Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
En algunas ocasiones ciertos lectores han manifestado su deseo de que ofreciera a los lectores algunos datos sobre Jesús y la arqueología, en especial en torno a Nazaret, y particularmente sobre la controvertida existencia de este poblado en el siglo I de nuestra era. He oído muchas veces a la gente argüir que Nazaret ha sido un invento cristiano tardío…, que Nazaret no se nombra en el Antiguo Testamento, tampoco en Flavio Josefo, ni en ninguna otra fuente judía –salvo los evangelios- ¡hasta bien entrado el siglo III! “¿Existió Nazaret realmente?” –se preguntan algunos, o es un mito o como quiera llamarse de los cristianos primitivos? A estas preguntas responden directa o indirectamente de modo abundante algunas obras de Joaquín González Echegaray, profesor durante muchos años en el Instituto Español Bíblico y Arqueológico de Jerusalén. De ellas comentaremos sucesivamente en estas páginas dos de ellas que –opino- pueden interesar a los lectores de este blog. He aquí la ficha de la primera que reseñamos: Joaquín González Echegaray, Jesús en Galilea. Aproximación desde la arqueología. 2ª edición revisada y actualizada. Editorial Verbo Divino, Estella 2001, 228 pp., con numerosos mapas y planos de los descubrimientos arqueológicos pertinentes. Colección “Ágora”, nº 5; ISBN: 84-8169-384-7. El autor sostiene en la p. 181 la necesidad de conocer la arqueología , la sociología t la historia del siglo I pra comprender mejor a Jesús: “Ciertamente, para leer el evangelio y sacar provecho de su lectura no es indispensable conocer a fondo el medio ambiente en el que Jesús de Nazaret desarrolló su obra. Pero el estudioso que quiera comprender en mayor profundidad lo que allí se dice, no sólo ha de tener necesidad de un bagaje filológico para entender el significado de las palabras y los giros, o de un conocimiento de la teología bíblica del Antiguo Testamento para seguir el desarrollo de las ideas, sino que también ha de estar familiarizado con el medio ambiente de la Palestina de la época de Jesús. “Sin conocer la geografía, la historia, las costumbres, sin estar al día de los hallazgos arqueológicos, difícilmente podrá descubrir todo el sentido y el acento que encierran los hechos y los dichos del Maestro recogidos en los evangelios”. Justamente a dar satisfacción a estos desiderata se dirige este libro, fruto de dilatados años de estudio in situ, en Israel. Recoge el autoren este libro resultados de publicaciones anteriores como: · J. González Echegaray-S. Guijarro, “La arqueología de Galilea y el Jesús histórico” en J. Campos Santiago (ed.), Actas de las IX Jornadas Bíblicas, 1996, Asociación Bíblica española, Diputación de Zamora, 1988, 87-107, · “Galilea y Jesús”: Reseña Bíblica 20 (1988) 47-53, y sobre todo, · Arqueología y Evangelios –que esperamos poder comentar aquí en otra ocasión-, Verbo Divino, Estella 1994. A continuación presento una síntesis del libro e intercalo algunos comentarios: El libro actual me parece muy completo, pues aborda todos los temas sobre los que puede sentir curiosidad el lector: • La geografía de Galilea (incluido clima y vegetación), • Los hechos históricos y avatares políticos que enmarcan la vida de Jesús (incluido una síntesis previa sobre Galilea y el Antiguo Testamento), con especial hincapié en los reinados de Herodes el Grande, su hijo Herodes Antipas, y la situación de Judea en esta época, hasta la Gran Revuelta judía del 66-70. Comentario En este apartado me parece poco crítico González Echegaray cuando acepta una cierta solución tradicional, que intenta salvaguardar la historicidad de Marcos 6 cuando habla de que Filipo era el marido de Herodías. En realidad Filipo se caso con la hija de Herodías, la joven Salomé. Echegaray, para solucionar este problema histórico en el Evangelio de Marcos, deduce la existencia de un “Herodes Filipo”, marido de Herodías, hijo también de Herodes el Grande, llamado Herodes Boeto,pero que sería un personaje distinto de Filipo el tetrarca de Iturea y Traconítide… Por tanto, lo más probable es que ese Herodes Filipo no existiera nunca… • Economía y sociedad, agricultura, industria, pesca, más una visión de conjunto de la población de Galilea y su nivel económico • Religiones y culto: presencia de gentiles; la rejudaización de Galilea desde tiempos de los primeros reyes asmoneos / macabeos; la cuestión de si había o no sinagogas en Galilea (que algunas se preguntan a pesar de las afirmaciones muy claras de los Evangelios al respecto). • Las relaciones entre los habitantes de Séforis y Jesús, en dónde se responde a la cuestión del probable lugar de trabajo usual de Jesús (no como simple carpintero, que se describiría en griego como ergátes, “operario” simple, sino como tékton, o “artesano” especializado en todo tipo de trabajo en madera, destinado preferentemente a la construcción) y su porqué. Aquí aprovecha el autor la ocasión, con toda justeza, para tratar de la más que posible cultura griega de Jesús, o al menos de sus necesarios conocimientos de las lenguas griega y latina, etc. Comentario En este apartado se pregunta incidentalmente el autor cómo debemos situar/caracteriza a Jesús dentro del ambiente descrito -¿un rabino judío, un predicador cínico, un profeta?-, y se inclina decididamente por la conocida caracterización de Jesús, difundida sobre todo por la obra de Geza Vermes, como un predicador carismático e itinerante, exorcista y sanador, al estilo de otros rabinos galileos, más o menos “contemporáneos” como Haniná ben Dosa y Honí el “circulero” o trazador de círculos. • Jesús y las riberas del lago de Genesaret ocupan otra sección importante, la relación con Tiberíades, la descripción de tipos humanos con los se encuentra abundantemente Jesús como aduaneros o recaudadores de impuestos, soldados y pescadores. Comentario A este respecto vuelvo aquí a uno de mis temas preferidos, la necesidad de una transliteración consecuente y continua de los términos greco hebreos de los evangelios… Tenemos normas concretas (el “Onomasticon” de Alonso Shökel, para el hebreo; M. Fernández Galiano, para el griego) con el establecimiento de normas que corresponden al uso idiomático de la lengua desde el siglo XIV, con pequeñas variantes. Así, ¿por qué transcribir Sepphoris y no la tradicional y arraigada Séforis? ¿Por qué Tiberias y no Tiberíades? Lo atribuyo a la influencia de las transcripciones inglesas, que siguen otras normas. • Finalmente, y este capítulo me parece especialmente interesante por la escasez de noticias, acaba el libro con la recogida de todos los posibles datos arqueológicos que confirman la existencia de primerísimas comunidades cristianas de Galilea, poco o nada representadas en los Hechos de los Apóstoles, en Nazaret y Cafarnaún. Comentario Interesante libro éste en conjunto, quizá un poco acrítico con ciertas noticias “históricas” de los Evangelios. Por ejemplo: ¿es bueno escribir en un libro de mera historia y arqueología la frase “Después de la muerte y resurrección de Jesús” (varias veces en el libro)? O ¿sería más modesto y de acuerdo con la historia: “Después de la muerte y la unánime creencia de los seguidores de Jesús en su resurrección”, que correspondería mejor al ámbito de la disciplina histórica? Una última e importante observación Por lo que se refiere a la candente pregunta para algunos: ¿existía realmente Nazaret en la época temprana de Jesús…, o sólo a partir de los siglos III y IV? ¿Es un invento evangélico?... responde Echegaray claramente con un tono al que le parece casi “surrealista” semejante pregunta. Naturalmente que sí existía Nazaret en tiempos de Jesús (aunque el autor no se meta en concreto en si nació allí o en Belén) y “Sabemos por las excavaciones arqueológicas realizadas en el propio Nazaret lo que pudo ser aquel pueblo (en época de Jesús). El P. B. Bagatti, del “Estudio Bíblico de Jerusalén” realizó allí excavaciones en 1955 y puso a la vista la infraestructura del antiguo poblado que es lo único que queda del Nazaret del siglo I. Las casas debieron de ser de materias perecederas (paredes de tapial y tejado de ramajes) y, de cualquier forma nada queda de su estructura, salvo la parte subterránea, excavada en la roca caliza, dedicada a silos para recoger grano, bodegas donde se guardaba el vino y el aceite, pozos, y áreas dedicadas a moler el cereal. Se han hallado también algunas prensas de aceite ya en la superficie. Las huellas de los fundamentos de los muros desaparecidos nos permiten afirmar que las casas eran pequeñas y de estructuras elementales, donde Nazaret había lugar prácticamente a ningún tipo de mobiliario, salvo lo imprescindible para la vida cotidiana” (p. 122). A esto se añade, creo recordar ahora de otras lecturas, aunque no puedo citar exactamente dónde, las muy notables huellas de habitación humana en el lugar en las cuevas vecinas al poblado…, es decir que hubo asentamientos humanos en Nazaret, ya desde el neolítico y sin interrupciones. Pero debía de ser una población tan mínima y tan poco importante, que su huella en los textos escritos fue nula. Comentaremos en otras ocasiones más libros de Gonzáezez Echegaray. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com Postdata: Gracias a un amable lector, José Pérez, puedo ofrecerles el siguiente complemento: El pasado día de Navidad saltó la noticia del descubrimiento de la primera vivienda de Nazaret fechable en el siglo I d.C. Los arqueólogos describen el Nazaret del siglo I como "una pequeña aldea con unas 50 viviendas habitadas por judíos pobres". Puede leer la noticia junto con las primeras fotografías en: http://www.protestantedigital.com/newnowleernoticiaUH.php?r=309&n=15565
Martes, 12 de Enero 2010
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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