CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con el tema: “Viudas, mártires, diaconisas, sacerdotisas. Panorama de las mujeres en las primeras comunidades cristianas”

Hoy se piensa comúnmente que la gnosis no era una religión específica en el siglo I de nuestra era, sino una “atmósfera espiritual”, como un conjunto de ideas religiosas que circulaban por todo el Mediterráneo oriental ya incluso –es muy posible- antes de la era cristiana. Esta atmósfera conceptual, aun sin constituirse en religión, influyó como ideología subyacente en diversas religiones.

En el sistema de la gnosis es esencial un dualismo óntico y ético -de fuerte componente órfico y platónico por un lado e iranio, por otro-, según el cual el mundo del espíritu, de arriba, o de las ideas, o la luz, es el único bueno y verdadero, mientras que el ámbito de las tinieblas, de la materia, de abajo, lo corpóreo, es malo: es una degradación de la divinidad o último escalón del ser.

Lo mejor del ser humano, su espíritu, se halla, según la gnosis, aherrojado en la materia. Para que este espíritu se salve, para que retorne al mundo de arriba de donde procede, la divinidad envía un Revelador/Redentor que revela, salva y que luego retorna al cielo. La revelación salvífica consiste en una “gnosis”, un conocimiento de cuál es la verdadera esencia del hombre, la espiritual; consiste en saber de dónde procede lo mejor que hay en el ser humano, cómo ha de retornar allí, a las alturas celestes, de donde vino. Saberlo y poner los medios para realizarlo constituye la salvación.

Pero la mujer en los sistemas gnósticos, como generadora de nuevos seres humanos aherrojados en la materia, representa sobre todo el aspecto más material de la pareja humana donde se percibe con más nitidez el proceso de generación y de corrupción. El fenómeno de la menstruación, a la que se unen concepciones míticas en torno a la sangre y la mácula, ayuda también a considerar a la mujer como representante de la carnalidad dentro de la dualidad del ser humano.

Así pues, la gnosis muestra una inmensa prevención contra el sexo, generador de seres encadenados a la materia, y contra la mujer, como la personificación más visible y adecuada del sexo. Y es curioso en extremo esta prevención hacia el sexo y la mujer en la gnosis, cuando por otro lado, son en estas comunidades, como e bien sabido, donde la mujer tiene una función más predominante que en otros tipos de cristianismo.

Y tampoco deja de ser curioso que en los textos gnósticos abunden las metáforas de tipo sexual. Eran bien conscientes que en la vida aherrojada en la materia es difícil encontrar imágenes más explícitas de la unión de todo tipo entre los humanos, y por reflejo de la unión del espíritu con la divinidad con la que es consustancial.

Teniendo en cuenta este trasfondo volvamos al pensamiento paulino sobre el tema de la mujer que está relacionado con el pensamiento acerca del sexo. Será evidente que para Pablo el eros nada vale por sí mismo, y es tratado por el Apóstol sólo en relación con el matrimo¬nio, como concesión (1 Cor 7,5-7) a la debilidad humana (“Más vale casarse que abrasarse”: 1 Cor 7,9), cuya carta magna se halla en el cap. 7 de la 1ª Epístola a los Corintios. Lo transcribimos en la nota de hoy y en la de la próxima ocasión

1 En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es para el hombre no tocar mujer. 2 No obstante, por razón de las inmoralidades, que cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. 3 Que el marido cumpla su deber para con su mujer, e igualmente la mujer lo cumpla con el marido. 4 La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. 5 No os privéis el uno del otro, excepto de común acuerdo y por cierto tiempo, para dedicaros a la oración; volved después a juntaros a fin de que Satanás no os tiente por causa de vuestra falta de dominio propio. 6 Mas esto digo por vía de concesión, no como una orden. 7 Sin embargo, yo desearía que todos los hombres fueran como yo. No obstante, cada cual ha recibido de Dios su propio don, uno de una manera y otro de otra.

8 A los solteros y a las viudas digo que es bueno para ellos si se quedan como yo. 9 Pero si carecen de dominio propio, cásense; que mejor es casarse que quemarse.

10 A los casados instruyo, no yo, sino el Señor: que la mujer no debe dejar al marido 11 (pero si lo deja, quédese sin casar, o de lo contrario que se reconcilie con su marido), y que el marido no abandone a su mujer.

12 Pero a los demás digo yo, no el Señor, que si un hermano tiene una mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. 13 Y la mujer cuyo marido no es creyente, y él consiente en vivir con ella, no abandone a su marido. 14 Porque el marido que no es creyente es santificado por medio de su mujer; y la mujer que no es creyente es santificada por medio de su marido creyente; de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mas ahora son santos. 15 Sin embargo, si el que no es creyente se separa, que se separe; en tales casos el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz. 16 Pues ¿cómo sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? ¿O cómo sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer?

17 Fuera de esto, según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así ande. Y esto ordeno en todas las iglesias. 18 ¿Fue llamado alguno ya circuncidado? Quédese circuncidado. ¿Fue llamado alguno estando incircunciso? No se circuncide. 19 La circuncisión nada es, y nada es la incircuncisión, sino el guardar los mandamientos de Dios. 20 Cada uno permanezca en la condición en que fue llamado. 21 ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes; aunque si puedes obtener tu libertad, prefiérelo.22 Porque el que fue llamado por el Señor siendo esclavo, liberto es del Señor; de la misma manera, el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. 23 Comprados fuisteis por precio; no os hagáis esclavos de los hombres. 24 Hermanos, cada uno permanezca con Dios en la condición en que fue llamado.

25 En cuanto a las doncellas no tengo mandamiento del Señor, pero doy mi opinión como el que habiendo recibido la misericordia del Señor es digno de confianza. 26 Creo, pues, que esto es bueno en vista de la presente aflicción; es decir, que es bueno que el hombre se quede como está. 27 ¿Estás unido a mujer? No procures separarte. ¿Estás libre de mujer? No busques mujer. 28 Pero si te casas, no has pecado; y si una doncella se casa, no ha pecado. Sin embargo, ellos tendrán problemas en esta vida, y yo os los quiero evitar.

El próximo día termino con la transcripción de este cap. 7 de 1 Cor, y haremos algún comentario

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com




Domingo, 26 de Septiembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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