CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

En el período Neocarbono-B (correspondiente, según una de las antiguas cronologías, al s. XL), se han encontrado, en excavaciones arqueológicas de Eurasia, algunos testimonios fragmentarios relativos a dos varones cristianos en un estrato del s. XXI. Uno de ellos, el franciscano Juan Y.; otro, el misionero comboniano Jesús Z.

Es sabido que, tras la denominada tercera guerra mundial (a día de hoy, que hemos tenido ya un par de confrontaciones galácticas, la noción de “guerra mundial” nos resulta irrisoria), el cristianismo sufrió una evolución a partir de la cual acabaría creándose el guevarismo, que junto con el Islam neo-chií, el ultraconfucianismo y la “Doctrina del mal menor” constituyen las principales religiones hoy existentes.

Lo apasionante del hallazgo mencionado radica, evidentemente, en que siempre se ha atribuido la aparición del guevarismo a una evolución a partir del cristianismo y, en particular, a la acción decisiva del misionero comboniano Jesús Z., de quien, hasta este momento, solo se conservaba poco más que el nombre. Los hallazgos, por magros que sean –algunas cartas, un par de informes eclesiásticos, una rápida mención en historiadores contemporáneos – permiten, curiosamente, deducir que Jesús Z., antes de sentir la vocación de misionero comboniano y marchar a Verona, se formó en el convento de los franciscanos en Roma.

El problema, por supuesto, es cómo interpretar estos fragmentos. Los historiadores guevaristas –una especie abundante –, tan prolíficos como de costumbre, sostienen que los dos cristianos contemporáneos, el franciscano Juan Y. y el misionero comboniano Jesús Z., fueron sujetos extraordinariamente diferentes. Otros historiadores sostienen otra cosa. Como en la División de Curiosidades del Pasado buscamos la imparcialidad-en-la-medida-de-lo-posible, a continuación se reproducen los Abstracts de los informes respectivos que el año pasado solicitamos a sendos expertos:

Historiador 1 (guevarista):

“De las fuentes se deriva claramente la existencia de un patrón sistemático de diferencias entre el cristiano franciscano y el cristiano comboniano.

El franciscano Juan Y. comía en el refectorio de manera relativamente frugal, mientras que lo que se sabe del comboniano Jesús Z. es que comía cada vez en un sitio distinto y no le hacía ascos a nada (una de las cartas conservadas dice que, cuando estuvo en Uganda, incluso bebió la leche de vacuno mezclada con sangre, una costumbre típica de la tribu de los karimoyón).

Del misionero comboniano Jesús Z. se dice que realizó algunas curaciones entre las tribus africanas sin haber estudiado Medicina, mientras que del franciscano Juan Y. no tenemos el menor testimonio de tal actividad. Esta es una diferencia francamente extraordinaria, que permite apreciar la singularidad de Jesús.

Además, los fragmentos relativos al franciscano conservan una frase que dice “Venga tu Reino” (lo cual indica que él pensaba que el Reino no había llegado todavía). Sin embargo, aunque frases como estas se encuentran en el material relativo al comboniano, en este también se encuentra una que dice: “¡Jesucristo nos ha salvado!”. De este entusiasmo y esta alegría por la presencia de la salvación no hay el menor rastro en la media docena de fragmentos conservados sobre el franciscano. Esto, obviamente, solo puede significar que la comprensión de la existencia y la soteriología de Jesús Z. y Juan Y. diferían profundamente.

La prueba definitiva de la radical diferencia entre uno y otro es que, según todos los indicios, aunque Jesús Z. se había formado como franciscano, abandonó el convento y la compañía de Juan Y. y se convirtió en comboniano. Si no hubiera habido una ruptura existencial, ¿por qué se habría ido al continente africano? De hecho, es difícil no constatar la existencia de un verdadero salto cualitativo entre el pensamiento y la figura del franciscano Juan Y. y el comboniano Jesús Z. Esto, sin duda, explica que el guevarismo haya podido surgir de este extraordinario comboniano, mientras que resulta inimaginable que algo así hubiera podido surgir del franciscano”.

Historiador 2 (no guevarista):

“Que existen algunas diferencias entre el franciscano y el misionero comboniano parece innegable. Para ello fueron, según creemos, existencias distintas. Sin embargo, creo que los guevaristas han sacado las cosas de quicio debido a un error de perspectiva. El franciscano y el misionero comboniano eran cristianos. Además, ambos eran eclesiásticos. Ambos creían en el mismo Dios, y confesaban a Cristo como tal. Ambos habían leído y memorizado las mismas Escrituras, y tenían como libro de cabecera el Nuevo Testamento. Parece, además, que ambos mostraron especial predilección por el Apocalipsis. Ambos tenían las mismas esperanzas y aguardaban la resurrección de los muertos. Ambos mostraron un gran interés por la justicia social. Ambos consideraban muy próxima la Parusía. Ambos fueron criticados por las altas instancias eclesiásticas de Roma. Ambos parecen haber sido respetados por el pueblo llano. A ambos los eliminó el mismo poder político. Y los escasos fragmentos de las cartas conservadas del misionero comboniano, antiguo franciscano, nunca dejó de sentir por el franciscano Juan Y. la más alta admiración. ¿Dos sujetos extraordinariamente parecidos, y a la vez, radicalmente diferentes? No lo veo. El principio de no contradicción todavía tiene vigencia para mí”.

En la DCP aún tenemos que reunirnos para evaluar los informes.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Jueves, 16 de Diciembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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