CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


Concluimos entre hoy y mañana el tema con algunas observaciones que hace François Bovon al conjunto del texto que hemos analizado Lc 23,26-43. Espero que así podamos ver todos que la tarea de hacer exégesis no es una cuestión de leer simplemente el texto y sacar nuestras conclusiones en el siglo XXI. Es bastante más complicada para hacerla bien.


En su Diálogo con Trifón, 101, 3s, Justino Mártir manifiesta su conocimiento de Lucas o del Material propio de este evangelista cuando recurre al verbo griego theorô, “contemplar”, y a una forma claramente emparentada con el vocablo raro ekmykterízo (“reírse burlonamente” propio solo de Lucas) de Lc 23, 35 para hablar de la pasión de Jesús. Aquí menciona Justino los “Recuerdos de los apóstoles”, es decir, los que más tarde se llamarán Evangelios.

Un poco después cita la última oración de Jesús (“Padre, a tus manos entrego mi espíritu”) que Lucas es el único que transmite. De cualquier modo, el apologeta insiste en el destino de Cristo citando libremente sus fuentes -fuentes que pueden incluir datos extracanónicos-, ya que no defiende el carácter intangible de los evangelios

La manera y modo en la que el apologeta menciona la pasión de Jesús atestigua que existían entonces varias versiones de este drama de la pasión. Hasta la época de Ireneo de Lyón, hacia 180 después d.C., los cristianos consideraban estas narraciones como complementarias e incluso compatibles.

La variedad se manifiesta también en las interioridades de la transmisión de una misma versión de la Pasión. Hay pocos relatos en los que las variantes textuales sean tan numerosas, porque la Pasión según Lucas no se estabilizó más que con el tiempo.

Señalo las más notorias:

1. La oración de Jesús en favor de sus opresores (v. 34a), ¿es original o vino más tarde para incorporarse en el relato fuera de tiempo?

2 Las palabras del mal ladrón (v. 39b), ¿han sido suprimidas o añadidas al texto primitivo?

3. ¿Cómo explicar las diferentes formulaciones de la petición del buen ladrón (v. 42)?

Las posibles respuestas pueden ser:

• Respecto a 1.: Probablemente es un añadido porque las palabras son todas propias de Lucas y porque si se cuenta ésta entre las palabras que se atribuyen a Jesús al final de su vida resultan un total de 7.

• Respecto a 2.: Probablemente pertenecen al texto primitivo de Lucas, aunque sean una más que posible creación del Evangelista. Otros, por el contrario, (por ejemplo, J. M. García Pérez, El relato del Buen Ladrón: Estudios Bíblicos 44 [1986] 263-304, especialmente pp. 276-280) ven un signo de historicidad en el hecho de que la formulación griega del episodio del buen ladrón refleja una influencia del arameo: el diálogo que contiene se revela no como un desarrollo hagádico (es un desarrollo en plan de anécdota o historieta bien a partir de un hecho o de la fantasía de un autor) de Mc 15, 32b, sino como el fruto de una tradición antigua.

• Respecto a 3.: Que uno, o los dos malhechores, la emprendan con Jesús es un dato tradicional atestiguado por los Sinópticos y el Evangelio de Pedro. En cambio, el contenido de las palabras injuriosas es propio de Lucas y debe su formulación al contexto en el que está colocado el episodio: el mal ladrón repite por su cuenta la afirmación cristológica y la frase “sálvate a ti mismo” de la escena precedente (v. 37; cf. también v. 35). Juiciosamente, el autor adapta la frase y añade “y a nosotros contigo” (v. 39).

El buen ladrón reprende a su cómplice. Su réplica contiene tres elementos: un llamamiento al temor de Dios según la tradición bíblica (cf. Proverbios l, 7); una afirmación referida a la culpabilidad común, y la manifestación de que Jesús es un caso aparte, pues ha sido tratado injustamente. En su opinión, los bandidos deberían aceptar el sufrimiento de su “condena”, ya que obraron mal y sufren un justo castigo, y “digno”, es decir una pena que corresponde a la maldad cometida. En opinión del autor de este episodio, Lucas, reconocer la culpa y temer a Dios representa un acto de arrepentimiento y el principio de la conversión.


Es seguro que la canonización al final del siglo II tuvo como consecuencia una estabilización progresiva del texto del Evangelio. Esta estabilización no se produjo, sin embargo, en todas partes de la misma manera, por lo que se generaron las diferentes formas principales, los llamados textos egipcios (es decir, vigentes en el norte de África como Alejandría Cartago), occidentales (provenientes de Asia Menor pero transportados a Occidente, por ejemplo, el usado por Ireneo de Lyon que era nativo de Asia Menor) y bizantinos (posteriores, propios de la Iglesia del Imperio bizantino).

Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com



Viernes, 18 de Junio 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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