CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos con nuestra exposición y comentario del libro de VanderKam y Flint. Afirman los autores que un examen del conjunto de los Manuscritos pone de relieve que en ningún momento mencionan personajes cristianos por su nombre (tampoco judíos, salvo en rarísimas ocasiones), y que sus doctrinas –esto es lo importante-, examinadas a fondo, indican que sus autores no fueron cristianos.

A este respecto escribía yo en 1997 (publicado en 1999):

“Parece hoy ya definitivamente probado que los textos de Qumrán no contienen ni pueden contener ningún dato concreto sobre Jesús, Juan Bautista o los cristianos, ni siquie¬ra mención o alusión ninguna a ellos, por la sencilla razón que son anteriores en el tiempo a estos personajes y al movimiento provocado por la predicación del Nazareno. Por tanto, si tuviéra¬mos que reescribir la historia del cristianismo a partir de los textos de Qumrán sería tan sólo una obligación indirecta” (“Los Manuscritos del Mar Muerto y el Nuevo Testamento”, en Julio en Trebolle [coordinador], Paganos, judíos y cristianos en los textos de Qumrán, Madrid (Trotta), 1999, 287-318; aquí p. 287).

VanderKam y Flint afirman con razón que, a pesar de ello, los Mnuscritos iluminan para nuestra satisfacción aspectos de los Evangelios al suministrar:

1. Información útil sobre la sociedad judía, sus grupos, prácticas y creencias de la época;

2. Un aumento de nuestro conocimiento de las creencias del judaísmo de aquellos momentos, lo que demuestra indirectamente que diversos aspectos del mensaje evangélico está en deuda con la religión madre, el judaísmo.

3. Una percepción más claras de algunas de las diferencias básicas entre el mensaje de Jesús y el de los otros grupos judíos.

4. El descubrimiento de nuevos textos judíos con un lenguaje muy similar al de las palabras de Jesús en los Evangelios, lo que indica que esa parte de la doctrina de Jesús había sido anticipada en textos judíos anteriores, por lo que no puede atribuirse a invención de la Iglesia primitiva (añadiría: salvo, a veces, un cierto cambio de matices, contexto vital, añadidos importantes, variaciones de perspectiva..., que aparecen en los Evangelios como elementos redaccionales).

Desgraciadamente, y muy pronto, empezaron las especulaciones fantasiosas a propósito de las relaciones entre Jesús y los esenios particulares del "subgrupo de Qumrán" (o quiera que deba definirse con mayor exactitud esa rama de los esenios). Citamos algunas muy llamativas recogidas por VanderKam y Flint:

André Dupont-Sommer, sostuvo apresuradamente, ya en 1950 (¡!), cuando se conocían sólo pocos Rollos, y únicamente de la Cueva 1, que Jesús parecía ser una copia, “una sorprendente reencarnación” del "Maestro Justo" (literlamente “Maestro de justicia”, ya que el hebreo tiene pocos adjetivos; utiliza en sustitución un sustantivo en genitivo). Pero como –pensaba Dupont Sommer- que el Maestro Justo había muerto en torno al 63 a.C., tales semejanzas sólo podían deberse a una copia deliberada por parte de Jesús de las características espirituale y teológicas de tal Maestro.

Edmund Wilson, periodista del New Yorker, afirmaba en 1955 que de los Rollos podía deducirse que Jesús había pasado los años ocultos de su infancia con los esenios.

John Allegro -uno de los primeros investigadores encargados de la publicación de los Manuscritos-, hizo afirmaciones aún más sorprendentes..., lo que fue en verdad un escándalo para muchos creyentes. Afirmó ya en 1956 que el "Maestro Justo" había muerto crucificado; que la figura de Jesús encajaba en patrones mentales esenios, que su teología estaba prefigurada totalmente en los Manuscritos. Y sobre todo –en su obra El hongo sagrado y la cruz. Un estudio de la naturaleza y orígenes del cristianismo primitivo dentro de los cultos de la fertilidad del Próximo Oriente Antiguo, Londres, Hodden and Stoughton/Doubleday, Garden City, 1970- propuso que “el cristianismo primitivo era un culto orgiástico de la fertilidad, que empleaba un hongo alucinógeno” para sus experiencias religiosas.

Según Allegro, Jesús nunca existió, sino que fue inventado por sus "discípulos", que fingieron un esenismo nuevo copiándolo del Maestro Justo; los "disdcípulos" actuaban bajo la influencia de esa droga extraída de un hongo.

Afirmaba también Allegtro que estas ideas nuevas se propagaron incluso entre la posterior rama gnóstica cristiana influyendo profundamente en su teología, en el fondo también esenia. Con otras palabras: el gnositicismo cristiano no era más que casi una pura invención derivada del esenismo.

Naturalmente, el Vaticano –según Allegro- montó un complot de modo que estas verdades jamás alcanzaran la luz pública.

Creo que, como hacen también VanderKam y Flint (pp. 334-335), hoy día, cuando se conocen todos los textos de Qumrán y alrededores, lo estrambótico de estas afiramciones salta a la vista, con lo que parece innecesario detenerse en refutar estas ideas porque son verdaderamente “alucinantes” (aún sin hongos) e insólitas. Atacar así el cristianismo es desprestigiarse uno mismo.

• El caso de Bárbara Thiering (Jesus and the riddle of the Dead Sea Scrolls. Unlocking the secrets of his life story) (Jesús y el enigma de los rollos del Mar Muerto. Descubrimiento de los secretos de su vida), San Francisco 1992) es también asombroso. Conocía bien Thiering los textos qumranitas, pero creo que adoptó un punto de vista totalmente inadecuado y “forzado”, con lo que que violentaba asombrosamente los textos: entendió el contenido de todos los manuscritos como si fueran “pesharim”, es decir comentarios divinamente inspirados y crípticos de sus autores, quienes escribían sólo para iniciados. Estos autores eran cristianos y no hacían otra cosa que contar la historia de su secta cristiana por medio de un código críptico.

Según thiering, Juan Bautista era en realidad el Maestro Justo; Jesús de Nazaret, su oponente, era el “Sacerdote Impío”, nombrado así en la secta, y también “El Hombre de la mentira” = “El Mentiroso”. Otros nombres están también cifrados en los manuscritos: Abrahán era el rebino Hillel, Ananías era la cifra de Simón Mago; Juan Marcos (¿dónde sale en los Manuscritos?) representaba a todos los apóstoles; Jerusalén es una cifra por Qumrán; Mar de Galilea = Mar Muerto. Jesús fue el fundador de una de las dos “subsectas” que nacen del M. Justo; la otra fue dirigida por Juan Bautista y no murió en la cruz; su cuerpo inconsciente fue colocado en la Cueva 8; luego se desperto = “resucitó”, se caso con María Magdalena y vivió hasta la ancianidad oculto en Roma, donde dirigía a sus seguidores.

La secuela de estas ideas y ciertas aplicaciones de ellas por Robert Eisenmmann y M. Wise, (Jesús y los cristianos primitivos. Los rollos del Mar Muerto descifra¬dos) (edic. alemana, Munich, Bertelsmann, 1993) publicitados por los periodistas Baigent –Leigh, El engaño de los Manuscritos del Mar Muerto, la Editorial Martínez Roca, Barcelona, también de 1992) fueron ya criticadas por mí en el artículo citado y en otros lugares, como revistas de Divulgación (un artículo publicado hace tiempo en National Geographic Historia, de gran difusión). Me preguntaba: ¿fue realmente Jesús un burdo remedo del fundador de esa secta, el Maestro justo? ¿Tenemos que modificar toda nuestra concepción de la historia del cristianismo primitivo después de la publicación de los manuscritos del Mar Muerto?

Y respondía, creo, claramente. Como esta postal está resultando larga, seguiré el próximo día con mi respuesta, comenzando por Juan Bautista.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Nuestro amigo, del que hemnos hablado varias veces en el blog, Adolfo Roitman, que es el "curator" del Santuario del Libro (donde se guardan casi todos los manuscritos de Qumrán y alrededores), me envía la siguiente nota:

Para vuestro conocimiento, les envío el link del video que acaba de ser lanzado por la Universidad Hebrea (http://www.youtube.com/watch?v=eogY4v67Lxk), en el cual promocionamos el curso a distancia que habré de enseñar a partir del próximo mes de marzo sobre le tema: "El judaísmo del Segundo Templo: una clave para la comprensión del judaísmo histórico."
Martes, 11 de Enero 2011
Vida de Juan de Zebedeo en la literatura apócrifa (VJ)
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Destrucción del templo de Diana. Milagros del veneno (c. 8)

El texto narra sucesos que se desarrollan en Éfeso, la capital de Asia. El hecho de que “toda la ciudad de Éfeso y toda la provincia de Asia escucharan a Juan” provocó la natural alarma entre los adoradores de Diana. Era, además, el templo de la diosa centro de peregrinaciones y fuente de ingresos, que la predicación de Juan ponía en peligro. Los Hechos canónicos de Lucas cuentan del motín organizado por los orfebres contra Pablo (Hch 19,21-28).

Los HchJn refieren igualmente los problemas que tuvo Juan con el templo de Ártemis (Diana), que acabó por los suelos (HchJn 37-43). También aquí Juan lanzó un reto a los devotos de Diana. El templo se vino abajo con todos sus ídolos por la oración de Juan, con lo que se convirtieron y fueron bautizados doce mil gentiles, sin contar mujeres ni niños.

Aristodemo, pontífice de los ídolos, excitó una sedición en el pueblo. Juan mantuvo un largo debate con él utilizando como argumento su inmunidad ante los más severos venenos. Mientras el pueblo gritaba: “Uno solo es el Dios verdadero, el que predica Juan”, Aristodemo, incrédulo todavía, pidió al apóstol que resucitara a dos hombres muertos por el veneno. Cuando Aristodemo los vio resucitar, se postró ante Juan y corrió a contar al procónsul lo sucedido. El resultado fue la conversión del procónsul y de Aristodemo, quienes tras una semana de ayuno recibieron el bautismo. Destruyeron todos los ídolos y construyeron una basílica con el nombre de Juan. Termina así el capítulo con el anuncio de la Metástasis, narrada en el c. 9 a base de los datos tomados de los HchJn (106-115).

Llamada del santo apóstol (c. 9)

Un nuevo capítulo de los Milagros de Juan aborda el tema de su partida de este mundo. El texto habla de la llamada (De uocatione), una llamada dramatizada en la forma de una visión de Jesús, que se apareció a Juan cuando éste frisaba en la edad de los noventa y siete años. Las primeras palabras atribuidas a la visión en el texto justifica el epígrafe del capítulo. El Señor Jesucristo le abordó diciendo: “Vente conmigo, porque ya es hora de que comas en mi banquete en compañía de tus hermanos” (c, 9, 1). Juan entendió las palabras del Señor al pie de la letra y se puso a caminar detrás de él. Pero recibió la rectificación a su gesto escuchando de la visión que la marcha sería a los cinco días, en el domingo siguiente. Hecho el anuncio, la visión se retiró al cielo.

Al domingo siguiente, la comunidad se reunió en asamblea muy de mañana. Juan tomó la palabra y pronunció una larga alocución, en la que hizo un repaso minucioso de su vida y su ministerio. Todo lo que los discípulos de Jesús realizaron en vida tuvo el sentido de misión y participación. El valor de sus obras y de sus signos no era otra cosa que un préstamo del Señor hasta que cumplieran la misión que el mismo Señor les había encomendado. La voz que ahora le llamaba era una invitación a otra vida superior, que era el premio debido a sus obras. La visión la describía como la invitación al banquete eterno. Juan rogaba a Dios que santificara la participación en aquella comunión que no tendría fin. Rogaba de su bondad que protegiera a sus siervos del mal que los acecha durante su peregrinación por la vida terrena. Los apóstoles eran ahora los pastores del rebaño, al que Dios eligió como pueblo adoptivo. Una doxología puso fin al largo alegato de Juan, al que siguió el rito de la eucaristía, en el que el apóstol participó en mutua comunión con los hermanos.

A continuación llamó a su diácono Birro, denominado Vero en otros apócrifos, y le pidió que le mandara a dos hermanos con cestos y herramientas para que fueran con él a solas. Cuando llegó al lugar del sepulcro de uno de los hermanos, les dio la orden de excavar la tierra profundamente. Mientras los jóvenes cavaban, Juan dirigía la palabra de Dios a los demás hermanos, para que no pareciese que él holgaba mientras los otros trabajaban. Cuando la fosa quedó terminada, Juan, sin decir palabra, se quitó los vestidos y los arrojó en la fosa. Vestido con una única túnica de lino, puesto en pie y con las manos extendidas, invocó a Dios repasando los distintos capítulos de la Historia de la Salvación.

Recordó luego las maniobras y estratagemas que siguió la providencia para conservar la vida de Juan en castidad perfecta. La primera fue cuando Juan trataba de casarse. El Señor le salió al paso para decirle: “Yo te necesito, Juan”. La segunda ocasión sucedió en el tiempo de los ardores de la juventud, que hacían problemática la observancia de la castidad. Dios le envió una ceguera que le sirvió para reflexionar y llorar. Cuando por tercera vez intentaba casarse, el Señor le dijo: “Juan, si no fuera porque eres mío, te permitiría que tomaras esposa” (c. 9,7). Juan veía con absoluta claridad que su virginidad había sido un proyecto de Dios diáfanamente manifestado. En consecuencia, expresaba en su hora postrera su más profunda gratitud “por los infinitos siglos de los siglos”.

Los presentes rubricaron la plegaria de Juan con un “Amén”. Apareció entonces durante una hora sobre el apóstol una gran luz que los ojos humanos no podían soportar. Se signó una vez más, se puso en pie y dijo: "Tú, Señor Jesús, conmigo solo". A continuación se tumbó sobre el sepulcro en el que había depositado sus vestidos mientras decía: "La paz sea con vosotros, hermanos". Bendijo a todos y se despidió de todos. Se tendió vivo en el sepulcro y mandó que lo cubrieran. Al punto expiró. Entre los presentes hubo gozos y lágrimas. Unos se alegraban por haber contemplado la gracia y la gloria que Dios concedía a su siervo; otros lloraban y se lamentaban porque perdían la presencia de un hombre tan grande y las enseñanzas de un maestro tan ejemplar.

En el sepulcro de Juan apareció enseguida un maná que seguía manando según la información del autor. Era el presagio de las obras milagrosas que se producían en virtud de la intercesión del apóstol. De manera que todos conseguían lo que pedían allí con sus oraciones. El texto recuerda el encuentro de Juan con Jesús y con Pedro en las orillas del mar de Galilea. Termina el apartado dedicado a la llamada de Juan con una doxología. Porque al Señor “le son debidas la gloria y la eternidad, la virtud y la potestad por los siglos de los siglos. Amén”.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 10 de Enero 2011

Hoy escribe Antonio Piñero


Creo que es conocida mi tesis –ya antigua y expresada en múltiples tribunas, orales o escritas- de que el Evangelio de Juan no es otra cosa que una fina labor “exegética”, una reescritura, una reelaboración del material sinóptico sobre Jesús –perfectamente conocido por el Cuarto Evangelista, a veces simbólica, a veces alegórica, a veces a otro nivel teológico, con añadidura de discursos ficticios de Jesús y escenas ideales de gran significado teológico... todo con el fin de presentar narrativamente cómo era en verdad, en profundidad, el auténtico Jesús, que no se percibe en la superficie de los hechos.

También he argumentado que tal modo y sistema de corregir y reinterpretar a los antecesores, sin nombrarlos, que habían
escrito sobre el teme (en este caso los evangelios sinópticos, o el "material sinóptico" en general) era ya típico en ciertos ambientes judíos. El libro de VanderKam y Flint lo pone de relieve en su capítulo 13, aunque a veces indirectamente.

Para los de Qumrán, naturalmente, la Ley había sido entregada por Dios a Moisés, pero las normas transmitidas por tradición tenían que ser entendidas de manera adecuada. No bastaba lo recogido por escrito por el Legislador, sino que la interpretación correcta era también divina, pero entregada por Dios sólo al intérprete inspirado, que la comunicaba al grupo. Frente a la interpretación de los fariseos, que “buscan cosas fáciles” y “construyen un muro (incorrecto; con su interpretación errónea)” en torno a la Ley, se alza el verdadero entendimiento, la verdadera y profunda verdad proclamada por el Maestro de Justicia. No necesita el Maestro criticar directamente a sus adversarios, sino proclamar lo que él entiende –gracias a la especial dotación del Espíritu- por la verdad.

Tanto la Regla de la Comunidad (5,10-12), como el Documento de Damasco (3,12-17) hacen referencia a leyes divinas ocultas para los israelitas normales, pero que -al ignorarlas- no pueden ni deben ser contados como miembros auténticos de la Alianza con Dios..., porque han errado voluntariamente “ya que no han buscado ni investigado sus preceptos para conocer las cosas ocultas en las que se equivocaron por su culpa…” (Regla 5,10-12).

Estas frases quieren decir que en momentos oportunos Dios ha revelado más elementos de su Voluntad no precisa y necesariamente por éxtasis propios de la revelación directa, sino por medio del estudio inspirado de la Ley por parte de individuos especialmente dotados. Con otras palabras: el estudio continuado de la Ley, divinamente ayudado por el Espíritu, producía un conocimiento más profundo y verdadero de la voluntad divina del que carecía el resto de Israel, por no haber indagado en profundidad, o por no hacer el debido caso a quien Dios había inspirado para exponer esos sentidos ocultos.

Esta concepción es clarísima en los Manuscritos, por lo que tenemos en Qumrán –según VanderKam y Flint- muchos ejemplos de ella en los que se ve cómo los autores interpretan y reescriben pasajes narrativos de la Escritura… normalmente por medio de paráfrasis (que aumentan el texto allí donde se cree interesante o necesitado de explicación) para conseguir que se entiendan de una manera y no de otra.

“En esas obras el autor pude seguir más o menos estrictamente el texto de lo que considera Escritura, pero lo suplementará o modificará de otros modos, presumiblemente para lograr un objetivo preciso” (p. 308).

Así ocurre, por ejemplo con 1 Henoc, el libro de los Jubileos y el Génesis apócrifo. Y es muy posible, que estos textos que modifican profundamente las Escrituras, fuesen a su vez considerados en Qumrán como Escrituras sagradas (p. 308, igualmente). Esta idea es importante, pues lo mismo ocurre con el Evangelio de Juan en el cristianismo.

El libro de los Jubileos (probablemente del siglo II a.C. = texto en Apócrifos del Antiguo Testamento, Cristiandad, Madrid, vol. II, 1983) es muy importante como precedente de lo que hace el evangelista “Juan” con la figura de Jesús de los Sinópticos Mc/Mt/Lc, o del material sinóptico), pues Jubileos tiene capítulos donde hay un cambio profundo de la imagen del personaje que está presentando guiado por el deseo de retocar o mudar la reputación de ese personaje bíblico.

Pongamos algunos ejemplos:

“El autor omite enunciados incómodos, como la afirmación de Abrán de Gn 12,13.19 de que Saray era su hermana y no su mujer (de modo que el faraón pudiera pasarla a a su harén, sin matarlo a él, su marido... ¡no su hermano!); o reformula la mentira descarada de Jacob en Gn 27,19 (“Soy tu primogéntio Esaú”) de modo que –en su texto- el antepasado de Israel se limita a decir “Soy tu hijo” (Jub 26,13).

En otras ocasiones le preocupaba al autor que el mismo Dios pudiera aparecer en términos poco positivos (por tanto, había que cambiarlo). En Gn 22,2 Dios había pedido a Abrahán que le ofreciera su hijo Isaac como holocausto. ¿Aprobaba Dios el sacrificio de niños?”.

Por ello el relato del Génesis se presenta de manera diferente, de un modo absolutamente voluntario, en Jubileos, “donde la sugerencia de sacrificar a Isaac viene de Mastema (una denominación alternativa del jefe de los diablos, y no de la divinidad). Dios acepta esta prueba de la fe de Abrahán, presto incluso a sacrificar a su hijo, tan sólo para demostrar que Mastema está equivocado (Jub 17,15-18.19).

El último ejemplo es el de Leví, tercer hijo de Jacob y el antepasado por excelencia de los sacerdotes de Israel. En Génesis 34 Jacob maldice a su hijo Leví por haber tomado cruel venganza por la violación de su hermana Dina por parte de Siquén, venganza que consistió en asesinar friamente a todos los hombres de Siquén después de obligarlos a circuncidarse. Mientras estaban en los dolores “postoperatorios” cayeron a filo d espada.

El libro de los Jubileos cambia totalmente la versión: no sólo no recibe Leví crítica alguna, sino que es presentado como un personaje totalmente positivo, que merece alabanza, pues había eliminado del pueblo la posibilidad de pecar ante Yahvé contrayendo matrimonios mixtos. No era posible, pues que un personaje maldito por su padre llegara a ser el antepasado del sacerdocio de Israel… Y no se duda en corregir las Escrituras bajo el influjo del Espíritu que para los tiempos del autor qumranita dicta una versión muy diferente del personaje.

El procedimiento de reescritura y reeinterpretación estaba ya iniciado en la Biblia misma. En efecto, Malaquías 2,4-7 presenta a Dios que habla de Leví con palabras muy positivas: “Mi alianza con Leví suponía la vida y la paz…”, etc. Un cambio mayor de la personalidad no parece posible, pues se trata de una inversión.

Y lo mismo hacen los autores del Testamento arameo de Leví y el autor posterior que lo pasa al griego y lo vuelve a reescribir de nuevo: “El Testamento de Leví”, que se halla dentro de la obra “Testamentos de los XII Patriarcas (Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. V).

VanderKam y Flint concluyen el apartado sobre reescritura de la tradición con estas palabras:

“Podrían multiplicarse los ejemplos exegéticos de Jubileos. El libro deja al lector con la notable sensación de que el autor era un estudiante sagaz del texto de la Escritura que estaba reescribiendo, un experto totalmente familiarizado con todas las Escrituras de Israel” (p. 312)”.

Y ahora apliquemos esta concepción al Nuevo Testamento:

Se trata exactamente de la misma intención y del mismo proceso que lleva al evangelista “Juan” a ofrecer a sus lectores, bajo el impulso del Espíritu –como afirma Clemente de Alejandría-, a reescribir y reinterpretar totalmente la figura de Jesús presentada por los Sinópticos (o del Material sinóptico), sin mencionarlo expresamente. Pretende con ello dibujar la “verdadera imagen”, la profunda, la espiritual, de Jesús, la que está por debajo de la “superficial y carnal” (la de los Sinópticos) por medio de nuevas escenas del Maestro (que los Sinópticos naturalmente no conocen, porque muchas de ellas son escenas ideales), y construyendo –como hacía Tucídides, por ejemplo,- nuevos discursos del personaje que habla tal como el autor cree que debió de hablar según las circunstancias de su vida a la luz de su propia interpretación del personaje.

Naturalmente estas nuevas escenas y estos nuevos discursos ofrecen al lector del Cuarto Evangelio un Jesús muy diferente, muy teológico (el del autor de la reescritura, el Cuarto Evangleista) que poco, o a veces nada, tiene que ver con el Jesús del Material Sinóptico.

En suma, Juan hace una labor exegética muy fina de la tradición sinóptica sobre Jesús y le da la vuelta en muchos casos, o la interpreta alegóricamente, pero con más inteligencia, finura y elaboración que el autor, esenio, de Jubileos. Y tiene además un plus añadido de “bondad histórica”, que da un marachamo aparente de historicidad a su reescritura: el Cuarto Evangelisa conoce tradiciones antiguas sobre Jesús, reales, que desconocen los Sinópticos, que le vienen bien para su propia imagen de Jesús y que mezcla e incorpora a su texto “evangélico”, que adquiere así mayor verosimilitud de verdad histórica. ¡Y todo bajo el impulso del Espíritu! Que nadie piense en términos modernos: el autor no tiene conciencia alguna de estar cometiendo una falsía.

Por tanto, me parece que lo ocurrido en Qumrán y q ha sido destacado por los expertos como VanderKam y Flint, puede transportarse al Nuevo Testamento, una obra eminentemente judía, y en concreto al Evangelio de Juan..., lo que resulta sumamente iluminador.

Seguiremos en los dos o tres días siguientes con los últimos comentarios sobre "Qumrán y el Nuevo Testamento" que ocupan los capítulos postreros del libro de VanderKam y Flint que estamos comentando.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Domingo, 9 de Enero 2011


Hoy escribe Antonio Piñero


Lo más interesante quizás del inventario de manuscritos con el que empieza esta sección del libro de Vanderkam y Flint, que comentamos, es la confirmación de anteriores opiniones acerca del carácter sectario de la Biblioteca, es decir pertenece a un grupo muy específico y no al judaísmo general, muy mezclado de ideas teológicas:

• Hay rollos con textos bíblicos; o una colección de

• Apócrifos/pseudoepígrafos que están de acuerdo con el ideario del grupo; o

• Sus propios escritos (legales, reglas, de su historia propia, himnos y obras sapienciales, proféticos, litúrgicos, etc.

Y los demás quedan excluidos. Vanderkam y Flint citan a Devora Dimant, estudiosa judía de los Manuscritos:

“La colección de Qumrán no resulta sólo singular en el uso hecho de un abanico definido de géneros y estilos, sino que es también llamativa por sus exclusiones: no se encuentran en ella las obras griegas –como la Sabiduría de Salomón- ni tampoco textos como los Salmos de Salomón. Tampoco queda resto alguno de 1 Macabeos, una historia promacabea, o del libro de Judit. No ha aparecido en Qumrán ningún precursor de la literatura tanaítica posterior (los tanaítas o “repetidores” de tradiciones son los sabios de judíos que comentan la Ley y que van desde Hillel y Shammai, un poco anteriores a Jesús, hasta R. Judá el Príncipe a quien se atribuye la recopilación de La Misná en el 200-220), ni del Nuevo Testamento. No se puede, por tanto, obviar la conclusión de que el grupo tenía una intención concreta y de que no se trata de un compendio aleatorio de obras dispares”.
]b

Aquí haría una petición respetuosa a la Editorial Trotta: tengo su segunda edición de los “Textos de Qumrán”, y no sé si lo que voy a pedir se habrá ya cumplido –van por la quinta edición-, a saber un desideratum que albergo hace mucho tiempo: es necesario un índice alfabético-numérico de todos los textos de Qumrán para encontrarlos fácilmente. El índice que en mi edición tengo, por secciones temáticas, vuelve loco al lector. He intentado comprobar muchos de los textos del libro de Vanderkam y Flint, y finalmente los he encontrado…¡naturalmente!, pero perdiendo tiempo y nervios... ¡leyéndome una y otra vez el índice por temas donde los manuscritos están naturalmente revueltos!

El siguiente capítulo “Identificación del grupo relacionado con Qumrán” es muy interesante por la síntesis breve y clara de las posturas de los investigadores, que se siguen manteniendo hasta hoy, sobre quiénes eran en verdad los hombres que estaban detrás de los Manuscritos. Son las siguientes:

• Los rollos proceden de un grupo que nos es conocido por las fuentes antiguas, a saber saduceos, fariseos o esenios

• Los rollos proceden de un grupo que no nos es conocido por las fuentes antiguas.

• Los rollos están relacionados no con un grupo, sino con la religiosidad de la nación judía entera.

• Los rollos son por lo general una reunión de textos de un grupo judeocristiano.

De todas estas posibilidades, Vanderkam y Flint se decantan con toda claridad por la primera, y dentro de ella, con la inmensa mayoría de los eruditos por un origen esenio por una razón contundente: los Manuscritos muestran una misma teología, unas mismas prácticas y presentan a un grupo muy parecido al descrito por las fuentes clásicas: Josefo, Filón y Plinio el Viejo, como esenios. A este respecto, recomiendo, por su mayor claridad y precisiones el ya añejo artículo, pero aún precioso, de Florentino García Martínez en el libro editado por él mismo y Julio Trebolle, al alimón, Los hombres de Qumrán, Literatura, estructura social y concepciones religiosas, Trotta. Madrid, 1993, en su capitulo “Orígenes del movimiento esenio y de la secta qumránica”, pp. 91-120.

Aunque Vanderkam y Flint citan –p. 208- a Gabriele Bocaccini (Beyond the Essene hypothesis. The Parting of the Ways Between Qumran and Enochic Judaism, Eerdmanns, Gran Rapids, 1998), no le prestan ninguna atención. Bocaccini defiende que los esenios fueron una rama del judaísmo henóquico (espiritualidad, religiosidad y teología formada alrededor de la figura “profética” y mesiánica de Henoc),y que los esenios eran en concreto un grupo radical y minoritario que se dividió de la herencia henóquica principal justo antes de la composición de los textos sectarios de Qumrán. Vanderkam y Flint opinan que ciertamente la literatura henóquica tuvo importancia en los inicios del grupo, pero sostienen que se ve que escribas y lectores de Qumrán perdieron gran parte de su interés por este tipo de literatura según pasaba el tiempo. No parece muy posible que hubieran "olvidado" así su herencia principal.

También en el capítulo 12 “El grupo de Qumrán en el judaísmo antiguo”, se precisa el esenismo de Qumrán contrastándolo con otros grupos de la época, en especial con los fariseos, denigrados como “los que buscan cosas fáciles”, y se intenta precisar quiénes eran en los manuscritos el Maestro de Justicia, el Sacerdote Impío y El Mentiroso, personajes clave para la formación de la secta, pero jamás designados por sus nombres.

El capítulo 11 completa la descripción de la teología y práctica esenias del grupo qumranita en los siguientes apartados: ideas sobre Dios, sobre la Ley, sobre la salvación predeterminada por Dios; sobre el futuro y el final de los día, sobre el mesías (que es doble: el mesías sacerdotal, que enseñará la Ley perfectamente, cuando se establezca el Reino por medio del mesías guerrero político), sobre el rechazo al modo cómo se gestionaba el Templo, etc.

Respecto a la Ley hay que señalar: para los esenios la Ley era una norma válida tanto para la naturaleza como para los seres humanos.

Para la naturaleza: significa que los astros están sometidos a la Ley, de modo que deben señalar puntualmente las fechas de las festividades importantes; por ello es norma divina que no se use un calendario lunar de 354 días, sino uno solar de 364 días complementándolo con los días intercalares cuando sea preciso, como nosotros los años bisiestos, de modo que tales festividades coincidan siempre en los mismos días del año.

Para los humanos: la Ley es válida para los miembros de la Alianza, ciertamente, pero coincide con la ley natural en lo esencial… (= el Decálogo), luego es válida y normativa para todos los humanos.

En este apartado de la teología de Qumrán debo decir que el libro de Vanderkam y Flint trae lo esencial, pero de modo muy escueto y un tanto pobre. Debemos añadir que tenemos en castellano material muy accesible y rico. En primer lugar el resumen de la teología qumránica y de la estructura de la comunidad de Antonio González Lamadrid (BAC, Madrid, 1973), que fue un balance a los 25 años del descubrimiento (ya se han hecho balances de los 50 años…). Pero, el resumen teológico sigue siendo válido.

Igualmente válido es el presentado –para algunos aspectos concretos como mesianismo, ley, pureza, interpretación de la Biblia, etc.,- en el libro arriba mencionado sobre “Los hombres de Qumrán”. Hay que añadir el capítulo sobre “mesianismo, escatología y resurrección en los manuscritos del Mar Muerto de Émile Puech, en el libro siguiente, ¡también de Trotta!, sobre aspectos generales de Qumrán, “Paganos, judíos y cristianos en los textos de Qumrán", de varios autores, que tiene a Julio Trebolle como coordinador (Madrid 1999). Añadiré que me parece también muy interesante, en este mismo libro, el capítulo de Adolfo Roitman (que tiene todo un libro sobre el tema): “De la mañana a la noche: la vida cotidiana de los hombres de Qumrán”, pp. 109-132.

Terminaremos pronto.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Sábado, 8 de Enero 2011


Hoy escribe Antonio Piñero


El capítulo 5 del libro de VanderKam y Flint que comentamos es interesante para quienes no tienen ideas claras sobre qué es el texto masorético de la Biblia hebrea, cuáles son los manuscritos antiguos que han servido para edición de la moderna --y prácticamente única-- edición científica existente, la de Kittel-Kahle, qué es el Pentateuco samaritano y sus características, cómo es la Biblia griega de los Setenta (LXX) y qué libros trae que no fueron aceptados luego como canónicos por los rabinos de finales del siglo I de nuestra era y sí, en general, por los católicos.

Son muy interesantes los resultados del capítulo 6 (Los Rollos bíblicos y el texto de la Biblia del Antiguo Testamento) para las cuestiones en torno a la revelación e inspiración de la Biblia. Creo q son un revulsivo contra los que creen en una inspiración al dictado y al pie de la letra por parte de Dios o un ángel del texto sagrado. La Biblia que leían los qumranitas tiene muchísimas variantes --adiciones, substracciones y variaciones sobre los mismos textos, que pueden dejar asombrados a cualquiera—- respecto al texto considerado hoy canónico (¡por cierto copiado del ms. B19 de Leningrado del siglo XI -no es un error: décimo primero- d.C.!).
Hasta hace relativamente poco se creía –siguiendo los estudios de Frank M. Cross- que el texto de la Biblia se había transmitido en tres grandes vertientes:

1 El texto palestino, generado y transmitido durante siglos en el Israel antiguo.

2. El texto babilónico, el transportado a Babilonia por los exiliados desde el 587 a.C. (caída de Jerusalén ante las tropas de Nabucodonosor)

3. El texto egipcio, traducido al griego en Alejandría

Otro investigador señero Emmanuel Tov, ha corregido este panorama y ha propuesto que los textos de Qumrán muestran aún más diversidad, más tipos textuales:

• Textos presamaritanos o palestinenses

• Textos protomasoréticos o protorrabínicos

• Textos de la supuesta Biblia hebrea que fue la base de los LXX.

• Textos no alineados o libres

• Textos también libres pero compuestos “según la práctica de Qumrán”.

Por último Eugene Ulrich, el último editor de la serie oficial de volúmenes de edición de los textos qumranita, ya mencionada, Discoveries in the Judaean Desert, ha propuesto que un análisis detenido de los textos de Qumrán, aparte del texto Samaritano y del de los LXX, muestran restos de ¡nada menos! doce ediciones literarias (cada una con sus variantes) y ¡quizás de diecisiete!

Ello supone que el texto sagrado no era fijo, sino fluido, que no se considerada como revelado al pie de la letra, sino según el sentido, y que los escribas, o quienes les dictaban, se creían capacitados para recomponerlos y cambiarlos a su manera, probablemente porque también se creían inspirados por el Espíritu para hacerlo.

Creo que queda claro el porqué de un hecho capital: hoy día los descubrimientos de Qumrán más otras constataciones no permiten sostener de ningún modo un texto fijo de la Biblia, con vocales y consonantes, hasta quizás el siglo VII d.C. y cómo la teoría de la inspiración literal es insostenible: ¿cuál de esos múltiples textos, siempre considerados sagrados, es el inspirado en realidad por el Espíritu Santo?

Respecto al canon de las Escrituras entre los habitantes de Qumrán: ¿cómo se logra saber qué libros eran para ellos ya sagrados y cómo se iba preparando para que en siglos posteriores se declararan canónicos? La respuesta es compleja y VanderKam y Flint enumeran diversas razones que resumo. Eran sagrados si se indicaba:

• Que tenían estatus de “escrito”, atestiguado por la fórmula “según está escrito en el libro…”

• Si un libro se adscribía a un profeta reconocido, por ejemplo, David, Salomón, Isaías, que se sabía inspirado

• Si se sostenía repetidas veces que su mensaje provenía de Dios o de un ángel.

• Si un libro es copiado muchas veces, es decir, si se conservan de él muchos manuscritos, lo que indica su importancia y respeto hacia él.

• Si un libro es considerado digno de ser traducido al griego o al arameo.

• Si se hacen comentarios (pesharim) acerca de su texto o se construyen profecías a base de él.

• Si libros de Qumrán se muestran como dependientes de un texto anterior, que se supone ya autoritativo; por ejemplo, textos como el Génesis apócrifo, Jubileos o 1 Henoc (a propósito: la tradición española procede del latín, y "Henoc" se escribe con /h/; escribirlo sin ella es acomodarse a la tradición inglesa y no tener en cuenta (como hacen desgraciadamente los traductores del libro que comentamos, quizá por ignorancia de una tradición venerable) los siglos de la tradición española.

Seguiremos con nuestro repaso del interesante libro de VanderKam y Flint.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Viernes, 7 de Enero 2011
Hoy escribe Fernando Bermejo

La anterior “Apología de nuestro padre Marcial Maciel” no fue solo un intento de abordar un tema extremadamente grave con cierto humor (negro), sino empezar a mostrar hasta dónde llega, en el caso de la pederastia eclesiástica (como, por lo demás, en tantos otros), el autoengaño más penoso y las mentiras más burdas y repulsivas. Hoy y la próxima semana constataremos otro caso combinado de autoengaño y mentira, que es además –dicho sea de paso– el que ha sugerido una serie que nos tendrá largamente entretenidos.

Existen maneras muy distintas de prestar servicios al mal, y una de las más paradójicas –pero muy frecuentes– consiste en crear bonitas ilusiones a base de falsear la realidad y cometer injusticias. Este es el caso de un libro reciente, publicado por la editorial Desclée de Brouwer, titulado Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI contra la pederastia. El autor es un sacerdote católico, director de una revista católica, cuyo nombre prefiero piadosamente omitir. No solo porque el nombre de esta persona no parece merecer –como se verá enseguida– propaganda alguna, sino también porque no me interesa exponer aquí los límites de un individuo determinado, sino de un modo de hacer las cosas y de un discurso que hoy la Iglesia católica, como institución, está manteniendo. En efecto, este libro es la expresión de otra vuelta de tuerca del interminable cinismo eclesiástico.

De hecho, el libro como tal carece de calidad: está escrito a todas luces con mucha precipitación, en buena parte siguiendo el método de “cortar y pegar”, y con claras deficiencias de documentación, por alguien carente de especial talento literario y argumentativo. Muchas páginas no hacen sino reproducir documentos eclesiásticos conocidos, y las páginas en que se constatan los abusos de pederastia hablan de cosas ya conocidas y anteriormente expuestas. Esta falta de calidad no ha sido, empero, óbice para su publicación. Dada la amplia red de editoriales de las que dispone la Iglesia católica, el cura que escribe un libro en este país tiene asegurada su publicación, máxime si de lo que se trata es de hacer apología de Su Santidad. (Para quien esté interesado en libros de calidad sobre el tema –en cuanto a investigación, capacidad analítica, cuidada prosa, voluntad de verdad e interés teórico, me permito recomendarles ya el del sociólogo y psicoanalista mejicano Fernando M. González: <em>Marcial Maciel. Los legionarios de Cristo. Testimonios y documentos inéditos</em>, Tusquets, Barcelona, 2010; lo comentaremos pronto en este blog).

La tesis del libro Tolerancia cero es muy fácil de enunciar, y está contenida ya en su mismo título: en la Iglesia católica ha habido en los últimos años no pocos casos de pederastia en diversos países, que han sido tapados con la complicidad de muchos obispos y cardenales (en ocasiones, también ellos pederastas). Sin embargo, la cristiandad puede estar tranquila: su santidad el Papa Benedicto XVI ha lanzado una política de “tolerancia cero”. Este hombre bueno y sensible, que derrama lágrimas (las lágrimas del Papa se citan en varios lugares del libro, empezando por el prólogo, como muestra de sublimidad moral) y al que las víctimas le agradecen que les dedique unos pocos minutos de su tiempo, no deja de hablar contra la pederastia allí donde va. Azote y martillo de pederastas, ha emprendido una "cruzada" contra la lacra de la pederastia –y, de paso, contra toda corrupción eclesial–. Los católicos nada deben temer. La roca de Pedro es la encarnación de la moralidad: la oscuridad y los abusos son ya cosa del pasado. A partir de ahora: tolerancia cero. “El papa no forma parte del problema, sino que es el principio de la solución”.

Ojalá la tesis de este libro –este cuento de hadas– fuera cierta. Ojalá. Por desgracia, la realidad refuta la fantasía. Dejando aparte el hecho de que el autor –como, por lo demás, los analistas eclesiásticos de turno– nunca plantea siquiera la pregunta de cuáles pueden haber sido las verdaderas dimensiones de los abusos sexuales perpetrados por los miembros del sacerdocio a lo largo de la Historia, la idea de que ha empezado una nueva era gracias a un moral Benedicto XVI es falsa. Penosa y rotundamente falsa. Flagrante y demostrablemente falsa.

Para abrir boca, comencemos con algún ejemplo del modo sibilino en que el autor, en momentos clave, crea un discurso confuso y tergiversa la verdad:

“En noviembre de 2004, Juan Pablo II, ya enfermo y bajo la férula de una curia desbocada y comandada por el cardenal Sodano, abrazaba y elogiaba públicamente a Marcial Maciel. Desde las oficinas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal bávaro Joseph Ratzinger, recelaba del abrazo. Conocía lo que se iba acumulando sobre su mesa de trabajo”.

En este párrafo, las verdades (ciertamente, en la eucaristía que celebró el 60º aniversario de la ordenación sacerdotal de Maciel, se leyó una carta elogiosa del Papa Juan Pablo II) se entreveran sutilmente con las medias verdades, con falsedades, y también con lo que se deja sin decir ni explicar. La mención de la enfermedad de Wojtyla, ¿está destinada a minimizar la responsabilidad de este en su respaldo a Maciel? Pero el autor sabe perfectamente que este papa llevaba décadas apoyando a Maciel, quien acompañó a Juan Pablo II en numerosos viajes a México y del que obtuvo nombramientos de consultor en diversos ámbitos eclesiásticos. Y ¿el papa está bajo la férula de su curia, y no al revés? Y la curia de la Iglesia a finales de 2004 ¿estaba “desbocada”? ¿Está compuesta la curia romana por caballos, no por seres humanos responsables? Inquietante, ¿no? Y la curia romana “desbocada”, ¿por qué arte de birlibirloque ha dejado de desbocarse? ¿Así que Sodano es el chivo expiatorio? (pregúntense Vds. cuál habría sido la versión si, en lugar de Ratzinger, Sodano hubiera sido elegido papa). ¿Y Ratzinger “recela del abrazo” por lo que “se iba acumulando”? ¿Desde cuándo “se iba acumulando” algo sobre su mesa, si hasta seis días después de la fecha a la que el autor se refiere Ratzinger no dio luz verde para abrir una investigación? Ah, pero… ¿es que entonces Ratzinger sabía algo ya desde antes…? Pero si sabía o sospechaba ¿desde cuándo? ¿Y por qué no mandó abrir antes una investigación? Y si Ratzinger sabía cosas, cosas tan graves como para recelar del abrazo a Maciel, ¿es que se las ocultó al Papa? ¿Es que permitió a sabiendas que Juan Pablo II apoyara públicamente a un abusador de menores? Sobre todas estas cuestiones, el señor cura corre un tupido velo.

Por el momento dejaremos aparcado el tema de Karol Wojtyla, un individuo cuya indudable clarividencia moral y espiritual le llevó a apoyar durante décadas, hasta el mismísimo final de su mandato, a un pederasta y morfinómano sobre el que –como veremos– pesaban denuncias e investigaciones desde los años 50 en la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. No hay duda de que a Karol el Espíritu Santo le inspiraba de manera francamente especialísima. Centrémonos ahora en Ratzinger. El autor habla de:

“La política de tolerancia cero de Benedicto XVI, no sólo contra la pederastia, sino contra todo tipo de corrupción eclesial”

Para “probar” su aserto, el autor cita una gran cantidad de bonitas declaraciones papales contra la pederastia, extraídas de los últimos cuatro años: que si la carta a los obispos de Irlanda, que si declaraciones en Roma, en USA o en Australia. Página tras página, el autor desgrana los discursos y escritos de Benedicto XVI (también, en ocasiones de otros: las inspiradas palabras de Rouco Varela merecen al menos dos páginas enteras). Ahora bien, ¿qué prueba eso, sino que los jerarcas eclesiásticos son expertos en palabrería? ¿Qué esperaba este señor que dijeran el Papa y los cardenales –aunque algunos han dicho que las cosas no son tan graves– en documentos públicos en un momento en que eran el centro de las miradas de la opinión pública porque víctimas y periodistas habían destapado los desmanes eclesiásticos? ¿Tal vez que publicaran unas “Instrucciones del Vaticano a los sacerdotes sobre cómo bajar los pantalones a los nenes”, o tal vez una “Lista de eximentes para los buenos pederastas, con la promesa final de la salvación eterna”? Es obvio, señor cura, que lo que vamos a oír ahora son condenas, ¿no? Pero es obvio que esas condenas no prueban absolutamente nada, porque, como dice el Evangelio y es obvio, a las personas no se las conoce de verdad por sus palabras, sino por sus obras. ¿Es que el señor cura aún no ha aprendido esta lección tan elemental? Pues parece que no.

Pero veamos otro ejemplo del peculiar modo del autor de contar los hechos:

“[Marcial Maciel] fue acusado como abusador sexual por algunos miembros de la congregación y estudiantes de los establecimientos de los legionarios, particularmente a partir de 1997”

¿Qué significa “particularmente”? El autor del libro da a entender a sus lectores que las jerarquías de la Iglesia Católica sabe de las acusaciones contra Maciel solo a finales del s. XX. <strong>Esta es otra manera de tergiversar la verdad</strong>. En efecto:

1) En 1944, Maciel (que tenía entonces 24 años) fue acusado, ante el obispo de Cuernavaca, por abuso sexual a un joven de su institución.
2) Entre 1948 y 1950, Maciel fue acusado ante la Sagrada Congregación de Religiosos (SCR), por mentiras y usos indebidos tanto de la dirección espiritual como de la confesión.
3) En 1954, fue acusado ante el arzobispo primado de Méjico por uso indebido de la confesión y por adicción a la morfina, en carta que este envió a la SCR.
4) En agosto de 1956, ante la SCR, Marciel fue acusado de abusos sexuales y adicción a la morfina, lo que trajo como consecuencia su primera suspensión (aunque no solo hizo lo que quiso en ese período, sino que –ya veremos cómo– volvió pronto a ser autorizado).
5) En abril de 1962, ante la SCR, fue acusado por el vicepresidente del colegio Oficial de farmacéuticos de San Sebastián, Manuel Castro Pérez, de toxicomanía, y de intentos de soborno a él mismo y a la policía española; el asunto llegó a la Sagrada Congregación de Religiosos (aunque, de nuevo, la eficaz intervención de altas instancias eclesiásticas echó tierra sobre el asunto)...

¿Hace falta seguir? Nuestro autor prosigue:

“Benedicto XVI […] alguien a quien injustamente se le acusa de mantener un ‘silencio cómplice’ ante la depravación”.

“Si ha habido un caso que resulta ser paradigmático en la lucha de la Iglesia contra la pederastia y los abusos del clero a menores ha sido el del P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, un sacerdote influyente en los ámbitos vaticanos. Es una muestra más de que nadie escapa a la reforma emprendida por el Papa. Incluso debajo de las propias alfombras vaticanas hay que limpiar” .

¿Papa “injustamente acusado”? El caso Maciel, ¿“caso paradigmático en la lucha de la Iglesia contra la pederastia”? Uno se pregunta si ha leído bien. Pero sí: ha leído bien. Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, tralará.

Empecemos, pues, a llamar a las cosas claramente por su nombre.

1º) A cualquier individuo que tenga una idea aproximada de cómo funciona este mundo le resultará francamente muy difícil de creer que Joseph Ratzinger, prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe desde 1981, no supiera quién era realmente Marcial Maciel antes de febrero de 1997. No solo porque en las altas esferas estas cosas se saben, sino también porque, como hemos visto, a diferencia de lo que el autor del libro da a entender, diversas acusaciones se habían efectuado contra Maciel –la mayor parte llegaron a Roma– desde hacía medio siglo. Aparte de casos ya citados, en 1983 –ya en época de Ratzinger en la prefectura– salieron a la luz en México los abusos sexuales de algunos sacerdotes de los Legionarios de Cristo (salieron a la luz porque algunas madres de niños abusados interpusieron denuncias en los tribunales civiles), etc. ¿Ratzinger carecía de elementos de juicio en los años 80…?

2º) Pero incluso si se prefiere creer que Ratzinger estuvo en babia durante décadas, no pudo ignorar las denuncias que salieron a la luz el 23 de febrero de 1997, cuando los periodistas Jason Berry y Gerald Renner, de The Hartford Courant (Hartford, Connecticut, USA) publicaron su artículo-denuncia en el citado diario. Y desde luego tampoco ignoró las dos denuncias posteriores, una presentada por el abogado de la archidiócesis de México, el sacerdote Antonio Roqueñí –el 17 de octubre de 1998– ante la canonista acreditada por el Vaticano Martha Wegan (y de manera aún más formal el 18 de febrero de 1999). Y la otra, presentada en 1999 directamente a Ratzinger por el obispo mejicano Carlos Talavera, de parte del entonces sacerdote Alberto Athié, quien se había comprometido con un exlegionario ya fallecido en tristes circunstancias a entregar su testimonio. A estas alturas, es claro como el agua clara que en 1997 Ratzinger ya sabía al menos una parte de lo que había (y podía imaginarse el resto).

3º) Ratzinger sabía, pero decidió echar tierra sobre el asunto. En 1999, ante la imposibilidad del sacerdote Alberto Athié para acceder a Ratzinger y denunciar lo que sabía, el obispo mejicano Carlos Talavera se entrevistó con Ratzinger para contarle lo que se sabía sobre los abusos. Según el obispo le contó luego a Athié, la respuesta del gran Ratzinger fue, palabra más, palabra menos, la siguiente:

“Lo lamento, pero no es prudente hacer nada en este caso. Marcial Maciel es una persona muy allegada al Papa y además ha hecho mucho bien por la Iglesia”.

¡Qué grandes verdades salen de la boca de Ratzinger (verdades, claro, que el señor cura no cita)! Marciel aportaba a la Iglesia vocaciones –con niños a menudo abusados y abusadores–, y era uno de los principales recaudadores de fondos para la Iglesia católica entre las elites; alguien que recaudaba anualmente muchos millones de dólares (de hecho, como veremos, un factor determinante para la reinstauración de Maciel en su puesto en 1958 parece haber sido su capacidad recaudatoria), que entre otras cosas sirvieron para hacer –según testimonio de numerosos exlegionarios– regalos personales y generosas cantidades en metálico a jerarcas eclesiásticos durante décadas.

Que este mensaje fue el que dio Ratzinger al obispo Talavera lo corroboran:

A. Las declaraciones de la canonista Martha Wegan, quien dijo al sacerdote Antonio Roqueñí y a José Barba – representante de los ocho exlegionarios denunciantes – lo que Ratzinger y los suyos le habían dicho: “Señores, me indicaron que el asunto era muy delicado y está retenido indefinidamente. No hubo más explicación”. (Por cierto, según testimonio de José Barba, Wegan comentó que era “mejor que ocho hombres inocentes sufran injusticia y no que miles de fieles católicos pierdan la fe").

B. El hecho incontrovertible de que Ratzinger no autorizó la apertura de una investigación contra Maciel hasta transcurridos más de cinco años. Hasta finales de 2004 (con Marciel Maciel con 84 años cumpliditos), Ratzinger no autoriza una investigación. Hasta entonces, Ratzinger no hizo nada más que impedir la investigación.

Solo un tarado mental, un cobarde o un cínico impenitente puede negar esta evidencia: la pura, simple y dolorosa verdad es que Joseph Ratzinger ha sido –como tantos de sus obispos y de sus cardenales (algunos de ellos, también ya confesos pederastas)– un encubridor de pederastas. Y que, como tal, debería ser juzgado por los tribunales (no lo será).

Y el autor de Tolerancia cero –al igual que las legiones de buenos cristianos que comparten sus ideas– es, con su apología de Ratzinger, un servil cómplice de un encubridor de pederastas (que debería enrojecer de vergüenza por haber escrito el libro que ha escrito; no enrojecerá).

Pero ¿por qué Ratzinger permitió abrir una investigación a finales de 2004? La próxima semana analizaremos este dato, al hilo de las falsedades del libro mencionado, cuyo autor –como fácilmente se comprueba– distorsiona la realidad a su antojo, mintiéndose a sí mismo y ante los demás sobre cuestiones esenciales de modo cínico y lamentable.

Continuará el próximo jueves. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Jueves, 6 de Enero 2011
Descubrimientos, datación, arqueología y nuevos métodos de investigación. El significado de los Rollos del Mar Muerto (II) (167-02)

Hoy escribe Antonio Piñero


Sobre el descubrimiento de los Manuscritos se ha escrito mucho y los detalles están en casi todas las publicaciones generalistas al respecto. La ventaja de este capítulo en el libro de VanderKam-Flint es que va siguiendo el capítulo 12, completado con otras partes del libro, del volumen de uno de los descubridores científicos de los textos y uno de sus primeros fotógrafos, John Trever (The Untold Story of Qumran, Revell, Westwood, 1965). Las conclusiones de este autor se basan en informes de los beduinos y sirios que fueron los autores materiales y en el testimonio de otras personas, completado con pasajes de libros que transmiten datos muy cercanos a los hechos.

El descubrimiento de los manuscritos se produjo en 1946 o 1947; imposible saberlo con exactitud; en 1948, el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén Eleazar L. Sukenik, ya había caído en la cuenta de la importancia de los textos; en 1949 William Allbright ya alertó de que se “trataba del mayor descubrimiento de manuscritos” de los tiempos moderno, pero hasta 1952 no se descubrió una cueva ulterior (la cueva 1 fue excavada en 1948), y en ese mismo año apareció también la famosa Cueva IV que ha proporcionado restos de unos 600 manuscritos. Desde el 1952 hasta 1956 se descubrió el resto, hasta la Cueva 11. Además se descubrieron otros yacimientos de manuscritos como Khirbet Mir, Nahal Hever y Murabba‘at.

Respecto a la datación de los manuscritos, el lector encontrará en el libro de VanderKam y Flint cumplida información de los métodos usuales de la paleografía, del carbono 14 y de la espectrometría del acelerador de masas. Personalmente, me parece que lo que más puede llamar la atención es la coincidencia de fechas aproximadas alcanzada para los diversos manuscritos entre la datación por el tipo de letra empleados (paleografía) y los métodos radiológicos.

Los textos más antiguos proceden de más menos 250 a.C. y los más recientes hasta el 135 d.C. (los de Nahal Hever). Teóricamente podrían encontrarse textos de procedencia cristiana en ellos, dadas las fechas, con la salvedad de que algunos o la inmensa mayoría manuscritos –en los que se ha dicho que hay testimonios cristianos- proceda indudablemente de fecha anterior al siglo I. Naturalmente esto hace imposible la hipótesis de un origen cristiano para la inmensa mayor´`ia de los textos. Aquí la arqueología y la paleografía más el carbono 14 tienen la última palabra y no las especulaciones de ciertos eruditos que sostienen -descabelldamente- que los manuscritos son cristianos, pero que están escritos en lenguaje cifrado.

Respecto a los estudios arqueológicos sobre la zona donde se asienta Qumrán, me ha producido alegría saber que las investigaciones modernas han confirmado grosso modo lo que habíamos estudiado hace muchos años en el libro sobre la arqueología de Qumrán de Roger de Vaux, el famoso dominico arqueólogo:

• El asentamiento fue construido en tiempos de Juan Hircano hacia más menos el 100 a.C., o un poco antes.

• Hubo un terremoto hacia el 31 a.C. que hizo que el asentamiento fuera parcialmente abandonado (no del todo como había supuesto de Vaux).

• Durante el reinado de Arquelao (entre el 4 a.C. y el 6 d.C.) se habitó de nuevo con todo su esplendor, rehabilitándose todo.

• En el año 68 d.C. fue semidestruido por los soldados de la Legión Décima, al mando de Vespasiano (y Tito), y hubo una ocupación romana hasta finales del siglo I.

• Tras un período de abandono, los edificios fuero reocupados durante la Segunda Guerra contra los romanos (132-135 d.C.) y finalmente abandonado hasta hoy día.

Personalmente me ha llamado la atención el tema de las tumbas (unas 1.200) en el cementerio principal en torno al asentamiento, donde se han encontrado huesos de mujeres y niños. Estudié hace tiempo que era posible que algunos de los sectarios habitantes de Qumrán fueran casados (Plinio el Viejo afirma, sin embargo (Historia Natural V 17,4), que los allí residentes eran célibes), y que realmente moraban no en los edificios principales sino en tiendas de alrededor, y que luego fueron enterrados en la zona. El libro de VanderKam y Flint, por el contrario, confirma lo que ya había oído de labios de Julio Trebolle: esas tumbas no son de sectarios… ¡sino de beduinos trashumantes del entorno del siglo XVIII! Por tanto, es más que posible que Plinio el Viejo tuviera razón.

En cuanto a la estimación del número de las gentes que llegaron a habitar el asentamiento y sus alrededores sigue la de hace años: en torno a 150-200 personas simultáneamente.

El capítulo 4 –“La tecnología y los manuscritos del Mar Muerto”- aporta datos interesantísimos, de los que yo no tenía sino ideas vagas y muy generales, y que –supongo- interesarán mucho a un cierto espectro de lectores: el uso moderno de los análisis de ADN y de la “reacción de la cadena de polimerasa” para evaluar cuándo fueron muertos los animales que suministraron las pieles para los pergaminos donde están copiados los textos. Los datos obtenidos sirven para datar la copia de esos textos, y lo que es también importante: ayuda para la reunión de fragmentos dispersos cuando se descubre que los diversos textos proceden de un mismo pergamino. En cuanto a los papiros, ha avanzado mucho la detección de los fragmentos al comparar la "huella digital" de cada hoja de papiro, a saber: cada hoja es como la yema de los dedos humanos: tiene un disposición de sus fibras única. Los fragmentos que la tengan igual pertenecen sin duda al mismo manuscrito.

Otras curiosidades interesantes para un profano son las descripciones de los métodos de restauración de los manuscritos, que van desde los cuidados de los expertos hasta conseguir eliminar los resto de “Cello” (cinta adhesiva de acetato de celulosa que se acababa de comercializar hacia mediados de la década de los 50) con los que habían pegado los fragmentos, y que al oxidarse los habían dañado, hasta modernas técnicas de eliminación de manchas, de cristales de sal y de hongos, junto con los "trucos" profesionales para lograr excelentes fotografías de los textos (infrarrojos, etc.).

VanderKam y Flint describen con exactitud las últimas recopilaciones en tres CD-Rom de fotografías digitales de todos los manuscritos: unas 2.700 placas con buena resolución. Cualquiera puede ahora adquirirlos y leer los textos si domina el hebreo, el arameo, el griego y la paleografía correspondiente, sin ningún tipo de secretismo.

También se describen las características del programa "Accordance" que combina una cierta facilidad de uso con potentes opciones de búsqueda, y que ofrece la información gramatical precisa de cada palabra como género, número, aspecto, conjugación y forma léxica concreta.

Termina este intenso capítulo con los “links” a los sitios más recomendables de Internet para estudiar los Manuscritos. Total: un mundo impresionante de medios al alcance de todo el mundo.

Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Miércoles, 5 de Enero 2011
167-01 El significado de los Rollos del Mar Muerto
Hoy escribe Antonio Piñero


El título de esta postal es el de un libro que acabo de leer y que deseo comentar para los lectores. Hago una pausa en el tema que nos ha ocupado en los días pasados –sobre la línea básica de pensamiento de 1 Corintios, que continuaremos más tarde-, para ofrecer la reseña que comienza hoy. He aquí la fica completa del libro:

James VanderKam y Peter Flint, El significado de los rollos del Mar Muerto. Su importancia para entender la Biblia, el judaísmo, Jesús y el cristianismo, Editorial Trotta, 2010, 477 de formato amplio, con cuadros y figuras. Traducción de Andrés Piquer y Pablo Torijano. ISBN: 978-84-9879-091-7.

Este libro es en líneas generales una puesta al día de lo que se sabe científicamente sobre los manuscritos del Muerto hasta 2002, fecha de publicación de la edición inglesa. Una ojeada a su contenido es, como casi siempre, de lo más instructivo.

El libro comienza con un capítulo sobre la historia de los descubrimientos, cómo se datan los manuscritos y que resultados ofrece la arqueología realizada por varios equipos de expertos desde 1947. Luego se abre una sección sobre los Rollos y la Biblia:

• Cuántos manuscritos se han encontrado: unas 225 de los más o menos 900 en los que cifra hoy el número de códice del Mar Muerto, son copias de libros bíblicos;

• Qué texto del Antiguo Testamento poseían los “habitantes” de Qumrán: uno que es presumiblemente muy anterior al que nosotros tenemos hoy;

• En qué afecta el conocimiento de estos textos qumránicos bíblicos a nuestro conocimiento del Antiguo Testamento hoy día y,

• Cómo podemos comprender el canon, o lista de libros sagrados del Antiguo Testamento a la luz de cómo utilizaban la Biblia los qumranitas.

Hay en este apartado un interesante apéndice sobre apócrifos y pseudoepígrafos (libros que aparecen con autor evidentemente falso, como Henoc, Adán, Abrahán, etc.).

La atención se centra posteriormente sobre los manuscritos que no son bíblicos: unos 675, muchos de los cuales se hallan en un estado terriblemente fragmentario. Los autores, VanderKam y Flint, ofrecen un inventario relativamente detenido de los textos más importantes, de modo que el lector se hace una perfecta idea de qué códices pueden interesarle.

Interesante aquí es la breve historia de las teorías de los investigadores acerca del grupo que está detrás de los manuscritos: ¿eran esenios, saduceos, fariseos, otros…? ¿Cuál era la teología del grupo en sus líneas distintivas?

También se intenta responder a la pregunta de cómo situar a ese conjunto de personas, sociológica y teológicamente, dentro del mosaico de grupos del judaísmo del momento. Fue éste el tiempo en el que las tropas romanas, mandadas por Vespasiano destruyeron el asentamiento en su avance contra Jerusalén en la Gran Guerra Judía del 66 al 73.

Hay también otro apartado que describe el modo cómo interpretaban su Biblia los sectarios de Qumrán.

La sección IV puede ser una de los más interesantes para los lectores del blog, porque trata en general de los “Rollos y el Nuevo Testamento”. Hay las secciones usuales, que no dejan de cautivar la atención: Juan Bautista, Jesús, los Evangelios y Qumrán; Los Hechos de los apóstoles y Pablo y el resto de autores de las Epístolas neotestamentarias a la luz de la teología de los Manuscritos. Un apartado menos corriente, pro en extremo interesante, es el del Apocalipsis y los textos qumránicos.

Por último, el libro presenta un apartado de historia social sobre los grupos de investigadores que han contribuido a lo largo de los decenios pasados, desde 1947 a 2002, a la publicación:

• Las vicisitudes de la publicación con sus enormes retrasos;

• Las publicaciones sensacionalistas de algunos con la idea central de que o bien los Rollos deben entenderse como la historia cifrada del cristianismo, o bien

• Cómo –en este transfondo- el Vaticano pudo estar interesado en acallar su contenido,

• Algunos procesos judiciales curiosos que demuestran cómo lo investigadores no son a veces tan limpios, etc.

Los dos autores tienen especial cuidado en dejar en claro cómo la inmensa mayoría de los textos sensacionalistas, por no decir todos, son en verdad un fraude para forrarse los bolsillos…, etc.

Dentro de las apéndices hay que destacar listados utilísimos, como el índice de pasajes bíblicos presentes en los Rollos; otro índice de textos apócrifos y pseudoepígrafos usados pos los autores de esos manuscritos y que traducciones y ediciones hay de los textos del Mar Muerto, aunque aquí los autores se centran ante todo en la bibliografía en lengua inglesa.

Hay que decir que aunque hayan pasado 8 años desde la edición norteamericana del libro que comentamos hasta hoy, la información básica ha cambiado poco. Sólo añadir que los volúmenes aún no aparecidos de la publicación oficial de los Manuscritos, <em>“Discoveries of the Judaean Desert</em>”, citados en la p. 406, han visto la luz todos, incluido un volumen último de Eugene Ulrich, el nº 40, que republica el texto de Isaías, que había aparecido en 1950. En verdad no se trata de una mera reedición, sino de un texto nuevo con más de 2000 variantes.

He consultado a mi colega Julio Trebolle, que ha sido uno de los miembros del Comité último para la publicación de los textos de Qumrán, y me dice que ya está todo, absolutamente todo, publicado. Quedan fragmentos minúsculos, menores que un sello de correo, ilegibles e inútiles hoy por hoy. Se acabó, por tanto, cualquier sospecha de secretismo. Además, como diremos, hay fotografías electrónicas de todos los textos.

Como se ve el volumen parece muy interesante. Quizás, para el gusto europeo, está confeccionado un tanto “desde el punto de vista del interés de” o “a lo norteamericano”. Pero no importa, puesto que el material ofrecido es de primera mano. Los autores han pertenecido desde hace muchos años a la Comisión de publicaciones.

Por último, la traducción encomendada a dos colegas de la Complutense es buena, en el sentido de que los dos son expertos en la materia y saben muy bien qué se llevan entre manos; por tanto no hay errores de comprensión. Veo, sin embargo, que desde el punto de vista del tenor, lisura y belleza del castellano, hubiera sido necesario un pequeño repasito, para corregir ciertas deficiencias de expresión propias de quienes se han formado en el extranjero.

Seguiremos comentando algunos aspectos del contenido de este interesante volumen –¡enhorabuena a Trotta!- en los días siguientes. Hacen falta muchas publicaciones de este estilo, porque el sensacionalismo se dispara por sí mismo en todos los ambientes y se extiende como fuego por cañaveral, pero los resultados científicos tardan mucho en propagarse, y a veces no consiguen contrarrestar el veneno vertido.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Martes, 4 de Enero 2011
Juan de Zebedeo en la literatura apócrifa (Virtudes de Juan)
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Las perlas rotas y reconstruidas (c. 5)

Sigue el episodio de las perlas sin una clara conexión con la narración nuclear. Ni los datos cronológicos (altera die) ni los geográficos (in foro) ofrecen datos suficientes para situar el suceso en un momento de la vida de Juan y en un lugar de su ministerio. Después de la historia de Drusiana dice bien poco la referencia de altera die (“otro día”) En cuanto al foro en el que se desarrolla la escena de las piedras preciosas, no se menciona la ciudad.

Podríamos colegir que se trata de Éfeso, porque fue allí donde tuvo lugar la historia de Drusiana narrada en el capítulo anterior, que termina con un dato cronológico: “Y pasó aquel día alegremente con los hermanos”. Pero el episodio siguiente al de las piedras preciosas (c. 6) empieza con la noticia del regreso de Juan a Éfeso. En consecuencia, el encuentro con el filósofo Cratón tuvo su lugar en otra ciudad.

El filósofo Cratón quiso organizar un espectáculo sobre el desprecio de este mundo. Hizo que dos jóvenes ricos compraran y rompieran ante la gente unas piedras preciosas. Pasó Juan por el lugar e informado de los hechos, interpeló a Cratón sobre la necedad e inutilidad del gesto. Sugería luego que hubiera sido mejor venderlas para ayudar a los necesitados. El filósofo replicó retando a Juan para que reconstruyera las piedras volviéndolas a su estado original. Juan realizó el milagro, subrayado con un solemne “amén” de los fieles presentes.

El hecho milagroso, que más bien parecía una frívola exhibición, consiguió el efecto salvífico. Cratón en unión con todos sus discípulos “creyó y fue bautizado”. Más aún, “empezó a predicar públicamente la fe de nuestro Señor Jesucristo”. Los dos jóvenes vendieron sus joyas y repartieron su precio entre los pobres. La consecuencia fue que numerosos creyentes se adhirieron a la causa de Juan.

Las varas y la arena (c. 6)

El c. 6 de las VJ expresa claramente su conexión con los sucesos narrados en el capítulo anterior. El texto habla del regreso de Juan a Éfeso y presenta a dos honorables ciudadanos que pretenden poner en práctica la doctrina sobre las riquezas y su reparto entre los pobres. En efecto, vendieron sus posesiones y todo lo repartieron entre los necesitados. Cambiados de opulentos en mendigos, se arrepintieron de su gesto. Juan descubrió la trampa del diablo y se dirigió a aquellos hombres. Les dijo que si querían recuperar sus riquezas, le trajeran unas varas rectas en sendos manojos. Juan invocó el nombre del Señor, y las varas se convirtieron en oro. Les pidió que llevaran piedrecillas de la orilla del mar, que acabaron convertidas en piedras preciosas.

La parábola del rico epulón y del pobre Lázaro es una prueba del valor de la palabra de Juan. Jesús confirmó sus palabras resucitando a un muerto. Juan confirmaba las suyas liberando a los enfermos de sus pesadumbres. Amplía luego el apóstol sus reflexiones recordando la inutilidad de las riquezas que no podrán acompañar al hombre a la otra vida

Resurrección de un muerto (c. 7)

La separación de los capítulos 6 y 7 no tiene realmente demasiado sentido, es inoportuna, en opinión de Junod-Kaestli (Acta Iohannis II, 784), porque los sucesos narrados en ambos capítulos forman parte de un mismo contexto tanto histórico como doctrinal. La introducción del entierro del joven hijo de una madre viuda se produce mientras el apóstol Juan hablaba sobre el problema de las riquezas. Hay, pues, coincidencia de personajes. Los dos ciudadanos de Éfeso, protagonistas del episodio de las varas y las piedrecillas convertidas en oro y en piedras preciosas, reaparecen aquí, ahora con sus nombres: Ático y Eugenio. El relato ofrece la conclusión lógica de los hechos, que no es otra que la conversión de ambos y su renuncia a las riquezas que fueran el objeto de su nostalgia. Juan repite el milagro, aunque al revés. También se da una coincidencia de contenido, ya que en ambos capítulos se trata el tema de las riquezas, verdadero topos en los Hechos Apócrifos.

El joven resucitado, de nombre Estacteo, anuncia a los dos nobles ciudadanos cuánta gloria han perdido al recuperar sus riquezas. Estacteo da testimonio de lo que ha visto en el otro mundo, donde los ángeles de Ático y Eugenio lloraban mientras Satanás se gozaba con la ruina de ambos. El resucitado, junto con Ático y Eugenio, rogaron a Juan que deshiciera el entuerto, lo que cumplió con prontitud y eficacia.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 3 de Enero 2011
Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con los argumentos que Pablo opone a los “espirituales de Corinto. El último se refiere a los dones del Espíritu, de los cuales se jactaban esos que se creían superiores.

Aunque es verdad que los dones o “carismas” espirituales son excelentes –y Pablo mismo los tiene (14,18: “Doy gracias a mi Dios que hablo lenguas más que todos vosotros”)—, hay que buscar en ellos ante todo la edificación y la utilidad común del conjunto de la comunidad (14,26: “¿Qué hay pues, hermanos? Cuando os juntáis, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación; hágase todo para edificación”), no la autocomplacencia de modo que uno se crea “perfecto” por tener esos dones. “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo” (12,4). Por tanto, nadie tiene por qué jactarse de poseer un carisma superior al de otros. No hay que rechazar los carismas o fenómenos espirituales, sino integrarlos en la comunidad.

Para reforzar este argumento Pablo emplea el símil del cuerpo, que tuvo enseguida mucho éxito (Colosenses y Efesios). Éste es uno, pero tiene muchos miembros. Cada uno cumple su función, sin que se pueda decir que un miembro sea superior o más importante que otro. Luego aplica el símil a los cristianos: éstos son miembros de un mismo cuerpo, el de Cristo. Por tanto, no hay por qué jactarse de ser un miembro superior al resto:

12 Porque de la manera que es un cuerpo, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros de este cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también el Cristo. 13 Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, judíos o griegos, siervos o libres; y todos bebemos (de una bebida) de un mismo Espíritu. 14 Porque el cuerpo no es un miembro, sino muchos. 15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? 18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos por sí en el cuerpo, como quiso. 19 Que si todos fueran un miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo? 20 Mas ahora muchos miembros son a la verdad, empero un cuerpo.

21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito; ni asimismo la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. 22 Antes, los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son mucho más necesarios; 23 y los miembros del cuerpo que estimamos ser más viles, a éstos vestimos más honrosamente; y los que en nosotros son indecentes, tienen más honestidad. 24 Porque los que en nosotros son más honestos, no tienen necesidad de nada; mas Dios ordenó el cuerpo (todo), dando más abundante honor al que le faltaba; 25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros. 26 De tal manera que si un miembro padece, todos los miembros a una se duelan; y si un miembro es honrado, todos los miembros a una se gozan. 27 Y vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. 28 Y a unos puso Dios en la Iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros; luego facultades; luego dones de sanidades; ayudas, gobernaciones, géneros de lenguas. 29 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos facultades? 30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos? 31 Procurad pues, los mejores dones; mas aun yo os enseño el camino más excelente(12,12-30).

Por ello también, la profecía –que habla claro y es entendida por todo el mundo— es superior a “hablar en lenguas”, que produce un sonido ininteligible que sólo Dios comprende (14,5.24: “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis lenguas, pero quisiera más que profeticéis, porque mayor es el que profetiza que el que habla lenguas, a no ser que interpretare, para que la Iglesia tome edificación”; “Mas si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, de todos es convencido, de todos es juzgado” ).

Pero incluso la profecía ha de tener un orden y un decoro en servicio de la comunidad:

“Podéis todos profetizar uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. 32 Y los espíritus de los que profetizaren, están sujetos a los profetas; 33 (porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz) como en todas las iglesias de los santos” (14,32-33).

Esta frase de Pablo me parece revolucionaria: los espíritus de los profetas no mandan sobre los profetas, sino éstos sobre el espíritu que los mueve a profetizar. En lo que conozco, creo que es la primera vez en toda la historia de la profecía occidental que se afirma esto, pues hasta el momento siempre se había defendido la soberanía absoluta del espíritu inspirante.

En todo caso –sigue afirmando Pablo-, si hubiere que establecer una jerarquía entre los carismas en razón de la utilidad de la comunidad (“Aspirad a los carismas superiores”: 12,31), el mejor con mucho es el carisma del amor: éste nunca acaba y es superior por ser el más desegoísta, el que más entrega de sí mismo a los demás.

Ningún tipo de carisma muestra mejor la presencia de Dios en el grupo cristiano que el amor. En él se hace palpable Dios. Ésta es la síntesis del famoso “himno al amor” (13,1-13), que a modo de excursus retórico intercala Pablo en su argumentación en defensa de una a jerarquía de los carismas en razón de la utilidad para el grupo cristiano. Hay quien opina que se trata de una composición no propiamente paulina; pero es igual, pues es asumida por el Apóstol, y moldeada por su lenguaje y pensamiento; además su carácter impactante permanece:

1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, soy como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo caridad, nada soy. 3 Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve.

4 La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no hace sin razón, no se envanece; 5 no es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; 6 no se recrea de la injusticia, mas se recrea de la verdad; 7 todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca se pierde; mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de acabar; 9 porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será quitado. 11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, sabía como niño, mas cuando ya soy hombre hecho, quité lo que era de niño. 12 Ahora vemos como por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido. 13 Mas ahora permanece la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres cosas; pero la mayor de ellas es la caridad.

Todo este ditirambo va dirigido contra aquellos que se creían superiores, despreciaban a los miembros “débiles” de la comunidad, no caían en la cuenta de que todos formaban un “cuerpo”, el de Cristo, e iban contra la idea tan judía de que, aunque se salva el individuo, éste lo logra dentro del grupo, o “pueblo”, de los electos. La Iglesia luego la utiliza paa elogiar el amor entre los esposos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Domingo, 2 de Enero 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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