Notas
Templete de San Pedro
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Frente a la Biblia como colección de los libros inspirados y reconocidos como tales por el Canon de la Iglesia oficial, la literatura apócrifa constituye un género literario paralelo mejor que contrario o diferente. En muchos casos los apócrifos tratan de los mismos sucesos, de las mismas personas y hasta de las mismas doctrinas que forman el acervo de los libros canónicos. Podemos afirmar que muchos aspectos de la teología no tendrían sus perfiles definitivos si no fuera por el toque de la literatura apócrifa. La denominación de los libros apócrifos alude intencionadamente a su relación con los libros bíblicos. Recordemos que en su elenco, por lo que al Nuevo Testamento se refiere, disponemos de Evangelios, Hechos, Epístolas y Apocalipsis. Los autores de los apócrifos componen sus obras con intención de situarlas en paralelo con sus homónimos bíblicos. Y así lo entendieron los críticos y los transmisores cuando eligieron para esos textos la etiqueta que los define. Los Hechos Apócrifos comparten su título de Hechos (Práxeis) con el de Viajes (Períodoi) y reducen su contenido a la presentación de actividades y trazado de las personalidades de los diferentes apóstoles protagonistas. Varios investigadores recientes insisten en los valores históricos de estos Hechos. No porque respondan al requisito que Aristóteles exige para estas obras. La Historia debe limitarse a la exposición de lo sucedido (tà genómena). Pero los sucesos tienen un contexto que muchas veces son el resumen de una situación histórica. Como quería Tucídides, la historia debe explicar también la etiología de los acontecimientos, que normalmente no surgen por generación espontánea. Hemos de reconocer que, tal como están las cosas, la unión de las palabras del epígrafe “valores históricos de los apócrifos” tiene todas las características de una escandalosa paradoja. Sin embargo, el tema es un camino emprendido por autores tan cualificados como la profesora de la Universidad de Rennes en Francia, Annick Martin. En un artículo publicado en la revista Apocrypha 13 (2002) pp. 9-27, se planteaba la cuestión con absoluta claridad. Se lamentaba amargamente del funesto influjo que tuvo en los estudios antiguos la moda del laicismo, que ella califica con ironía de actitud que se ha movido “en el nombre de la sacrosanta laicidad” (p. 11). Agradecía, en cambio, que en la década de los noventa del siglo pasado se le ofreciera la posibilidad de abordar el estudio de los orígenes del cristianismo sin menospreciar un aspecto tan importante como el de los apócrifos. Prescindir de este campo de investigación supone renunciar a “testigos de la emergencia de la nueva religión”, lo que representa una pérdida de aspectos tan importantes como “la diversidad y la riqueza de unos textos, diferentes por sus géneros literarios y sus posiciones teológicas, cuya formación, contemporánea muchas veces de la de los escritos canónicos, puesta como ellos bajo el nombre de un apóstol, ha contribuido a la constitución de una memoria y de un cristianismo plural” (p. 12). Queda claro, pues, para la Profesora francesa que la literatura apócrifa “es una fuente nada despreciable de información sobre las interpretaciones y sensibilidades en el interior del cristianismo antiguo” (p. 26). Su convencimiento sobre sus planteamientos es tan decidido que llega a proponer la idea de que “estos textos formen parte de la Escritura en el sentido amplio, y que deberían clasificarse dentro del fondo documental sobre los orígenes del cristianismo” (p. 13). Los datos del artículo de referencia son los siguientes: Annick MARTIN, “L’HISTORIENNE ET LES APOCRYPHES”, Apocrypha 13 (2002) pp. 9-27. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Miércoles, 3 de Diciembre 2008
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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