CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Notas

El Testimonium Flavianum (VII)
Hoy escribe Fernando Bermejo

La semana pasada expuse los argumentos que han sido y siguen siendo utilizados por los defensores de la idea de que el texto original del Testimonium Flavianum era neutral. Olvidé entonces mencionar que he seguido para ello el orden en que los expone R. P. Van Voorst en su obra Jesus Outside the New Testament. An Introduction to the Ancient Evidence, Eerdmans, 2000.

Según el primero de ellos, la reconstrucción neutral explica, ante todo, por qué se ha conservado el pasaje de Josefo sobre Jesús. Si los copistas cristianos hubieran encontrado un pasaje negativo u ofensivo acerca de Jesús, lo más probable es que lo hubieran suprimido, en lugar de reescribirlo.

Este argumento se basa en la presunta psicología de los escribas cristianos, quienes –se pretende– no habrían conservado observaciones poco edificantes relativas a Jesús. Esta objeción fue expuesta de manera muy nítida por el fallecido Geza Vermes en un artículo publicado en el Journal of Jewish Studies en 1987. Allí el erudito judío escribía: “Si Josefo hubiera incluido una genuina afirmación anticristiana en la Antigüedad, habría sido simplemente suprimida, no corregida. Aún con más probabilidad, en ese caso no solo careceríamos de un Testimonium Flavianum, sino también de las Antigüedades”. Otros estudiosos han añadido que los autores cristianos habrían denunciado las opiniones de Josefo sobre Jesús.

Aunque este argumento es aparentemente de sentido común –y de hecho parece convencer a muchos estudiosos– en realidad carece de fuerza, y por varias razones. Por una parte, no podemos estar seguros del grado de hostilidad del texto original. Como veremos en su momento, no hay razones para aceptar las propuestas maximalistas de Robert Eisler and Walther Bienert, quienes reconstruyen un texto declarada y explícitamente hostil hacia Jesús y/o los cristianos. Así pues, no podemos estar seguros de que el texto original de Josefo mereciera un juicio –por poner un ejemplo- comparable al efectuado por Eusebio de Cesarea, al referirse a la obra titulada Acta Pilati como “llena de blasfemias contra el Cristo”.

De hecho, estudiosos cristianos tan respetados y eruditos como Graham N. Stanton han sostenido que el texto original del historiador judío era solo “levemente hostil” (mildly hostile), mientras que otros como G. Twelftree se han referido a las observaciones de ese presunto original como “posiblemente, ligeramente derogatorias”.

Por otra parte, aun si presuponemos una visión negativa del texto original, cabe imaginar varias explicaciones razonables de por qué los cristianos no se habrían deshecho alegremente del texto de Josefo. Si la posición de Josefo hacia Jesús fue negativa, una explicación obvia del hecho es que se debió a que consideró al predicador galileo como una suerte de sedicioso, que tuvo pretensiones mesiánicas, alborotó al pueblo y fue crucificado por el prefecto romano (estos tres elementos están presentes en el textus receptus). Ahora bien, resulta que a través de la historia de la investigación sobre Jesús, un procedimiento favorito para minimizar el material evangélico que posee tonalidades políticas en el sentido de la sedición ha sido juzgar ese material como el resultado de un penoso malentendido, que, además, habría comenzado ya con los propios discípulos y seguidores de Jesús (recuérdense los textos clásicos sobre Jesús como liberador de Israel en Lc y Hch), y habría continuado con las autoridades romanas.

A esta luz, resulta lo más natural conjeturar que un lector cristiano de Jesús podría haber interpretado eventuales afirmaciones derogatorias o displicentes acerca de Jesús no como malvadas calumnias, sino simplemente como ideas falsas, acaso porque las fuentes de Josefo no eran precisamente muy fiables. Si los contemporáneos de Jesús, incluyendo a sus seguidores, le malentendieron trágicamente, ¿por qué no habría podido malentenderle Flavio Josefo, que escribía a finales del s. I? Dicho de otra forma, el lector cristiano podría haber hecho una interpretación in bonam partem del historiador judío, y pensar que cualquier concepción de Jesús como implicado en actividades antirromanas es solo el resultado de una trágica malinterpretación de un mensaje “puramente espiritual”.

Así pues, es posible imaginar fácilmente razones por las que lectores cristianos no se habrían visto obligados a prescindir del pasaje, y mucho menos aún de una obra tan valiosa como la de Josefo (un autor extremadamente respetado como historiador entre autores cristianos antiguos), la cual poseyó un gran valor apologético para los cristianos en muchos sentidos.

De este modo, se muestra que uno de los argumentos presentados a favor de un texto originalmente neutral carece, en rigor, de fuerza de convicción.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 28 de Agosto 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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