CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
El pensamiento de la apocalíptica judía (451)
Hoy escribe Antonio Piñero

Los lectores del Blog saben que hemos dedicado tiempo en otra ocasión a precisar la famosa sentencia de Ernst Käsemann, “La apocalíptica es la madre de la teología cristiana”. Es cierta, sin duda pero no en el sentido en el que el famoso discípulo de Ruddolf Bultmann la empleaba, a saber, que el pensamiento apocalíptico era un añadido a la ideología teológica de Jesús (el Nazareno era un profeta pero no era apocalíptico, en su opinión) por parte de sus primeros seguidores acuciados por su creencia en un fin inmediato del mundo. Hoy, por el contrario, hay un consenso –a mi parecer-- en torno a la noción de que Jesús fue tanto un profeta apocalíptico (que más o menos oscuramente desveló como sería el final del mundo presente) y también escatológico, en el sentido de haber estado totalmente convencido de que el fin del mundo era muy cercano. Pablo igualmente, y muchos cristianos de los más primitivos sostenían lo mismo. Por ello, un libro que nos ilustre sobre el pensamiento de la apocalíptica es ya a priori bienvenido.

Su ficha: Carlos Blanco Pérez, El pensamiento de la apocalíptica judía. Ensayo filosófico-teológico. Editorial Trotta, 2013, 226 pp., ISBN: 978-84-9879-431-1.

El primer mérito del libro es su brevedad. El segundo, su erudición: está muy al tanto y muy oportunamente de las nuevas publicaciones.

El primer capítulo está dedicado al “contexto histórico, social y sociopolítico de la apocalíptica judía”. Este capítulo recoge las ideas imperantes y ofrece una buena y breve síntesis. Lo más interesante de ella es quizás el apartado final sobre los esenios, en donde el autor informa bien acerca de las dudas existentes hoy día sobre la adscripción de la biblioteca de Qumrán a un grupo muy determinado de esenios; se discute si la mayoría de ella era estaba compuesta, o no, de libros “exógenos”, es decir, no necesariamente ligados al pensamiento esenio, sino a una teología concomitante, y la relación de la biblioteca con las diferentes cuevas, los motivos de la colección, la interconexión de las cuevas entre sí, si eñl grupo era esenio o más bien henóquico, seguidores del profeta henoc, el séptimo varón después de Adán, etc.

Aquí el autor se podría haber ahorrado algunas páginas, o haberlas enriquecido notablemente si hubiera tenido en cuenta que la editorial El Almendro de Córdoba había ya publicado en el 2006 un volumen de más de 700 páginas (yo soy el editor literario y autor de algunos de sus capítulos) titulado Biblia y Helenismo, en donde se tratan ampliamente temas importantes de este y otros capítulos del libro que ahora reseñamos. Sospecho que el autor ha escrito su libro en Estados Unidos y no ha tenido acceso a la bibliografía española (de nuevo la maldición “hispanicum est non legitur” = está publicado en español, luego no se lee) hasta muy tarde, cuando, por ejemplo, la consulta a las traducciones a lenguas modernas lo había hecho a través del inglés.

Por suerte sí cita el autor bibliografía alemana, lo cual es raro hoy día, y francesa. Los jóvenes investigadores de hoy, por desgracia sólo leen inglés. Obvian el alemán por sus dificultades intrínsecas; no han estudiado francés en la escuela…luego lo ignoran totalmente; el italiano no lo tienen en cuenta porque piensan –grave error— que los investigadores italianos son superficiales… y no conocen la bibliografía de su propio país. Total, un desastre. En cuanto a las traducciones es una pena que no se hayan tenido en cuenta las del corpus henóquico o las excelentes del siríaco (2º Baruc) o del latín (IV Esdras con muchas notas sobre el transfondo arameo de la versión) o el Testamento de los XII Patriarcas. Sí cita, por ejemplo, 4º Macabeos y la novela “José y Asenet”-

El capítulo dedicado a las características fundamentales de la apocalíptica judía me ha parecido muy bien hecho y procura con acierto definir el término. Se inclina el autor por la definición de J.J. Collins, con las precisiones de Sacchi y otros autores: “La apocalíptica es un género de literatura revelatoria, con un marco narrativo, en el que la revelación viene mediada por un ser ultramundano hacia un receptor humano, que desvela una realidad trascendente que es a la vez temporal, en tanto que vislumbra la salvación escatológica, y espacial en cuanto vislumbra un mundo sobrenatural”. Aquí de nuevo percibo que el primer volumen de la colección española de Apócrifos del Antiguo Testamento (Cristiandad, Madrid, 1982-; falta aún el séptimo y último volumen con los fragmentos de la literatura judía helenística y los índices de los siete tomos…, que está en vías de realización), la espléndida introducción de Alejandro Díez Macho, perfilada por M. A. Navarro y M. Pérez Fernández, le habría ahorrado mucho trabajo al autor y le habría enriquecido mucho. Probablemente también el volumen llegó tarde a sus manos.

Las cuestiones filosóficas latentes a la apocalíptica judía, su cosmovisión ¿típica?, su concepto de historia, lineal, gobernada totalmente por la divinidad; sus ideas sobre el tiempo y la eternidad; el Dios trascendente y la crítica antropológica de la religión, en donde valora las críticas de Feuerbach y Freud para llegar a la conclusión –en la línea de Javier Gomá en su obra Necesario pero imposible—que merece la pena a la humanidad abrirse a la pregunta sobre Dios inextinguible, y “hacer frente al desafío primoroso de crear las condiciones que permitan a toda persona forjar libremente la sabiduría, el amor y la belleza”. Piensa el autor que el judeocristianismo tiene mucho que decir respecto a la crítica de la religión porque “al decantarse por la concepción ética de la divinidad había separado a Dios de lo cósmico, para humanizarlo y contemplar al hombre como imago Dei”. Hermosas palabras respecto a las que pienso que en ellas se percibe ese voluntarioso afán apologético por separar al cristianismo de la esfera mítica que es inherente a su pensamiento.

Los lectores amigos de la teología encontrarán interesante la valoración de Carlos Blanco sobre la importancia de la apocalíptica en la teología de Wolfhart Pannenberg a quien compara con Jürgen Moltmann y Karl Rhaner. Me parece interesante el desvelar al lector la enorme importancia de la apocalíptica en la literatura teológica alemana tanto protestante como católica.

Finalmente hay dos apéndices de muy desigual valor. El que es realmente valioso es el primero: “Apocalíptica, resurrección e historia” en el que se estudia el interés, y las diferencias de enfoque por el destino final del individuo entre la apocalíptica judía y el helenismo; los distintos modos de concebir la resurrección, colectiva, individual, pervivencia sólo espiritual (del alma inmortal y no del cuerpo) y la escatología realizada o la resurrección ya adelantada a esta vida. Es interesante también la evaluación de los diferentes niveles de la idea de resurrección en la literatura intertestamentaria y la evaluación crítica de la escatología apocalíptica: el anhelo de la justicia que sólo puede realizarse en el otro mundo. La apocalíptica no acepta un horizonte futuro de indefinición: argumenta que la historia tiene una estructura lineal, cuidadosamente planificada por Dios, que la guía hacia la consumación del plan divino en el futuro escatológico. No significa ello que este concepción albergue una óptica de “progreso indefinido”. Más bien lo contrario, pues al final de los tiempos, como dice el vidente del IV Esdras, el mundo, como una mujer entrada en años, ya cansada, va engendrando hijos cada vez peores o más débiles.

El segundo apéndice “Algunos textos intertestamentarios esenciales para la comprensión de la apocalíptica” es superficial, breve y sucinto; tiene poca información y, por tanto, poco valor. Una vez más echo de menos la utilización del primer volumen de los Apócrifos del Antiguo Testamento.

En conjunto, sin embargo, el libro merece mucho la pena. Mi valoración es que el lector al leerlo se pone totalmente al día en la problemática en torno a la importancia de la apocalíptica en el judeocristianismo y el cristianismo en general.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Universidad Complutense de Madrid.



Viernes, 7 de Junio 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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