CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía XI

El regalo de la creación

Pedro habla a las turbas del gran regalo que significa la creación para el hombre, el rey de la Creación. El que recibió de Dios el encargo de reinar sobre todas las cosas y de disfrutar ilimitadamente de ellas. En el núcleo del regalo está el agua, la criatura más hermosa y más útil para la vista y para la vida de la humanidad. “El agua, - dice Pedro- lo produce todo, el agua recibe del viento el origen de su movimiento, y el viento tiene su principio del Dios de todas las cosas. Y así conviene razonar, para que por la razón puedas llegar a Dios. Conociendo así tu origen y nacido de nuevo del agua primigenia, seas constituido heredero de los padres que te engendraron para la incorrupción” (Hom XI 24,1-2).

El agua, expresión y resumen de la llamada de Dios

El agua es el resumen y la esencia de la llamada de Dios. Pedro tiene el gran acierto y la exposición clara de la idea de la llamada. Dios no solamente creó al hombre “a su imagen y semejanza”, sino que permanece atento a su marcha y a sus sentimientos más íntimos. Dios, autor de la humanidad, lo sabe y fomenta los sentimientos buenos que encaminan al hombre hacia los caminos abiertos a su salvación. Lo expresa el apóstol de forma concreta: “Acércate bien dispuesto como un hijo a su padre, para que Dios ponga la ignorancia como causa de tus pecados. Pero si después de ser llamado, no quieres o te retrasas, perecerás por el justo juicio de Dios, al no ser querido por no querer”. Imitamos de alguna forma el juego de palabras del texto griego, en el que sorprendentemente se usa el verbo “querer” (thélo) en pasiva.

Necesidad de las buenas obras

Y no creas que aunque seas más piadoso que todos los piadosos que han existido, pero si estás sin bautizar, podrás alguna vez conseguir lo que esperas. Por esta razón, recibirás un castigo mucho mayor porque no hiciste bien las buenas obras. Pues la beneficencia es hermosa cuando se hace como Dios ordenó. Pero si tú no quieres ser bautizado como a él le agrada, al servir a tu propósito, te opones a su voluntad (Hom XI 25,2-3). Pero Dios, sabio y providente, señala la ignorancia como causa de los pecados del hombre y le envía maestros y profetas que llenen su razón de argumentos para mantenerlo en el camino recto, el de la verdad, que acaba en la eternidad de gozos. Porque el agua del bautismo ha de llevar consigo el acompañamiento de las buenas obras.
El bautismo, origen de la vida cristiana

Pero el origen es el origen. Y Dios, padre de la humanidad y origen de todo, es lógicamente el origen de la nueva vida cristiana. La vida del bautizado, lavado con las aguas del bautismo para el perdón de sus pecados, tiene su nacimiento en el agua bautismal con la triple invocación sagrada. Pedro sale al paso de posibles aporías. Pues no faltarán mentes que se preguntarán qué contribuye a la piedad el bautizarse con agua. El mismo Pedro se responde: “En primer lugar porque eso es lo que a Dios agrada. En segundo lugar, porque renacido del agua para Dios, por causa del temor, cambia el hombre su primer nacimiento surgido de la concupiscencia, y así puede conseguir la salvación; lo que de otro modo es imposible” (Hom XI 26,1).

Fue el Profeta Verdadero el que lo proclamó diciendo: “En verdad os digo, si no renacéis por el agua viva en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no entraréis en el reino de los cielos” (Cf. Jn 3,5). Por eso, continúa Pedro su exhortación con palabras muy concretas diciendo: “Acercaos. Pues hay allí algo misericordioso desde el principio, que se desliza sobre el agua (como el Espíritu en el principio del mundo), y reconoce a los bautizados con la invocación tres veces bienaventurada y los libra del castigo futuro presentando como dones a Dios las obras buenas hechas por los bautizados después del bautismo. Por eso, recurrid al agua, pues ella sola puede sofocar la fuerza del fuego. El que todavía no quiere acercarse a ella, lleva aún el espíritu del furor, por el que no quiere acercarse al agua viva para su propia salvación”.
Llamada universal al nuevo nacimiento

Y lleva su exposición parenética a una conclusión inevitable. “Acércate, pues, tanto si eres justo, como si eres injusto. Pues a ti que eres justo lo único que te falta para la salvación es ser bautizado; y si eres injusto, ser bautizado para remisión de los pecados que cometiste en la ignorancia. Te faltan además tus buenas obras después del bautismo en proporción a tu pasada impiedad” (Hom XI 27,1).

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro

Lunes, 9 de Marzo 2015


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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