Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
“El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, pues es un número de hombre, y su número es seiscientos sesenta y seis” (Ap 13,18). El 666 es, sin duda, el número más famoso del Apocalipsis, y para el imaginario popular también el más misterioso, a pesar de que haya interpretaciones de él para dar y tomar (de la variante 616, muy antigua y que ya Ireneo de Lyón conoció, hablaremos otro día). De hecho, no es difícil buscar gran cantidad de nombres y expresiones que, mediante el método de la gematría, den un equivalente numérico de 666. Entre las hipótesis a las que se refirió Ireneo para hallar el equivalente gramatical del número, estaba la de τειταν, una variante gráfica de “Titán” para hacer cuadrar las cuentas (y para obtener, como observa Ireneo, una palabra de seis letras). El “titán” en cuestión debería ser una divinidad pagana, probablemente Apolo (llamado “titán” en algunas inscripciones). Semejante cálculo del 666 reflejaba quizás también la posible alusión a Apolo en Ap 9,11, y hacía referencia a la dimensión demoníaca del sol y de los astros. Otra de esas hipótesis se refería a λατεινος, la transliteración griega de “Latinus”, que se refiere a un personaje romano, quizás el emperador. Lo anterior muestra que la exégesis antigua daba por supuesto que el cálculo debía ser efectuado sobre letras (con valor numérico) en griego, y no en otras lenguas. Pero no siempre se pensó que el 666 correspondiese a un nombre, pues a veces se creyó que se refería a un período de tiempo. Así, por ejemplo, al aproximarse el año del Señor de 1288, en el mundo cristiano muchos creyeron y esperaron que el 666 indicaba el número total de la duración, en años, de la “herejía mahometana”, cuyo cómputo se hacía a partir de la Héjira (622). Como todo el mundo sabe, el 1288 pasó sin más catástrofes que las acostumbradas, como ocurrió también con el 1332 (el doble de 666) y con 1998 (triple de 666). La interpretación cronográfica del 666 ha sido ya abandonada en la crítica “científica”. En siglos pasados los grupos cristianos anticonformistas tendieron a identificar a las bestias apocalípticas con los papas de su tiempo. Por ejemplo, Ubertino da Casale –cuya figura popularizó Umberto Eco en Il nome della rosa- señaló que la transliteración griega del nombre de Benedicto XI da Βενεδικτος, cuyo valor numérico es precisamente 666. El teólogo y editor protestante Andreas Osiander no fue menos, observando que la expresión griega εκκλησια ιταλικα (Ecclesia italica, Iglesia de Italia) ofrece el mismo inquietante resultado. Lutero propuso buscar el significado tomando como punto de partida el hebreo, cosa que se demostraría con el tiempo fructífera. En el siglo XIX, varios estudiosos llegaron independientemente a la solución que hoy es casi universalmente aceptada, a saber, que 666 es el equivalente numérico de las letras con las que se escribe en hebreo «Nerón césar» (nrwn qsr). Saludos cordiales y feliz año a todos, aunque no quepa esperar que nos libre de las (y los) bestias.
Miércoles, 30 de Diciembre 2015
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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