CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero



Hoy escribe Antonio Piñero


Aunque –como hemos dicho- La Historia de la redacción se concentró en un primer momento en las narraciones evangélicas, debe insistirse en que sus principios se aplican también al resto de escritores y obras del Nuevo Testamento, por ejemplo Pablo: qué tradiciones maneja y cómo las conserva o reelabora (cf. Rom 1,1-3). Sólo que la tarea no es tan fácil en cuanto que no existe un material comparativo triple, como ocurre con los evangelios sinópticos.

La Historia de la redacción no discute que los evangelistas hayan elaborado por su cuenta una tradición anónima, pero esa reelaboración – opinan— es personal, ya no es impersonal y mecánica como ocurre con las leyes de la tradición oral transmitida en grupos. No es así: la reelaboración es peculiar y característica de cada evangelista.

Si para la Historia de las formas había que recuperar la tradición más primitiva, para la Historia de la redacción hay que aclarar la tradición propia de cada autor evangélico, su mundo, su peculiar imagen de Jesús, bajo la idea de que tal reconstrucción ayudará mejor a precisar el “contexto vital” del conjunto de la tradición tal como se consolidó definitivamente en la doctrina del cristianismo primitivo, antes de la formación de un canon de escritos sagrado, por tanto en su período –importantísimo- constituyente.

La investigación se plasma en realidad en la búsqueda de un tercer “contexto vital” para el género “evangelio”. Un investigador ilustre, Joaquim Jeremias, aunque muy partidista en algunos aspectos, había señalado en su estudio sobre las parábolas un doble “contexto vital”: uno en el ámbito de la actividad histórica de Jesús; otro, en la comunidad más primiti¬va, que las recrea y las transforma. La Historia de la redacción intenta recobrar un tercero, a saber el verdadero “contexto vital” de los Evangelios en la historia de la iglesia primitiva un poco posterior o, con otras palabras, el “contexto vital” de los evangelistas y de la comunidad para la que escriben, naturalmente más tardía cronológicamente a la del grupo primigenio de seguidores de Jesús. Este “tercer contexto vital” también recrea y transforma –y como dijimos en la nota de ayer- es vital de la formación de lo que luego será “dogma”.

Así pues, el interés central de la Historia de la redacción consiste en responderse a una serie de preguntas como las siguientes:

· ¿Qué ideas innovadoras pudieron motivar las normas de trabajo de un escritor concreto del Nuevo Testamento?

· ¿Qué problemas teológicos, o sociológicos, de su propia comunidad son centrales para él?

· ¿Cómo intenta responder a ellos?

· ¿Cuál es la estructura fundamental del mensaje que el autor intenta plasmar?

· ¿Qué concepción del tiempo, de la historia, de las Escrituras, de la salvación, de la Iglesia, de la misión y persona de Jesús, etc., tiene el autor?

· ¿Cómo selecciona y manipula el material que llegó a sus manos?

Por tanto, el proceder metodológico de la Historia de la redacción consiste en descubrir y poner de relieve la selección, disposición y estructuración de materiales previos por parte de un autor del Nuevo Testamento. Como el método tiene su aplicación plena en el estudio de los evangelios sinópticos, y se aplicó a éstos de modo preferente, a ellos se refiere lo que sigue.

La investigación de la Historia de la redacción se dirige en primer lugar a fundamentar la prioridad cronológica y la influencia como fuente de un evangelista sobre otro, ya que se ve que –al menos los tres primeros- son bastante semejantes.

En general, se admite la prioridad de Marcos sobre Mateo y Lucas; pero otro grupo, menor, de estudiosos se inclina por la prioridad de Mateo, o incluso la de Lucas… Aquí las espadas siguen en alto, peo el 95% admite la prioridad de Marcos porque esta hipótesis responde a la mayoría de las cuestiones, aunque no pueda satisfacer al cien por cien.

Posteriormente estudia la Historia de la redacción cada uno de los autores evangélicos investigando el sentido, el significado y el porqué de los siguientes fenómenos:

• Las mejoras estilísticas sobre su base (Marcos o tradiciones propias de Lucas o Mateo o Juan; y si es Marcos, sobre los textos previos que la investigación pueda suponer razonablemente que existieron antes que él, como colecciones de milagros, de parábolas o la historia de la pasión.

• Las aclaraciones al texto base, es decir, los añadidos propios de cada evangelista.

• Las omisiones de frases u expresiones difíciles. En general la abreviación de la fuente base.

• Cualquier tipo de añadidura, p. ej., de datos geográficos, topográficos o cronológicos a lo recibido por tradición.

• La transposición de metáforas e imágenes.

• La transposición de una perícopa completa.

• Los cambios de elementos dentro de una misma perícopa.

• Las adiciones de otras unidades literarias de la tradición sobre un esquema base.

• La complección de un pasaje por medio de otros datos de la tradición.

• La unión de materiales erráticos (dichos o perícopas enteras transmitidas aisladamente) y los medios literarios de los que se vale.

• El añadido de citas o de alusiones al Antiguo Testamento.

• La dramatización de una escena o de un dicho.

• La adición de cualquier tipo de comentarios personales (se llaman técnicamente “redaccionales”) sobre la fuente.

Al encontrarse con estos fenómenos hay que preguntarse el porqué de cada uno de ellos: ¿qué hay detrás?. Al ponderar todas estas variantes y deducir las pertinentes consecuencias, el método de la Historia de la redacción ha producido resultados notables en la percepción de cómo es la teología o el punto de vista particular de cada escritor del Nuevo Testamento, en especial de los evangelistas, como decimos. Todo ello se aplicará al tratar de cada evangelio en particular.

De las líneas anteriores resulta claro cómo la Historia de la redacción tiene su propio interés, fines y metodología, aunque de hecho sea una continuación de la Historia de las formas. La Historia de la redacción no significa una complementación estricta en el posible acceso al Jesús histórico, pero abre también nuevos cauces al señalar con mayor exactitud qué es primario y secundario en los diversos escritos del Nuevo Testamento, mostrándonos cómo los autores, evangélicos o de las cartas, siguen o modifican una determinada línea de tradición. De ese modo se reflexiona también de nuevo sobre la tradición primitiva y por diversos caminos se pueden formular hipótesis sensatas sobre cómo fue el Jesús de la historia y cómo fue luego reinterpretado.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com




Domingo, 21 de Noviembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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