CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero


Hoy escribe Antonio Piñero


Dejábamos la explicación en la cuestión del “lapso”, “error” o pecado del eón Sabiduría.


Y ahora, como dijimos, un inciso necesario: en principio parece increíble que un ente divino pueda “pecar”, pero los gnósticos lo creen así. Y con razón, pues sin una suerte de pecado, o lapso, de algo que sea divino es imposible que llegue a existir el universo material. Para ello se requerirán algunas condiciones:

a) Tiene que proceder de Dios de alguna manera

b) Dios debe –a la vez- estar libre o incontaminado del proceso de creación de la materia. Esto es como la cuadratura del círculo, pero los gnósticos intentan explicarlo, pues lo que les interesa es aclarar por qué existen ellos, seres materiales, y cómo pueden salvarse. Tienen que venir de Dios y a la vez volver a Él, el cual ha de tener “limpias las manos” de todo lo material, a la vez que es su causa última.

Por tanto, todo el sistema gnóstico consistirá en vindicar a Dios de haber sido el responsable en último término de la materia y del mal. Es por tanto una suerte de "teodicea".

Al mismo tiempo tiene que explicar por qué está aquí, en el mundo el ser humano, rodeado de males, y cómo puede salvarse... ¡Y todo sin echarle la culpa a Dios... que el causante último de todo!

Como la materia es una entidad evidentemente inferior, no puede surgir por sí misma. El gnóstico niega toda la tradición griega –y al principio también hebrea- de que la materia es eterna. (cierto, los hebreos en tiempos remotos considerar siempre la creación como una formación -no creación ex nihilo; esa idea se generará después como interpretación del texto- por parte de Dios de un caos preexistente. Léase bien Génesis 1).

Así pues, al ser secundaria y mala la materia, tiene que proceder de alguna manera de algo superior a sí misma, y este algo sólo puede ser Dios. De lo contrario, si se generara por sí misma, sería Dios. Mas, por otro lado, sólo puede surgir de Dios por una suerte de “pecado” o degradación de lo divino.

Por consiguiente: la materia procede de Dios y es a la vez totalmente inferior a Él (que es puro espíritu inmaterial). No hay otra solución, aunque ello lleve a pensar que Dios es el causante de lo inferior… que, además, es malo.

¿Cómo salir de este callejón sin salida? Gracias de nuevo a la revelación divina que aclara lo que acabamos de apuntar: aunque el universo, la materia, tengan su origen en Dios, esto sólo ocurre indirectamente y por una suerte de “fallo” o “pecado” dentro de la divinidad misma.

Este misterioso lapso es también necesario en el sistema de la gnosis porque tiene en ella una doble dimensión: teológica y cosmológica:

A. Teológicamente representa el pecado por excelencia, el paradigma de todo pecado, que exigirá la presencia de un Salvador. Como la Sabiduría ha quedado fuera del Pleroma, como dijimos, y necesita ser rescatada, se inicia un proceso de salvación, en realidad querido o permitido por el Padre. Este mismo proceso de salvación tendrá lugar más tarde en este mundo, cuando el ser humano peque al igual que “pecó” Sabiduría.

B. Cosmológicamente, ese “pecado” o lapso de la Sabiduría significará el principio de la materia, del universo todo. En efecto, de la pasión, pecado o lapso de la Sabiduría caída fuera del Pleroma surgirá una especie de sustancia informe y espesa. Ésta es la materia primordial, y de ella irá brotando, escalonadamente, todo el universo material en un proceso por partes que consideraremos a continuación.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com




Miércoles, 3 de Noviembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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