Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Decíamos en la nota anterior que en Jerusalén podían los judíos cultos de lengua nativa griega no sólo aprender la Ley, sino también el modo de discutir sobre ella técnicamente, es decir, aprendían un cierta “retórica” y la leyes de la “diatriba” (discusión con preguntas y respuestas, en la que el escritor se imagina que está dialogando con un adversario que tiene presente ante sus ojos). Opina el citado M. Hengel que este estilo de diálogo/diatriba y el estilo retórico que emplea Pablo, con frases breves y cortantes y agudas antítesis, es muy distinto a la retórica general que los griegos normales de la Hélade aprendían en sus escuelas a partir de modelos literarios clásicos. Tal “retórica” se parecía más a la llamada “asianista” (de Asia Menor, la actual Turquía) que se preocupaba menos de la belleza puramente formal y más de la capacidad de discutir correctamente y de la gravedad y seriedad del discurso. Todo ello –argumenta Hengel- se corresponde muy bien con la “retórica” que se percibe en las cartas auténticas de Pablo, en la que se nota un desprecio soberano por la mera forma bella y se va “al grano”, a la discusión efectiva y a los argumentos bien construidos y contundentes. Pablo escribía en sus cartas tal como hablaba y discutía en su enseñanza misionera. Y sostiene Hengel que todo ello se aprendía en las sinagogas de lengua griega de Jerusalén, por lo que es probable –si es que llega a demostrarse que su formación fue en Jerusalén- que lo aprendiera allí y no en Tarso de Cilicia. Al fin y al cabo, la familia de Pablo no era pobre de solemnidad ni mucho menos y hubo de tener medios económicos para sostener a su hijo en la capital, sobre todo teniendo en cuenta que una tía de Pablo tenía casa allí. Por último, es posible argumentar que también en Jerusalén, estos judíos piadosos de lengua helénica aprendían a usar una traducción de la Biblia al griego, no tal cual se había empezado a confeccionar en Alejandría siglos antes, sino una versión revisada respecto al texto hebreo original. Tenemos testimonios de que para la época de Pablo existía tal revisión del texto griego bíblico, en concreto de los libros de Isaías, Job y 1 Reyes. Este hecho explicaría por qué Pablo utiliza a veces en sus discusiones -tal como aparece en sus cartas- un texto griego que se parece más al hebreo que a la famosa edición/traducción de los “Setenta”. En síntesis: según Hengel, no es imposible que toda la formación superior (la que iba más allá de leer, escribir y algunas reglas matemáticas) de Pablo puede explicarse porque el futuro Apóstol de los gentiles tuvo la posibilidad de recibirla, en griego, nada menos que en Jerusalén, pues esta ciudad no era solo “hebrea”, sin también griega. Sostiene además ese estudios que tal formación, era muy probablemente de signo fariseo, muy distinta en su retórica dura y cortante a la normal de las escuelas helénicas del continente europeo, y que –parafraseando Gálatas 5,11: “…Si siguiera predicando aún la circuncisión…”- servía para transmitir una concepción farisea de la ley de Moisés como maestro, lector de la Ley y predicador de sermones en la sinagoga, los sábados. Pero el problema radica –como indicamos al principio de esta miniserie- en si es realmente posible que Pablo se hubiese formado en Jerusalén… como afirman los Hechos de los Apóstoles en 22,3 y 26,4-5 y que a la vez, como sostiene el mismo Pablo en Gálatas 1,22: “Personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo”… ¿Tantos años allí, en el corazón y la capital de Judea y las (poquísimas) iglesias cristianas de la zona no lo conocían? De este problema trataremos un tanto más extensamente en las notas que siguen. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 3 de Febrero 2009
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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