CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
“Enigmas de la vida de Juan el Bautista” (440-01)
Hoy escribe Antonio Piñero


El conocido biblista hispanoamericano Ariel Álvarez Valdés acaba de publicar un libro breve --cuyo título es el de esta postal-- en la Editorial San Pablo, Librería Virtual, 2012, 160 pp. Formato: 14x21 cm.; ISBN: 9870901969, que encaja muy bien con los temas en torno a Juan Bautista que publicó en este Blog hace tiempo Fernando Bermejo.

Me parece una buena obra, interesante, que he leído con gusto, obra que mezcla historia, investigación, descripción, ciertos elementos de reconstrucción del personaje y rasgos de teología, en el sentido de aplicación a la vida del cristiano de hoy de enseñanzas obtenidas de la figura de Juan Bautista. En este ámbito no entro naturalmente, y me parece bien que lo haga quien se reconoce ante todo como teólogo. Sí es importante que aquello que se aduce como imitable o transportable a la vida actual del creyente esté bien fundado en la historia y no sea un eiségesis introducida en el texto.

Que al autor está decidido a emplear la critica histórica y que no le importe que algunas de las aserciones de esta obra sobre la figura del Bautista pueda molestar a los guardianes de la tradición se muestra en los dos subtítulos del libro que rezan así:

“Porque así como el hablar imprudente lleva al error, también el silencio imprudente deja en el error a los que tendrían que ser instruidos” San Gregorio Magno (Regla Pastoral, II, 4); “Debemos evitar el escándalo. Pero si el escándalo se produce por la verdad, antes que abandonar la verdad se debe permitir el escándalo” (San Gregorio Magno (Homilías sobre Ezequiel, VII, 5).

Álvarez Valdés en un valiente respecto al ambiente eclesiástico en el que se mueve y es digno de encomio por ello.

La obra está articulada sobre preguntas y respuestas, en el supuesto que las cuestiones son las que se haría un ser humano deseoso de saber sobre el personaje, Juan Bautista. Son las siguientes:

1. ¿Cómo fue su infancia?
2. ¿Por qué predicó en el desierto?
3. ¿Era un esenio?
4. ¿Para qué inventó el bautismo?
5. ¿Anunció la llegada del fin del mundo?
6. ¿Por qué comía langostas y miel silvestre?
7. ¿Fue precursor de Jesús?
8. ¿Lo bautizó a Jesús?
9. ¿Fue maestro de Jesús?
10. ¿Era el profeta Elías reencarnado?
11. ¿Cómo murió?
12. ¿Quién fue la bailarina que lo hizo degollar?
13. ¿Dónde fue decapitado?

El autor procura que su libro sea muy inteligible. Véase como por ejemplo cómo formula la síntesis de la predicación del Bautista, quien predicaba “cuatro ideas de Moisés:

a) les hacía ver los errores de su vida pasada (Mt 3,7);
b) los invitaba a arrepentirse y cambiar de vida (Mt 3,8);
c) les anunciaba un castigo divino que caería sobre quienes no se convirtieran (Mt 3,10);
d) les revelaba la llegada de alguien, detrás de él, que vendría para hacer cumplir la Palabra de Dios (Mt 3,11-12).

En líneas generales estoy de acuerdo con los resultados de Ariel, e incluso con conclusiones respecto a las que otros investigadores son más escépticos. Por ejemplo, se puede aceptar que

“Lo único que podemos saber con cierta seguridad de la infancia de Juan es que era el hijo único de un sacerdote”.

Otro caso:

“Vemos pues que, a pesar de las aparentes semejanzas, el pensamiento de Juan el Bautista era absolutamente diferente al de la comunidad de Qumrán, de modo que resulta imposible suponer que haya sido alguna vez un esenio”.

Muy valiente, para la línea de exégesis “normal” que acepta sin rechistar el sesgo de los evangelistas, Ariel formula lo siguiente:

“Todo esto nos lleva a concluir que históricamente el Bautista no fue precursor de Jesús, ni testigo suyo, ni anunció su llegada, ni lo presentó ante la gente como el Mesías e Hijo de Dios. Juan siempre esperó a otro “más Fuerte”, que nunca llegó.”

Es interesante la propuesta, basada en hallazgos arqueológicos seguros de que

“Maqueronte no era únicamente una fortaleza sino también una ciudad. Y el castillo de Maqueronte había tomado el nombre de la ciudad baja de Maqueronte. Este descubrimiento hizo posible pensar que, muy probablemente, Juan no estaba detenido en las mullidas y lujosas dependencias del palacio herodiano de la cima, sino más bien en alguna de las casas de la ciudad baja”.

Esta propuesta explica la facilidad de acceso al encarcelado, que muestran los evangelios, cosa casi imposible si Maqueronte hubiese sido simplemente una terrible fortaleza inexpugnable.

En otros momentos quizás en los que formula hipótesis y conclusiones debería ser –opino- aún más hipotético y no expresar esas opiniones con demasiada contundencia. Por ejemplo:

“¿Por qué entonces Lucas dice que Zacarías fue castigado? Es que, como dijimos, la mudez de Zacarías en el texto original era un elogio” y que Lucas lo mudó en un castigo… Es posible, sin más.

Otro ejemplo:

“Pero ¿para cuándo prometía Juan el perdón? En realidad su bautismo no tenía el verdadero poder de absolución. Lo que Juan otorgaba a cuantos se zambullían en el Jordán era sólo una promesa, una garantía divina de que serían perdonados en el futuro, cuando llegara el fin de los tiempos, que según él estaba cerca. Él mismo lo aclaraba antes de bautizar: “Yo los bautizo con agua; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo; y no soy digno de llevarle las sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y con fuego”. (Mt 3,7-12; Lc 3,7-9.15-18).

Pienso aquí que el autor podría expresar estas ideas más hipotéticamente porque si entiendo bien el muy conocido pasaje de Flavio Josefo sobre el Bautista en las Antigüedades de los judíos, el historiador daba a entender que el Bautista participaba de la doctrina común judía de que los pecados estaban ya perdonados con el arrepentimiento y que el bautismo era sólo una muestra externa de la verdad de ese arrepentimiento y del propósito del cambio de vida.

Tampoco afirmaría tan rotundamente que Juan Bautista, con su bautismo

“Rompió así con el Templo y con todo el sistema de purificaciones y perdones que en él se ofrecían”.

Pienso que es de suponer que no fue así: si el Bautista se encardinaba en un pensamiento profético típico e Israel, si incluso con su vestimenta intentaba imitar a los profetas de antaño, Elías, en concreto, parece poco probable que quisiera atraer a las masas “rompiendo con el Templo”.

O tampoco sostendría con rotundidad lo siguiente:

“Porque finalmente apareció aquél “más Fuerte”: era Jesús de Nazaret”, ya que muchos especialistas sostienen que el más fuerte para el genuino Bautista podrís ser Dios mismo y no Jesús.

Un caso en el que Ariel presa demasiada credibilidad a la escena del Evangelio de Marcos (muy contraria a lo que pinta Flavio Josefo que fue la muerte del Bautista) del baile de Salomé como totalmente histórico:

“Salomé no fue una mujer perversa. Parece haber sido una buena hija, una buena esposa y una buena madre. Y el episodio más famoso de su vida ni siquiera fue querido por ella sino que se debió a los deseos de venganza de su madre, que la utilizó para sus propósitos”.

¡Demasiado contundente y demasiado benévolo para con la versión de Marcos!

Por último, para no cansar al lector, pienso que hay demasiada teología en la siguiente afirmación que afecta al modo cómo cada evangelista sucesivo remaneja y reinterpreta, creo que abusivamente, el hecho incómodo para la Iglesia del bautismo de Jesús:

“Así es como un hecho histórico, realmente sucedido en la vida de Jesús fue contado de modos distintos por los cuatro evangelistas, según los problemas que las comunidades destinatarias tenían. Sin distorsionar la verdad, sin cambiar el mensaje ni modificar lo esencial, cada autor supo acomodarlo para que los lectores pudieran entenderlo y aprovechar al máximo la riqueza escondida en este suceso de la historia de Jesús”.

Esta opinión es demasiado suave: Lucas trata de escamotear al lector el bautismo de Jesús colocándolo en su evangelio después de la muerte de Juan, y el Cuarto Evangelio lo omite totalmente y hace que su Bautista dé únicamente testimonio de Jesús, y un testimonio que pertenece al teología del evangelista no a la de Juan Bautista.” He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Esto no es contar “un hecho histórico sin modificar lo esencial”.

Como momentos del libro puramente teológicos, llenos de entusiasmo, puede ser el siguiente:

“Muchos siguen esperando que aparezca de una buena vez ese ‘más Fuerte’, que pueda poner orden en la sociedad. Creen que el mundo necesita, hoy más que nunca, una mano dura, una Autoridad Mundial que termine con la inseguridad, con los gobernantes corruptos, con los políticos inescrupulosos, con los sindicalistas que se enriquecen a costa de los trabajadores, con los jueces que fallan por sobornos, con los grandes capitalistas que manipulan los mercados financieros para hundir empresas sin importarles el desempleo. Y piensan que hasta que no aparezca ese poderoso señor, el mundo no va a cambiar. Es que tienen el defecto de Juan. No han entendido que la posibilidad de un cambio social no viene del poder y el autoritarismo. Las sociedades no cambian por la fuerza. La capacidad transformadora reside en los que, como Jesús, son capaces de amar, perdonar, ayudar, hacer el bien, servir, dar desinteresadamente. Quienes viven esos valores, aunque no lo sepan, desencadenan unas fuerzas poderosas que luego cobran vida propia, se vuelven imparables, arrasan cuanto se pone delante de ellos y generan un profundo impacto. Sólo que no creemos que eso sea verdad. Nos parece pura fantasía. No queremos apostar por los valores de Jesús, y seguimos esperando al ‘más Fuerte’. Sin embargo, para quienes siguen creyendo en las utopías, en que otro mundo es posible si se lucha por él, y en que podemos cambiar la historia en vez de sufrirla, siempre estará a mano la poderosa fuerza del Amor”.

Volviendo al libro en su conjunto, yo lo recomiendo vivamente porque me parece muy correcto en líneas generales; está escrito muy claro y ordenado y el autor procura no omitir sus respuestas a un buen monto de cuestiones que sobre el Bautista nos generan los parcos relatos evangélicos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com


Viernes, 26 de Octubre 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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