecto al primer tema básico “EL texto de los evangelios”, la mirada del autor se concentra en la crítica textual, es decir, la “ciencia” que se ocupa de estudiar minuciosamente “Los casi seis mil manuscritos del Nuevo Testamento que han llegado hasta nosotros” y una vez examinados elegir unas lecturas como las más cercanas probablemente al “autógrafo” (el texto original que salió de la mano del ignoto autor de cada evangelio, texto que se ha perdido creemos que irremisiblemente). Con razón arguye Guijarro que la elección /rechazo de lecturas incide en la cuestión de cómo considerar las relaciones de los evangelios entre sí. Precisamente conocer a fondo la tarea de la crítica textual del Nuevo Testamento (¡titánica!) impone la conciencia de sus límites: por ello “quienes estudian críticamente el texto del Nuevo Testamento no buscan ya reconstruir el texto original, sino más bien recuperar el «texto inicial», es decir, aquel que puede reconstruirse a partir de las manuscritos” (p. 65), que suelen ser los más antiguos, aunque no necesariamente. Debe insistirse, aunque eso produzca cierta inseguridad en el creyente, que el «texto inicial» puede no ser exactamente igual al original. Por tanto, el texto reconstruido (en nuestro caso todos los traductores y estudiosos “técnicos” utilizan la edición 28, “Novum Testamentum Graece”, editado por el “Institut für neutestamentliche Textkritik” (“Instituto (dedicado a) de la crítica neotestamentaria”, relacionado íntimamente con la Universidad de Münster, en Westfalia (Alemania) y publicado por la editorial “Deutsche Bibelgesselschaft” en Stuttgart. Esto es muy importante. Nadie que desee tener credibilidad en los estudios sobre el Nuevo Testamento puede desconocer la lengua griega y debe, casi diría imperativamente, trabajar sobre esta edición, aunque sea en sí provisional. Pasarán unos cuantos años y el buen monto de investigadores que trabajan en el Instituto mencionado, o para él, harán una edición nueva, que presentará un texto diferente. Desgraciadamente, la edición 28 no trae algo importante que sí tenía la 27 respecto a la anterior, la 26: un buen monto de páginas en las que se pone de relieve la buena cantidad de cambios que hay en el texto entre una edición y otra. Afirman que están preparando una edición digital de las diferencias. En la edición 28 sí aparecen casi 15 páginas de “nuevas lecturas menores”, es decir, menos importantes que se han incorporado al “aparato crítico” = a pie de página las líneas que señalan versículo por versículo las variantes más notables entre los manuscritos. Siento que Guijarro no haya advertido al lector que esta situación ha hecho absolutamente imposible que las Iglesias cristianas (salvo algunos fanáticos de sesgo fundamentalista) hayan podido establecer cuál fue el texto inspirado por el Espíritu Santo a los autores. Sin embargo, pienso que cualquier lector reflexivo caerá en la cuenta de que la teoría de la “inspiración verbal de las Escrituras” (imaginada como si Dios o un ángel hubieran dictado exactamente las palabras de un evangelio al oído del autor terreno) es absolutamente imposible. Es un bulo. El que estudia los Evangelios tiene que caer en la cuenta de que el texto griego puede cambiar (normalmente sin excesiva importancia), gracias a la crítica textual. Sí señala Guijarro que pudo haber incluso varias versiones de la misma obra neotestamentaria y que el proceso de transmisión por parte de los escribas de un evangelio concreto fue tan fluido que hace “extraordinariamente compleja la tarea de identificar las relaciones de dependencia literaria que existieron entre los evangelios” (p. 65). Pero añado: es difícil…, cierto…, pero las líneas generales sí pueden delinearse, y ello basta para emitir un juicio sobre la fiabilidad de un texto determinado de los evangelios. Remito a “Los libros del Nuevo Testamento”, Trotta 2021, pp. 382-386. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Sábado, 15 de Enero 2022
Comentarios
|
Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
Secciones
Últimos apuntes
Archivo
Tendencias de las Religiones
|
Blog sobre la cristiandad de Tendencias21
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |