CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Juan Evangelista en la literatura apócrifa (VJ)
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Estructura y contenido de las Uirtutes Ioannis

El suceso de la caldera de aceite hirviente (c. 1)

El primer capítulo de las VJ recoge la tradición de la prueba que hubo de soportar Juan cuando fue arrojado en una caldera de aceite hirviente. El texto de las VJ parece suponer que el episodio tuvo lugar en Éfeso. El procónsul quiso obligar a Juan a que renegara de Cristo y cesara de predicar. Juan repitió la respuesta que dio Pedro al Sumo Sacerdote en similares circunstancias: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). El procónsul consideró tal actitud como un acto de rebeldía contra el emperador.

Para castigar al atrevido ordenó que fuera arrojado en una caldera de aceite hirviente. De ella salió Juan “como un fuerte atleta ungido, no quemado”. El procónsul, estupefacto ante tal prodigio, quiso dejarlo libre, pero no lo hizo por temor a contravenir la orden imperial. Según el relato de las VJ, los hechos ocurrían durante el reinado del emperador Domiciano.

La tradición, de venerable antigüedad, era ya conocida y testificada por Tertuliano hacia el año 220 (De praescriptione, 36,3). Roma podía presumir de haber sido honrada con la doctrina y la sangre de los apóstoles: Pedro murió allí crucificado; Pablo, decapitado; “el apóstol Juan fue desterrado a una isla después de que, sumergido en aceite hirviente, nada padeció”. San Jerónimo se hace eco del testimono de Tertuliano comentando que “Juan, arrojado por Nerón (PL “en Roma”) dentro de una caldera de aceite hirviente, salió más fresco y lozano de lo que entró” (Contra Iou., I 26). Aunque la versión de las VJ parece suponer que el acontecimiento tuvo lugar en Éfeso, el capítulo 11 de los HchJn de Prócoro localiza los hechos en Roma, junto a la Puerta Latina, por donde sale de la ciudad la Vía Latina, al este de la puerta de San Sebastián y de la Vía Apia antigua.

La tradición del “martirio” de Juan en la caldera de aceite queda bien plasmada en la sección latina de los Hechos de Juan, escritos por su discípulo Prócoro (8-12). La descripción del suceso recuerda cómo salió de la caldera ileso y libre de daño, de la misma manera que durante su vida había quedado libre de la corrupción de la carne. No era la única ocasión en la que la integridad de Juan venía relacionada con su virginidad. Por lo demás, la prueba de la caldera de aceite es el núcleo del capítulo primero de las VJ, donde se recuerda la muerte de Santiago bajo la autoridad de Herodes. Juan, su hermano, sufrió y superó la prueba del aceite hirviente. Su éxito en aquella prueba es la ocasión de su destierro en la isla de Patmos. El procónsul se vio en un dilema. Juan era rebelde a las órdenes del emperador, por lo que merecía el correspondiente castigo. Pero su categoría de hombre de Dios, garantizada por el milagro de la caldera, le impedía tomar una decisión que iría contra el poder divino. Adoptó en consecuencia una solución de compromiso.

El destierro y la liberación

Sin solución de continuidad, el texto (c. 2) introduce la noticia del destierro de Juan en la isla de Patmos. Una partícula tan elástica como tunc, con sentido temporal y matiz causal, enmarca la salida adoptada por el procónsul de Éfeso, coaccionado por dos temores, el temor al emperador y el que le causaba la personalidad de Juan y sus poderes sobre las fuerzas de la naturaleza. Inmediatamente ofrece el autor la que considera la noticia más importante del destierro. En Patmos Juan “vio y escribió el Apocalipsis que se lee bajo su nombre”. Es no sólo la noticia más importante, sino la única. De su predicación, de los hechos y milagros realizados por Juan en Patmos y descritos detalladamente en los HchJnPr (15-48), el texto de las VJ no menciona absolutamente nada, como si lo único que hizo el apóstol durante su destierro fuera la composición de su Apocalipsis. El libro bíblico está en el origen de la noticia: “Me encontré en la isla llamada Patmos por la palabra de Dios y el testimonio de Jesús. Estaba en espíritu en el día del Señor, cuando oí detrás de mí una gran voz como de trompeta que decía: «Lo que ves escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias»” (Ap 1,9-11). Sin embargo, los HchJnPr no hablan de la escritura del Apocalipsis, sino que describen la manera y las circunstancias de la composición del Evangelio. La opinión de los críticos es que la composición del Evangelio pertenece al texto más genuino de estos Hechos. Sin embargo, la editio princeps de M. Neander (Basilea 1567) y los mss. P3 (París, s. XIII) y m3 (Moscú, s. XII-XIII) cuentan extensamente la composición del Apocalipsis. No debemos olvidar que esta obra tardó en ser aceptada en el canon del NT, sobre todo, en las iglesias orientales. Pero la realidad es que el testimonio del mismo libro del Apocalipsis era argumento suficiente para que surgieran relatos que lo justificaran.

El texto de las VJ refiere cómo a la muerte de Domiciano el senado romano hizo regresar a los desterrados a sus países de origen. Juan regresó a Éfeso, donde desarrolló una intensa actividad, amplia en enseñanzas y en prodigios. Bastaba el tacto de sus vestidos para que los enfermos sanasen, vieran los ciegos, quedaran limpios los leprosos, libres los endemoniados. Eusebio informa en su Historia de la Iglesia que el emperador Domiciano manifestó gran crueldad dando muerte a hombres honorables de Roma y enviando a muchos al destierro, entre los que se encontraba Juan, apóstol y evangelista. El mismo Eusebio cuenta cómo, muerto Domiciano y llegado Nerva al poder (a. 96 d. C.), pudo regresar Juan del destierro y estableció su residencia en Éfeso (H. E., III 17.18, 1-2.20, 8-9.).

(La fotografía es la de Iglesia de San Juan ante Portam Latinam del s. XII)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Lunes, 13 de Diciembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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