CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
“Guía para entender a Pablo de Tarso. Una  interpretación del pensamiento paulino” (581)

Escribe Antonio Piñero

Aunque el libro salió puntualmente el día 20 de mayo, como anuncié, he dejado pasar unos días –de acuerdo con la Editorial Trotta-- de modo que cuando lo presentara aquí de un modo formal estuviera ya distribuido por las librerías.

Empecé a escribirlo hace unos cuatro años, y lo entregué a la Editorial hace justamente un año, en junio del 2014. Este es el tiempo que normalmente toma una editorial seria para darlo a leer a diversas personas, recabar informes de ellas, maquetarlo, galeradas, segundas pruebas, etc. Mi intención en este libro era complementar la idea básica que había expresado sintéticamente en la “Guía para entender el Nuevo Testamento” que había terminado en 2005.

Reducido a términos informáticos modernos, el legado auténtico de Pablo, tal como nos ha sido transmitido por la mano de un misterioso editor de principios del siglo II, tiene unos 49 folios en letra Times New Roman, cuerpo 12, a especio y medio. Es decir, bastante poco. De este monto de páginas hay unas 39 inteligibles, a pesar de su densidad notable teológica y retórica. Pero hay unas diez (me refiero no a 10 seguidas, sino sumando los párrafos) que o bien son ininteligibles en el fondo o están en total contradicción con lo que el autor ha informado/escrito en otros pasajes. La contradicción es tal que se han escrito libros enteros, de entre los cuales el más famoso es el de H. Räisänen, Paul and the Law, Mohr-Siebeck, Tübingen, 1983. Quizás recuerden los lectores que en mi reseña del libro de Carlos Gil Arbiol, “Qué se sabe de… Pablo de Tarso en el naciente cristianismo”, de 2015, señalaba yo como entre las “claves” para entender a Pablo el autor señalaba (p. 25, nº 3) la siguiente: “Aceptar la ambigüedad e incoherencia de Pablo”. Y recordarán que me sublevé contra esta afirmación.

Ciertamente la ambigüedad puede ser aceptada, dado que los escritos de Pablo son cartas de circunstancias, no tratados; que se han perdido algunas de las cartas que salieron de su mano; que no tenemos las misivas que le habían enviado sus corresponsales; que no tenemos ni idea cuál fue exactamente la predicación oral de Pablo en las semanas, meses o años que estuvo en sus comunidades, y que --apresurado por el fin del mundo inminente según él creía-- escribió solo lo que era más perentorio para sus comunidades. Pero, no puedo, ni pude jamás, aceptar su “incoherencia”.

Si Pablo hubiese sido un pensador incoherente, jamás habría tenido los discípulos que tuvo, y nunca –con el paso del tiempo—se habría desarrollado el cristianismo naciente a partir de sus enseñanzas. A priori no puede pensarse que un tipo genial como Pablo y con tanto éxito, fuera “incoherente”. Jamás. Sólo que nos faltan las claves exactas para entenderlo bien. O hay que leer tales claves entre líneas a partir de una lectura de sus cartas (en griego, y centenares de veces algunos de sus pasajes, relacionándolos sin cesar unos con otros), consultando el judaísmo de su época y sin dejar de considerar los escritos de sus discípulos –entre los que se hayan los cuatro evangelistas canónicos para asombro de muchos— de modo que tarde o temprano pueda atisbarse cuál es la clave central de interpretación de los pasajes difíciles.

Estos pasajes paulinos “imposibles” afectan todos a la comprensión de la Ley por parte de Pablo. En absoluto afectan a la naturaleza del Mesías Jesús por parte del Apóstol, aunque nosotros hoy no podamos precisar sus líneas de interpretación al ciento por ciento. Pablo jamás fue perseguido por los judíos a causa de su cristología (doctrina de Jesús como cristo o mesías), sino por sus interpretaciones de la Ley y su aplicación a los gentiles/paganos conversos a la fe en Jesús. Y ahí radica sin duda el meollo de la cuestión.

Durante más de dos años intenté descubrir cuál podría ser la clave de interpretación del tema nuclear “Pablo y la ley de Moisés”, pero me fue imposible. Gracias al contacto y al continuo diálogo con el Profesor Dr. Carlos A. Segovia, me fui metiendo poco a poco en la moderna discusión del judaísmo profundo de Pablo, discusión que sigue viva entre los modernísimos intérpretes del Tarsiota, sobre todo entre los investigadores judíos actuales y sus seguidores, que ellos mismos se han denominado “New Radicals”.

Como saben los lectores del Blog –ya que hemos publicado algunos de los resultados-- mantuve un diálogo/ discusión, en el sentido inglés del vocablo, con Carlos A. Segovia, por escrito, no solo oral, en el que tratamos todos y cada uno de los pasajes difíciles del corpus paulino auténtico. Fue un trabajo tremendo. Pero transcurridos casi dos años y medio de estudio, decidimos que no se podían cohonestar nuestras diversas opiniones y renunciamos a escribir, Carlos y yo, el presente libro en común. Entonces –y durante un breve lapso de tiempo—decidí abandonar la empresa. Me parecía imposible sacar un libro más sobre Pablo que no apartara luz alguna sobre la pretendida incoherencia del personaje.

Y en este callejón sin salida empezó a emerger en mí la idea que, como hipótesis interpretativa, podía resolver quizás la incoherencia aparente de casi todos los textos paulinos que eran en apariencia un ataque súper furioso y total contra la ley de Moisés. En síntesis, la idea interpretativa gira en torno a la noción de que Pablo se apoya en ideas judías de la época que han dejado muy poco rastro por escrito. En concreto: la Ley no es simple, sino compleja y se divide en dos partes: una universal y eterna, obligatoria para todos, incluso para los gentiles o paganos; otra específica y temporal, y que afecta a los judíos miembros de la Alianza, pero a no los gentiles. Y esta idea se complementa con otra, a saber, que el Mesías, por dispensación divina, tiene poder para cambiar la Ley en época mesiánica, es decir, en la que creía vivir Pablo.

Busqué en toda la bibliografía moderna ilustración sobre este tema. Y no encontré ni una sola referencia en todos los libros consultados –¡muchos!-- tanto de la interpretación tradicional, como de la de los New Radicals.

Entonces me fui corriendo a ver a mi amigo Mario Sabán, judíos donde los haya, y muy buen conocedor de los textos del judaísmo antiguo y del cristianismo, igualmente, y sobre todo de la Cábala. Le expuse mi hipótesis y dijo “Claro”. Me quedé estupefacto, pues como dije en ninguna parte está formulada esta hipótesis. Y añadió Mario en plan de broma: “Cuando el rabino Shabbatai Zevi se proclamó mesías hacia 1660 y pico, dijo: ‘Que me traigan un bocadillo de jamón’”. Naturalmente esta inteligente broma quería decir que la idea de que la Ley cambia en época mesiánica es una noción aceptablemente judía. Le pregunté entonces si sabía de memoria algunos textos de rabinos famosos que dieran cuerpo a esta idea, y me respondió que de momento no los tenía en la memoria, pero que los había leído. Y añadió: “Tu maestro Alejandro Díez Macho, el famoso arameísta, el editor del Targum Neofiti 1, ha publicado un artículo hace años, en la revista Estudios Bíblicos y trae algunos textos que pueden ayudarte, una vez que ya tienes la idea cllara en tu cabeza”.

Busqué la revista en la Facultad (Biblioteca de Hebreo y Arameo), y encontré dos largos artículos de Díez Macho (que discutía con W. D. Davies, Torah in the Messianic Age and/or the Age to Come, SBL Publications 1952) cuyo título era: «¿Cesará la Torá en la Edad Mesiánica?», “Estudios Bíblicos” 12 (1953) 115-158; 13 (1954) 5-51). El fin y propósito de estos artículos de Díez Macho eran muy distintos a los de mi “Guía”, pero sus dos artículos aportaban muchos textos de rabinos de los siglos III al VI d.C. que me pusieron sobre la pista definitivamente.

El año pasado, en un Congreso en Roma sobre interpretación moderna de Pablo, expuse, por escrito y oralmente, en inglés, mi hipótesis interpretativa con el siguiente título Law of Moses and Paul. Does the Law of Moses change in Messianic time? (supongo que las actas del Congreso se publicarán algún día). El resultado fue un silencio totalmente respetuoso. Ni aplausos fervientes, ni crítica alguna. Hablé con los eruditos más prominentes del Congreso y les pedí que, ya que conocían bien la literatura talmúdica añadieran más textos a los míos. Ninguno supo de repente (ni siquiera Daniel Boyarin) hacer añadidura alguna. Y tampoco después. Así que pensé: parece que mi hipótesis no es, al menos, ninguna tontería. Y lo digo porque cuando aparece una nueva hipótesis en la investigación/interpretación, y no ha sido formulada claramente antes hay que ponerse en guardia.

Así que toda la Guía para entender a Pablo de Tarso gira alrededor de una hipótesis interpretativa, que no he visto formulada en ninguna parte y que –supongo—se prestará a enorme discusión. Si la hipótesis es más o menos correcta, está justificado el libro. Pero si es incorrecta, habrá que corregirlo en gran parte. Para ayudar a la comprensión de todos los lectores, he intentado escribir esta “Guía de Pablo” con la misma claridad y sencillez de lenguaje que la “Guía para entender el Nuevo Testamento”. Pero la materia es más difícil en conjunto.

Mañana intentaré ofrecer algunas otras claves sobre el libro. Adelanto ya --y lo repetiré más adelante-- que esta “Guía para entender a Pablo de Tarso” estará en la Feria del Libro de Madrid (caseta de Editorial Trotta, nº 208; el domingo 7 de junio de 12.00 a 14.00 horas) y en la de la Librería Antes (especializada en historia; no sé el número, pero creo que cerca de la de Trotta, a tenor de otros años; ya lo escribiré más en concreto, el viernes 12 de Junio desde las 18.00 a las 21.00 horas).

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com


Jueves, 28 de Mayo 2015


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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