Escribe Antonio Piñero
Reseño hoy brevemente la aparición en el mercado del libro de Jesús Galisteo Leiva, con el título “Historia de la religión mandea”. El mandeísmo, la gnosis del Jordán”. Lleva el subtítulo siguiente: “La historia, el culto y las creencias de los llamados «cristianos de san Juan», los últimos gnósticos”. Editorial Almuzara, Córdoba, 2022. 15,50 x 24. 284 págs. ISBN 978-84-16750-64-1.
El libro me ha parecido más que interesante y oportuno, puesto que –salvo error por mi parte– no existe nada, o casi nada, de bibliografía española acerca de los mandeos como confesión religiosa que hunde sus raíces en el judaísmo antiguo, quizás tan pronto como los años siguientes al asesinato de Juan Bautista (hacia el 29 d. C.) y la constitución de un grupo de seguidores de Juan tras su muerte.
Yo solo conozco la versión de Textos mandeos de la Biblioteca de Autores Cristianos y comentarios a cargo de Enrique López Fernández. Es esta una obra básica, cierto, pero que no es una historia de los mandeos y sus creencias (por cierto: Galisteo no indica en ninguna parte –desde luego no en la Bibliografía general– los datos de esta traducción básica que utiliza con frecuencia; debería hacerlo, en mi opinión). Así que un libro sobre historia del mandeísmo y una síntesis clara de sus doctrinas y su modo de vida es más que bienvenido, porque rellena de verdad una notable laguna en la bibliografía española. Ya podemos saber algo más de los mandeos sin tener que contentarnos no lo que pueda informar al respecto la Wikipedia.
Y como el libro es algo nuevo en nuestra bibliografía, me parece importante ante todo dar a conocer su contenido. En primer lugar, es una historia breve del mandeísmo, que comienza con un detallado índice y comentario breve de todas las fuentes históricas disponibles. A veces se trata de meras menciones, incluso indirectas de los mandeos, y en otras ocasiones indican algo sobre su ideología teológica. Son unas 70 páginas de fuentes, de modo que puede considerarse virtualmente completa en sus menciones, que a veces son solo eso…; pero está prácticamente todo lo que hay. Esta sección de “fuentes” se completa con breves, pero enjundiosas páginas sobre el origen, más una breve historia, de la religión mandea; por cierto, muy perseguida por el Islam en Oriente Medio, hasta la diáspora de hoy día, con un número de miembros muy disminuido debido a la azarosa historia de Irak en los últimos tiempos.
En segundo lugar, el autor prefiere describir el aspecto sociológico-cultual de la religión de los mandeos antes que sus creencias y dogmas. Así, desde la página 117 a la 158 muestra al lector los ritos y liturgia, la importancia de la magia en la cosmovisión mandea, su simbología religiosa y su vida moral.
En esta segunda parte del libro habla Galisteo de la moral de los mandeos, cuyo régimen ético es en verdad curioso porque en parte va (al menos en apariencia) en contra de los principios básicos de la existencia mandea. Me explico: son los mandeos una religión con una fuerte base gnóstica, y la gnosis desprecia al mundo, lo cree vano y efímero; la verdadera existencia vendrá después de la muerte, cabe Dios, de modo que el mandeo no es propiamente de este mundo, sino más bien un transeúnte. Sin embargo, y aquí está lo novedoso, los mandeos valoran mucho la vida terrenal; no rechazan el cuerpo; están en contra de la ascesis; repudian el celibato, concediendo un gran valor al matrimonio y a la generación de hijos. Todo esto no casa en absoluto con un substrato gnóstico.
El libro apunta luego cosas interesantes la vida moral y social de los mandeos. Es virtuosa y elevada, pues tienen como virtud esencial la caridad, la humildad, la ayuda mutua con la limosna, y la evitación del engaño, la mentira, las sentencias injustas y otros actos lesivos similares. Sin embargo, sí están prohibidos el canto y el baile. En general los mandeos son vegetarianos, pues están contra del sacrificio de animales (hay excepcionalmente un rito en el que se sacrifica a una paloma).
También es interesante el hecho de que la vida religiosa mandea gire en torno al agua como símbolo de la Vida Primordial y por tanto, del bautismo como símbolo de purificación y de participación de la Vida. En el mandeísmo el bautismo se practica repetidas veces como purificación sobre todo de pecados graves, como el robo o el homicidio.
El libro de Galisteo describe también otros ritos como la comunión y los oficios de difuntos, que no son lamentaciones tristes por la pérdida aparente de un ser querido (¡está prohibido el duelo!), sino que se concentran en la ayuda que se puede ofrecer a su alma que ha de ascender al cielo a través de ciertas “aduanas”, o impedimentos, de malvados espíritus que intentan impedir tal ascenso.
En tercer lugar de su libro aborda el autor la dogmática del mandeísmo que incluye la situación de esta religión en el marco de otras religiones conexas como la persa y las judeocristianas, que son el núcleo básico de su teología. Dentro de este ámbito describe Galisteo la idea esencialmente monoteísta del mandeísmo ya que la Divinidad Primordial, que es la “Vida en sí misma”, simbolizada por el “Agua de la Vida”, es el Dios supremo, y en realidad único. Explica también nuestro autor los conceptos generales de la cosmogonía y el rico mundo de seres divinos en el panteón mandeo, cuya genealogía se expone con bastante detalle. Esta sección del libro es ciertamente una suerte de teogonía, aunque en tono menor, ya que los mandeos son monoteístas esenciales, como he afirmado.
Respecto al panteón, me parece también interesante en el mandeísmo, como herencia de la gnosis judía y cristiana, que se considere que la Divinidad Primordial está rodeada de una plenitud de entidades divinas secundarias, lo que en la gnosis se denomina pléroma/ pleroma (en griego, “plenitud”). Estos otros seres divinos son como la corte de la Vida…, una corte rebelde en ocasiones. ¿Por qué rebeldes? Pues porque a pesar del monoteísmo básico, existe en la creencias mandeas un dualismo tan profundo, una lucha tan continua entre el Bien y el Mal / Luz y Tinieblas que lo acerca indudablemente al maniqueísmo. Por mucho que en principio el mandeísmo hable de una suerte de Trinidad, “Primera, Segunda y Tercera Vida”, como la trinidad cristiana en apariencia, tales figuras son en realidad híbridas, con mezcla esencial del bien y del mal.
De la gnosis judeocristiana recogen también los mandeos la idea de que las entidades de esta plenitud de la divinidad –lo superior, lo sobrenatural– son hipóstasis, es decir, personificaciones o seres que se generan por emanación o generación a partir de la Entidad Primordial. Diríamos que tal Entidad está preñada de otras entidades menores del mundo superior. Estas irán apareciendo en el tiempo (o en el “pre-tiempo”) como determinaciones de una suerte de huevo cósmico, “primordial”, del que todo surge al expandirse. Dentro de la generación del universo, y como en la gnosis judeocristiana clásica de los siglos II y III, existe incluso en el mandeísmo la figura un Demiurgo (“artesano”) –denominado Ptahil–, una divinidad secundaria, que se encarga de la generación del cosmos concreto.
No faltan en el libro de Galisteo los apartados dedicados a la angelología y demonología de los mandeos, que se parecen a los da la gnosis judeocristiana, y que no es preciso comentar. Para concluir, la obra aborda la soteriología o “tratado sobre la salvación” (“sotér” es “salvador” en griego). Aquí hay una diferencia con la gnosis clásica, para la cual el conocimiento de lo divino, otorgado desde lo Alto a los elegidos, era suficiente para la salvación: el elegido, el gnóstico, el “conocedor”, se salva porque “conoce” todo lo divino, sin más, por revelación, por lo que está unido a ella, lo que conlleva una posible redención. No es así entre los mandeos para quienes el conocimiento de lo sagrado no basta, sino que debe añadirse la conducción de una vida buena junto con ritos y oraciones, tanto durante la vida de cada miembro como en el momento de su deceso, cuando las plegarias de los parientes y amigos de los ya difuntos los ayudan a transitar hasta el cielo y a abrirles la puerta del paraíso. Así pues, las oraciones colectivas en pro de las almas de los fallecidos, y los ritos en los que se los recuerda, contribuyen a la salvación de estos.
Y, por último, conocer el mandeísmo ayuda mucho para entender una polémica surgida hace años acerca de las posibles fuentes del Evangelio de Juan. El conocido Rudolf Bultmann, en su Comentario, muy influyente, al Cuarto Evangelio, había postulado que los discursos de Jesús de revelación (en particular los capítulos 14 al 17) provenían de un escrito gnóstico que contendrían todos los elementos esenciales del sistema gnóstico, sistema que estaba en el sustrato de ese Evangelio Los temas son, en especial, la figura del Redentor, su venida a la tierra, enseñanza reveladora, su ascenso luego a los cielos, la unidad del seguidor de Jesús con el Padre, al igual que la de Jesús, etc. Y argumentaba Bultmann que los escritos mandeos, aunque fueran tardíos, contenían esos elementos, que eran muy antiguos y que la secta mandea había sido fundada por seguidores de Juan Bautista antes incluso de que el judeocristiano fuera visible como grupo judío sectario. Supone Bultmann por tanto, que el autor del Evangelio de Juan es un ex gnóstico que tuvo acceso a un documento cuyas líneas maestras se han conservado dentro del mandeísmo.
No entro ahora en el fondo del asunto de las hipótesis de Bultmann, que es compleja y llevaría mucho tiempo. Lo importante, respecto al libro de Galisteo es que ahora el lector tiene la oportunidad de juzgar respecto a las doctrinas, tanto del Evangelio de Juan como de los mandeos, si son similares o no… y puede volver a plantearse, si le interesare, la cuestión de si el substrato de la gnosis es precristiano (ya formado entre los discípulos tempranos de Bautista) y si ha influido o no en a imagen de Jesús y sus discursos que dibujan el Cuarto Evangelio.
Creo, pues, con lo dicho en esta postal a modo de síntesis de presentación del libro de Jesús Galisteo, que hay sobrados motivos para alegrase de que se haya publicado este trabajo, “Historia de la religión mandea”. Yo se lo agradezco mucho tanto al autor como a la editorial. Enhorabuena a los dos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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