CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Fernando Bermejo

Que Jesús fue un predicador con hondas convicciones escatológico-apocalípticas es un resultado suficientemente seguro de la historia de la investigación. Una de las muchas razones que han permitido extraer esta conclusión son los testimonios relativos a las expectativas de sus discípulos, por ejemplo respecto a la llegada inminente del Reino y al carácter políticamente liberador del propio Jesús (cf. v. gr. Lc 24, 21: “Nosotros esperábamos que él era el que había de liberar a Israel”; Hch 1, 6: “Señor, ¿en este tiempo vas a restablecer el reino a Israel?”). Si esto es lo que creían sus discípulos, hay que suponer que es su maestro quien transmitió estas ideas.

No obstante, desde hace algunas décadas un grupo de estudiosos –en particular, norteamericanos (Marcus Borg, Stephen Patterson, John D. Crossan, Burton Mack, etc.)– pretende construir la imagen de un “Jesús no apocalíptico”. En realidad, puede demostrarse que todos y cada uno de los argumentos de estos autores en favor de tal imagen es inconsistente. Uno de los argumentos consiste en sostener que Jesús fue malinterpretado (en aspectos esenciales) por sus propios discípulos. Así, por ejemplo, el difunto Robert Funk, co-director durante mucho tiempo del "Jesus Seminar", mantuvo esta idea en sus obras (v. gr. Honest to Jesus).

El primer problema con esta idea es que presupone, sea que la predicación de Jesús era especialmente complicada (como para haber sido malentendida por todos sus discípulos), sea que Jesús se caracterizó por su especial inepcia como maestro, o ambas cosas. Ahora bien, no hay ninguna razón para aceptar ninguno de estos supuestos. La predicación religiosa de un visionario sin una cultura especial no puede haber sido muy sofisticada o abstrusa, y desde luego no hay el menor indicio en la tradición de una enrevesada complejidad doctrinal que exigiera una inteligencia o una educación especial; los discípulos de Jesús, sin duda, podían entenderle muy bien. Por otra parte, la imagen de Jesús que nos transmite la tradición –aun teniendo en cuenta y descontando el plus de inflación que suelen experimentar los individuos objetos de veneración– es la de un predicador y comunicador hábil, no la de un sujeto torpe e inepto para expresar con suficiente claridad su mensaje.

Un segundo problema es que la idea de una flagrante malinterpretación del mensaje presupone una discontinuidad entre las ideas del maestro y las de sus discípulos que resulta del todo implausible en vida del primero. Sin duda, Jesús cometió errores garrafales tanto en algunas de sus predicciones como de sus elecciones (si la historia de Judas Iscariote merece credibilidad, Jesús cometió el error de elegir como discípulo a un individuo que acabaría traicionándolo), pero que ignorara que los individuos que había congregado para ayudarle a predicar su mensaje –y a los que envió en misión–fueran tan obtusos e incapaces de entenderle, y por tanto tan incapaces de propagar su mensaje de modo fiable, resulta francamente inverosímil. Que el predicador galileo fue un visionario parece claro, pero que su desconocimiento de la naturaleza humana fuese de tal calibre no parece compatible con lo que la tradición nos permite adivinar del personaje.

Un tercer problema estriba en que la estrategia de atribuir incomprensión a los discípulos aparece ya en los propios textos evangélicos, en los cuales no obstante presenta todo el aspecto de ser un dispositivo crasamente apologético y/o polémico. Así, por ejemplo, Lc 19, 11 (Jesús “les contó otra parábola […] y ellos creían que el Reino de Dios iba a manifestarse inmediatamente”) supone una distinción en las expectativas escatológicas de Jesús y sus oyentes, achacándola a una malinterpretación; Lc 24, 21 y Hch 1, 6 presuponen esta distinción, en la medida en que la expectativa de los discípulos consiste en que Jesús es un liberador que restaurará el reino a Israel, por lo cual deben ser amonestados y corregidos por el Jesús resucitado. Jn 21, 22-23 supone una malinterpretación de un dicho como Mc 9, 1. El carácter de racionalización secundaria que transpiran estos y otros textos apunta a que carecen de toda plausibilidad histórica.

En realidad, la idea del "Jesús malentendido" se encuentra por doquier en la exégesis apologética a lo largo de los siglos. Cuando se toman en consideración las precomprensiones en juego, así como la ausencia de sentido crítico que entrañan, uno puede concluir sin temor a equivocarse que el presunto argumento basado en la incomprensión de los discípulos carece de toda plausibilidad, constituyendo más bien un síntoma de la desesperación en que se hallan quienes necesitan recurrir a él.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 16 de Noviembre 2011


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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