CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
“¿Es Mt 26,50-54 la prueba definitiva de que Jesús rechazó en principio la violencia?” “Jesús y la resistencia antirromana” (LXVI)
Foto: Charles Guignebert, uno de los más lúcidos  intérpretes de los Evangelios del siglo XX, injustamente preterido por los estudiosos de lengua inglesa.
 
Escribe Antonio Piñero
 
Llegamos hoy a uno de los apartados clave en la respuesta a las objeciones a la hipótesis propuesta: Jesús fue un sedicioso desde el punto de vista romano; al final de su vida, al menos, no condenó expresamente la violencia y se vio inmerso en acciones que al menos pueden calificarse como “ruido de sables”: el análisis del texto de Mt 26,50-54, que parece un expresión clara de todo lo contrario: Jesús era pacifista. He aquí el pasaje:
 
«Se adelantaron entonces, echaron mano a Jesús y lo prendieron. 51 Y sucedió que uno de los que estaban con Jesús alargó la mano, desenvainó su espada, asestó un mandoble al servidor del sumo sacerdote y le cortó la oreja. 52 Entonces le dijo Jesús:  
            –Vuelve a envainar tu espada, pues todos los que empuñen espada, a espada morirán. 53 ¿Crees acaso que no puedo hacer una petición a mi Padre, y me enviaría al punto más de doce legiones de ángeles? 54 Sino, ¿cómo se cumplirían las escrituras que anunciaron que así tenía que suceder?».
 
 
Exegetas de reconocido prestigio en el ámbito confesional, como Oscar Cullmann o Martin Hengel, han calificado el episodio como prueba definitiva de que la hipótesis del Jesús sedicioso es errónea; que Jesús no tuvo espíritu celota de ningún modo; que se apartó voluntaria y decididamente de la resistencia contra Roma. O bien (y esto es importante por la confesión que supone) que –aunque el texto sea decididamente secundario; es decir, no provenga del Jesús histórico–revela con claridad, sin embargo, cuál era el espíritu general, pacifista, que lo animaba.
 
Respuesta (hoy debe seguir casi al pie de la letra el texto inglés de F. Bermejo, porque su argumentación es ajustada):
 
1. No estamos seguros de que el contenido de los vv. 52-54, la sentencia básica, proceda del Jesús histórico. Es posible que Jesús hubiese pronunciado un dicho proverbial parecido al español “El que a espada hiere a espada muere”. Pero lo curioso es que la formulación tal cual aparece en el Evangelio es exactamente igual a la que se lee en el Targum (traducción parafrástica del texto hebreo al arameo popular con, pero no siempre literal, sino con añadidos y omisiones que reflejan la teología de quien lo compuso) a Isaías 50,11. Es posible, pues, que Mateo –que conocía ese targum– la haya puesto en boca de Jesús.
 
2 Lo dicho es una mera hipótesis, pero indica una posibilidad seria. Pero más contundente es que esa sentencia de Jesús no aparece de ningún modo en el Evangelio de Marcos ni en la versión de Lucas. Si ese texto estuviese bien apoyado en la tradición oral, es prácticamente seguro que no lo habrían omitido ni Marcos ni Lucas, porque les venía muy bien para su teología sobre Jesús. Por tanto, esas frases de Jesús son un añadido de Mateo. No goza de atestiguación múltiple.
 
Además, encaja perfectamente con la teología cristiana posterior que presenta a un Jesús pacífico y apolítico, desinteresado de cualquier tipo de violencia, cosa que es cuanto menos más que discutible después del patrón de recurrencia presentado, es decir, de la unión de 36 textos e indicios que apuntan a lo contrario. Metodológicamente no es correcto admitir este texto de Mateo como prueba. Sencillamente: no vale.
 
Otros estudiosos de signo más independiente, como Charles Guignebert, han calificado el añadido de Mateo como de mera “retórica edificante”. Y el presbiteriano Dale C. Allison, hombre sensato y equilibrado, ha calificado la sentencia como un añadido, un intento de los primeros cristianos para resolver el escándalo de ver cómo el hijo de Dios era impotente para escapar de la injusticia. La razón se encontró enseguida basándose en la interpretación del “Justo sufriente de Isaías” (caps. 52-53), y de una interpretación benigna de la oración triste y desesperada –en principio– de Jesús en el huerto de Getsemaní: “Jesús vio que era voluntad divina que él sufriera la muerte y lo aceptó”. “Encaró decidida y voluntariamente su triste sino, en apariencia”. Allison sostiene que estos intentos van destinados a presentar y reforzar el modelo cristiano del nuevo mesianismo de Jesús: un mesías pacífico que “rechaza el concepto de la guerra sagrada”.
 
3. Pero, aun aceptando que la sentencia pudiera provenir del Jesús histórico, un análisis sereno de ella puede demostrar que quizás no sea tan claro que fuera una sentencia totalmente pacifista.
 
Discutiremos esta tercera razón el próximo día.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com 

Domingo, 2 de Abril 2017


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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