CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


En el haber de lo positivo dentro de los seguidores de Pablo han de señalarse dos logros respecto a la consideración de la mujer.

A. En primer lugar -y dentro de la tendencia antes indicada de una Iglesia que va acomodando su ética a un fin del mundo ya no inminente sino cada vez más lejano-, el que el autor de 1ª Timoteo diga ya de modo expreso:

“Quiero que las jóvenes se casen, que tengan hijos y que gobiernen la propia casa, no dando al Adversario ningún motivo para hablar mal” (5,14)


y que el autor de Hebreos honre la institución marital (13,4):


“Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado”


Quizás, sin embargo, estas recomendaciones no expresen una valoración positiva del eros matrimonial en sí, pues acabamos de decir que los segundos matrimonios estaban muy mal vistos en el cristianismo primitivo, como inducidos por los “placeres contrarios a Cristo”:


“Descarta (de la beneficencia eclesiástica) a las viudas jóvenes, porque cuando les asaltan los placeres contrarios a Cristo, quieren casarse, e incurren así en condenación por haber faltado a su compromiso anterior “ (es decir, cumplido ya el “deber biológico” del matrimonio con las primeras nupcias, deben consagrase a Dios): 1 Tim 5,11; cf. 1 Tim 3, 2. 12 (el obispo sólo casado una vez).


Mirado desde otra óptica, ya en 1 Tes 4,4, citado anteriormente en diversa perspectiva, había un cierto adelanto de esta noción algo más elevada del matrimonio:


“Que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo (el suyo, o el de su mujer) con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios”


B. En segundo lugar, la insistencia misma de los textos citados en el amor y respeto del marido por la mujer. Así

1 Pedro 3,7:

“Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas”;


Colosenses 3,19b:


“Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas”;


Efesios 5,33:


“En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido”),

pues en la recepción de la gracia divina son iguales ambos sexos, 1 Pe 3,7:


“Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas”.


Puede asegurarse que para la sociedad antigua estos textos son realmente un progreso. Elogios al amor a la propia mujer no son difíciles de encontrar en la Antigüedad, pero el tono de este elenco de pasajes es distinto y muy positivo.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com




Viernes, 8 de Octubre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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