NotasFoto: Charles C. Hennel es otro de los exegetas olvidados que han defendido la postura mantenida en esta serie en su obra An Inquiry Concerning the Origin of Christianity, London: T. Allman, 2ª edición de 1841. Escribe Antonio Piñero Escribíamos el día pasado que es posible que “aun aceptando que la sentencia de Mt 26,52-54 («Vuelve a envainar tu espada, pues todos los que empuñen espada, a espada morirán. 53 ¿Crees acaso que no puedo hacer una petición a mi Padre, y me enviaría al punto más de doce legiones de ángeles? 54 Sino, ¿cómo se cumplirían las escrituras que anunciaron que así tenía que suceder?» pudiera provenir del Jesús histórico, un análisis sereno de ella puede demostrar que quizás no sea tan claro que fuera una sentencia totalmente pacifista”. En primer lugar la frase “Vuelve a envainar tu espada, pues todos los que empuñen espada, a espada morirán” o era un proverbio popular de la época o bien una frase acuñada por el propio Jesús. En cualquiera de los dos casos puede interpretarse como un juicio de Jesús, muy oportuno, para evitar en aquel caso males mayores. Jesús no era tonto en absoluto, y pudo caer en la cuenta de que había sido sorprendido (si hacemos caso al evangelista Juan) por una fuerza organizada, muy numerosa, compuesta en su núcleo más poderoso de romanos bien entrenados, ante los que un puñado de galileos, escasísimamente armados y sin entrenamiento militar ninguno, nada tenían que hacer. Si ofrecían resistencia, se empeoraría la situación (no quizás para él, Jesús, que como jefe estaba irremisiblemente perdido), sino para la mayoría de sus seguidores. Jesús debió de ver con claridad que deponer las armas era lo más oportuno para salvar la vida a la mayoría de sus discípulos, mientras que hacer lo contrario era la muerte segura para la mayoría de ellos. Por tanto, interpreto –junto con F. Bermejo– que esa frase (“Vuelve a envainar tu espada…”) no significa, o puede no significar, una condena de la violencia en sí, absoluta, sino una adaptación a las circunstancias. En segundo lugar, supongamos que es auténtico el rechazo –por parte de Jesús en ese momento– de la intervención de doce legiones de ángeles que podía enviar el Padre en auxilio del Hijo. Hay posibilidad de interpretarlo del modo siguiente: 1. Significa que Jesús cuenta con la posible ayuda del Padre en un momento dado de esas legiones, aunque de momento no lo vea oportuno. Pero eso supone una mentalidad muy parecida a la de 2 Macabeos 11,6-9: «En cuanto los hombres de Judas Macabeo supieron que Lisias estaba sitiando las fortalezas, comenzaron a implorar al Señor con gemidos y lágrimas, junto con la multitud, que enviase un ángel bueno para salvar a Israel. Macabeo en persona tomó el primero las armas…Cuando estaban cerca de Jerusalén, apareció poniéndose al frente de ellos, un jinete vestido de blanco, blandiendo armas de oro. Todos a una bendijeron entonces a Dios misericordioso y sintieron enardecerse sus ánimos, dispuestos a atravesar no sólo a hombres, sino aun a las fieras más salvajes murallas de hierro». Es de suponer que Jesús podía esperar lo mismo. 2. El motivo del rechazo por parte de Jesús es absolutamente sospechoso, desde el punto de vista de la crítica, ya que la razón dada es totalmente cristiana, es decir, posterior, Mt 23,54: “¿Cómo se cumplirían las Escrituras que anunciaron que así tenía que suceder?” Esta frase supone la teología/cristología de finales del siglo I que ve en Jesús el deseo de ir a Jerusalén para morir (no para triunfar = entrada triunfal y Purificación del Templo), que sabe y acepta de buen grado que su muerte es voluntad del Padre que manifiesta un designio eterno de enviar a la muerte a su hijo para la remisión de los pecados de toda la humanidad. En mi opinión, ningún exegeta reconocido e independiente atribuye al Jesús histórico este pensamiento, sino a la teología posterior. Este rechazo de la ayuda angélica y el absoluto repudio de la violencia incluso por parte de Dios no son históricos en Jesús de ningún modo. Aparte de que el rechazo por parte de Jesús de la ayuda angélica en este momento no supone un rechazo absoluto y total de la violencia. Por lo menos, no lo veo claro. Bermejo cita a G. Puente Ojea a este respecto: “Jesús está manifiestamente formulando aquí no una condena incondicionada de la violencia (que aparece como entrevista y no excluida a priori mediante el envío de legiones guerreras angélicas, al modo esenio) sino más bien la exigencia de que se cumplan las previsiones proféticas” (El Evangelio de Marcos, Madrid, Siglo XXI, 1994, 83). Estas previsiones fueron el producto de la revisión de las Escritura por parte de los primeros teólogos cristianos que sirvieron para legitimar a posteriori (ex eventu) el desastre inesperado del fracaso de Jesús en Jerusalén. 3. Es posible incluso, y muy realista dada la mentalidad de Jesús, que él esperara más bien la ayuda angélica en ese momento. Pero los Evangelios, escritos mucho más tarde y sabiendo que eso no ocurrió, pusieran en boca de Jesús el rechazo de la ayuda angélica. Esta posibilidad sería algo parecido al caso de las profecías ex eventu (“a toro pasado”) a las que está acostumbrada la crítica evangélica. El ejemplo más claro son las tres predicciones de la pasión, muerte y resurrección puestas en boca de Jesús. a base se halla en Mc 8,31; 9,31; 10,32-34: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días”, que según Lucas 9,44-45 los discípulos no entendieron: “«Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto”. El argumento es: hay diversos casos en los Evangelio en los que se presentan escenas y dichos de Jesús para corregir algo que se ha manifestado anteriormente como que iba a suceder, pero que de hecho no había ocurrido cuando se escribieron los Evangelios. Son escenas que intentan justificar el retraso, por ejemplo, de la llegada del Reino. Ejemplos: A) Lc 19,11: “Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues estaba él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro”. Se trata de un comentario de Lucas para demostrar que los discípulos estaban equivocados, y que no habían entendido bien que Jesús no había dicho eso (a saber, que el reino de Dios vendría de modo inmediato). Ciertamente la crítica está de acuerdo en lo contrario: Lo que Jesús dijo fue exactamente que el reino de Dios aparecería enseguida y los discípulos lo entendieron muy bien. Pero sucedió que el Reino no llegó… Entonces el evangelista sostiene que Jesús nunca dijo con claridad que el Reino vendría enseguida. B) Jn 21,23 (referido a la muerte de Juan el hermano de Santiago/Jacobo, hijo de Zebedeo: “Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: « No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga»”. Esta escena corrige a Mc 9,1: “Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios»”. Arguye Bermejo que lo mismo podía haber ocurrido con Mt 26,53, a saber: Jesús esperaba que en el momento crítico Dios enviaría doce legiones de ángeles, que vencerían a los enemigos de Israel y que se instauraría el reino de Dios. Pero eso, evidentemente no ocurrió. Entonces la tradición evangélica puso en boca de Jesús una frase exactamente en contrario: Jesús habría dicho: “Podría pedir ahora mismo a mi Padre que me enviara doce legones de ángeles. Pero no es posible; no lo quiero… porque tienen que cumplirse las Escrituras que dicen que debo morir…, etc.” En conclusión: La escena y dichos de Mt 26,52-54 no son una prueba de la postura pacifista de Jesús, porque todo el conjunto depende la teología posterior cristiana que ha construido la escena, le ha dado ese sentido pacifista y dentro de ella ha puesta en boca de Jesús un rechazo de algo que en realidad Jesús habría deseado que ocurriera. Que este pudo ser así, parece bastante posible, porque en el momento de la composición de los Evangelios ya se había producido el desastre del final de la Gran Guerra judía, y la destrucción de Jerusalén y su templo. Habían pasado muchos años y el reino de Dios no había sido instaurado. Había que presentar la historia de un modo que justificara ese retraso, y presentar a un Jesús que nada tuviera que ver con los revoltosos que condujeron a la Guerra. Así pues, Mt 26,52-54 sería exactamente el producto de una mentalidad que buscaba justificar ex eventu (“a toro pasado”) lo que pudo haber ocurrido y no ocurrió con el recurso a la Escritura profética, un recurso puesto en labios de Jesús. Naturalmente, puede ocurrir también, y los hay, que diversos exegetas repliquen: “Es posible que la escena de Mt 26,52-54 sea secundaria, pero refleja muy bien cuál era la mentalidad de fondo de Jesús”. A esto respondo, con F. Bermejo: “Esa postura radical de no violencia por parte de Jesús no tiene en cuenta ningún argumento en contra, ni la multitud de textos presentados y analizado. Parte de una posición a priori: de ningún modo hay que prestar atención a los 35 textos e indicios del patrón de recurrencia presentado”. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.ciudadanojesus.com
Martes, 4 de Abril 2017
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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