NotasHoy escribe Antonio Piñero Cierto día, Dionisio el Exiguo, mientras daba vueltas a sus cuestiones de cronología (había escrito ya varios libros de cronología de la Iglesia), tuvo una ocurrencia que le pareció absolutamente feliz: ¿por qué los cristianos tenían que contar sus años según el reinado de un emperador pagano, y encima un cruel asesino de los creyentes? ¿Por qué no numerar los años comenzando desde el momento en el que Jesús, el Salvador, había iniciado su vida terrena? La idea le pareció acertadísima. Dionisio tomó como fecha de nacimiento de Jesús el 25 de Diciembre, fiándose de una tradición ya inveterada en su época. Por medio de estudios comparativos (el procedimiento usual) y retrocediendo en el tiempo, el Exiguo fijó la fecha del nacimiento de Jesús en los últimos días del año 753 de la fundación de Roma (el 1 de Enero del año 754 sería el primero de la era cristiana: Jesús tendría en ese momento ocho días). Éste fue su “error”. De acuerdo con la cronología de Herodes el Grande que hemos mencionado, este rey murió en el 750 AUC. Por tanto Jesús debió nacer en el 748 o 749, uno o dos años antes de la muerte del rey. De aquí –como dijimos- los cinco o seis años de diferencia... ¡que duran hasta hoy! Aparentemente, el monje Dionisio no se percató de su equivocación y entregó sus resultados al papa Julio I. La difusión de su obra Sobre la Pascua, comenzó a extender entre las gentes la nueva manera de computar el tiempo de acuerdo con la fecha del nacimiento de Jesús. - La segunda observación al texto transcrito tiene que ver con la noción de “Hijo de Dios” aplicada a Jesús. Mateo –como dijimos- juega en esta historia de los magos con la idea implícita de que adoran a Jesús porque es un mesías divino, ya que sus lectores han leído en el capítulo 1 la historia la anunciación del arcángel Gabriel a María y su concepción por obra del Espíritu Santo. Mateo presenta en estos pasajes de la infancia una cristología (“ciencia sobre Jesús como mesías”) más avanzada que otros textos del Nuevo Testamento. Me explico: los primeros judeocristianos creían que Jesús era un hombre normal, pero que Dios lo había hecho divino de algún modo al resucitarlo y sentarlo a su diestra. Con ello confirmaba que era de verdad el mesías, aunque hubiera fracaso en apariencia muriendo en la cruz, y disponía a Jesús para que volviera al mundo (la segunda venida o parusía) para concluir su misión instaurando, esta vez con éxito, el reino de Dios. El evangelista Marcos no le parece bien esta concepción, la corrige y adelanta el momento en el que Jesús es “hijo de Dios” a su bautismo en el Jordán. La venida del Espíritu Santo sobre Jesús en forma de paloma en el bautismo lo constituye en Hijo de Dios desde ese mismo momento. Una voz del cielo así lo declara. Los evangelistas Mateo y Lucas a su vez corrigen a Marcos, y adelantan el momento en el que Jesús es hijo de Dios al de su concepción milagrosa por el Espíritu Santo. Jesús es divino no desde el bautismo, sino desde su misma concepción. (Y el cuarto evangelista lo adelantará aún más: corrigiendo también las perspectivas de sus antecesores, señala que Jesús no fue divino desde su resurrección, su bautismo o su concepción, sino desde siempre, desde toda la eternidad, porque era el Verbo o Palabra de Dios, que se encarnó como Jesús cuando llegó la plenitud de los tiempos. La tercera observación: los magos vienen de Oriente. Pero ¿de dónde? El texto no lo dice, pero se sobrentiende que, si son “magos”, y así se llamaban a los sacerdotes persas, es lógico que se creyera que venían desde Persia. De hecho en el arte del cristianismo primitivo los magos eran dibujados con indumentaria persa: túnicas ceñidas, mangas largas, pantalones y gorro frigio. Algunos estudiosos han propuesto que los magos procedían de Babilonia, es decir, el actual Irak, ya que entre los babilonios, llamados también caldeos, había habido desde los albores de la era histórica un gran interés por la astronomía y la astrología. En el libro del profeta Daniel aparecen muy frecuentemente los magos cuando el autor describe la corte de Nabucodonosor y Baltasar en Babilonia. Finalmente, apoyándose en los regalos que traen los magos, oro, incienso y mirra, se ha pensado que estos magos procedían de Arabia. Oro e incienso son los regalos que, según Isaías 60,6 y Salmo 72,15, traerán los pueblos orientales a Jerusalén en tiempos mesiánicos, como regalo al rey y alabanza al Dios de Israel, desde Madián y Sabá, regiones ambas de Arabia, del noroeste y suroeste respectivamente. Siendo la narración de los magos -y aquí adelanto mi opinión que explicitaré a lo largo de lo que queda- pura historia teológica, a saber la invención de un hecho legendario para ejemplificar una idea teológica (en este caso la predicación del salvador del mundo a los no judíos) parece inútil hacer disquisiciones sobre qué región del Oriente venían los magos. El oriente es también simbólico en general: “Ex oriente lux”, del oriente viene la luz, que dice el dicho que atribuye la venida de un salvador, precisamente desde la región donde sale el sol. Sea, pues como fuere, sí es cierto que la teoría de Arabia fue la primera que los escritores cristianos propusieron: Justino Mártir, hacia el 160, en su Diálogo con Trifón 78,1 (sobre la verdad del cristianismo y del judaísmo) escribía “Unos magos de Arabia llegaron hasta Herodes…” Continuaremos en la próxima nota Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com En el otro blog, de “Religiondigital”, el tema de hoy es: “¿Es tendencioso y sesgado el Evangelio de Marcos? (V)”. Saludos de nuevo.
Lunes, 11 de Enero 2010
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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