CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero



Pregunta


Cúal es la fecha exacta del celibato eclesiástico obligatorio que no es doctrina de Jesús?.



RESPUESTA:

Tiene Usted razón en que el celibato no es propio del judaísmo ni tampoco estrictamente de Jesús, ni siquiera de Pablo, quien solo lo recomienda en 1 Corintios 7 por razones de comodidad espiritual, dedicación plena a Dios y sobre todo porque el fin del mundo es inmediato. Es clarísima, me parece, una influencia de la religiosidad grecorromana en el cristianismo en esta materia, una religiosidad en la que se exigía a las sacerdotisas (probablemente ya desde el siglo VI a.C. en Grecia y ciertamente a las vestales de Roma) que fueran vírgenes. La idea griega es que lo mortal (sexo en especial) no puede convivir con lo inmortal (la divinidad en general).

El filósofo judío Filón de Alejandría, más o menos contemporáneo de Jesús, ya lo acepta de modo general sobre todo para los inspirados como los profetas (y cito de memoria) en su obra "Quis rerum diviraum haeres sit" (Quién será heredero de las cosas divinas) en el parágrafo 246. También caminan por ahí, dentro del judaísmo, una rama de tendencias encratitas, antisexo, plasmada e la obra "Testamentos de los XII Patriarcas", del siglo I antes o después, no se sabe, obra luego muy estudiadas y glosada por autores cristianos a partir del siglo III d.C.

El origen del celibato voluntario, pero solo de los obispos, es por tanto muy antiguo, y empieza en la iglesia egipcia durante todo el siglo III y sobre todo en el IV en el que se eligen obispos solo a antiguos monjes que ya practicaban el celibato voluntariamente.

Respecto a la fecha de la obligación papal estricta del celibato obligatorio te copio lo que dice Pepe Rodríguez, el famoso fustigador antiiglesia y anticuras:

Escribe Pepe Rodríguez en La vida sexual del clero. Barcelona: Ediciones B., 1995, capítulo 3, pp. 53-64)

CITA

La concepción que la primitiva Iglesia cristiana tenía de sí misma —ser "una comunidad de Jesús"— fue ampliamente ratificada durante los siglos siguientes. Así, en el Concilio de Calcedonia (451), su canon 6 era taxativo al estipular que "nadie puede ser ordenado de manera absoluta —apolelymenos— ni sacerdote, ni diácono (...) si no se le ha asignado claramente una comunidad local". Eso significa que cada comunidad cristiana elegía a uno de sus miembros para ejercer como pastor y sólo entonces podía ser ratificado oficialmente mediante la ordenación e imposición de manos; lo contrario, que un sacerdote les viniese impuesto desde el poder institucional como mediador sacro, es absolutamente herético (sello que, estricto sensu, debe ser aplicado hoy a las fábricas de curas que son los seminarios).

En los primeros siglos del cristianismo, la eucaristía, eje litúrgico central de esta fe, podía ser presidida por cualquier varón —y también por mujeres— pero, progresivamente, a partir del siglo V, la costumbre fue cediendo la presidencia de la misa a un ministro profesional, de modo que el ministerio sacerdotal empezó a crecer sobre la estructura socio-administrativa que se llama a sí misma sucesora de los apóstoles —pero que no se basa en la apostolicidad evangélica, y mucho menos en la que propone el texto joánico— en lugar de hacerlo a partir de la eucaristía (sacramento religioso). Y de aquellos polvos vienen los actuales lodos.

En el Concilio III de Letrán (1179) —que también puso los cimientos de la Inquisición— el Papa Alejandro III forzó una interpretación restringida del canon de Calcedonia y cambió el original titulus ecclesiae —nadie puede ser ordenado si no es para una iglesia concreta que así lo demande previamente— por el beneficium —nadie puede ser ordenado sin un beneficio (salario de la propia Iglesia) que garantice su sustento—. Con este paso, la Iglesia traicionaba absolutamente el Evangelio y, al priorizar los criterios económicos y jurídicos sobre los teológicos, daba el paso para asegurarse la exclusividad en el nombramiento, formación y control del clero.

Poco después, en el Concilio IV de Letrán (1215), el Papa Inocencio III cerró el círculo al decretar que la eucaristía ya no podía ser celebrada por nadie que no fuese "un sacerdote válida y lícitamente ordenado". Habían nacido los exclusivistas de lo sacro, y eso incidió muy negativamente en la mentalidad eclesial futura que, entre otros despropósitos, cosificó la eucaristía —despojándola de su verdadero sentido simbólico y comunitario— y añadió al sacerdocio una enfermiza —aunque muy útil para el control social— potestad sacro-mágica, que sirvió para enquistar hasta hoy su dominio sobre las masas de creyentes inmaduros y/o incultos.

El famoso Concilio de Trento (1545-1563), profundamente fundamentalista —y por eso tan querido para el Papa Wojtyla y sus ideólogos más significados, léase Ratzinger y el Opus Dei—, en su sección 23, refrendó definitivamente esta mistificación, y la llamada escuela francesa de espiritualidad sacerdotal, en el siglo XVII, acabó de crear el concepto de casta del clero actual: sujetos sacros en exclusividad y forzados a vivir segregados del mundo laico.

FIN DE CITA

Naturalmente, yo no me hago cargo de las opiniones personales de Pepe Rodríguez, a quien en verdad admiro por su espíritu investigador y su deseo debelador de ciertos mitos, pero él sabe que no participo en el modo un tanto agresivo que tiene de expresar sus ideas.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com


Miércoles, 20 de Enero 2016


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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