CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero



Hoy escribe Antonio Piñero


Comenzamos el comentario al cuarto gran fragmento de la 1 Carta a los corintios reconstruida (“Corintios A”). El texto completo de esta reconstrucción y los indicios para hacerlo los tiene el lector en las notas correspondientes a los días 4-11-2009 y 6-11-2009. Ahora sólo volveremos a ofrecer la primera parte del gran cuarto fragmento cuyo tema es la resurrección. Pero antes de transcribir el pasaje, adelantamos una visión de conjunto de la trama argumentativa de esta sección. Pablo sostiene que

La resurrección de los muertos es una verdad innegable. Lo afirma la tradición de las apariciones de Jesús después de muerto (15,3-8); no se puede sostener que no hay resurrección, pues ello equivale a negar que Jesús resucitó (15,12-28); los mismos cristianos que aparentemente niegan la resurrección creen en verdad en ella, pues se bautizan en favor de los muertos (15,29). En el fondo piensan que el bautismo supone una vida eterna, lo que implica la resurrección.

Según Pablo, la resurrección es un suceso ligado al final de los tiempos: sólo puede convertirse en algo plenamente real al final del mundo. No se puede decir en principio que ha tenido ya lugar, pues sólo será realidad tras la parusía, la segunda venida de Jesús (15,23-24).

Pablo intenta corregir la concepción de los cristianos de Corinto que se creen superiores en conocimientos y que él designa como “espirituales”. Éstos afirmaban que “el cuerpo no resucita” y que la “resurrección había tenido ya lugar”, porque -opinaban- al convertirse al cristianismo, su alma, lo único que importa y que es inmortal, está ya salvada. A ellos les dirá que la resurrección está ligada al cuerpo, que éste tiene también salvación y que, por tanto, la resurrección es algo futuro: ocurrirá cuando resuciten todos los cuerpos al final de los tiempos (esto lo sabemos ya los lectores que hemos leído 1 Tesalonicenses 4,13-2,1).

Pablo da por supuesto que los corintios deben admitir la creencia judía, sobre todo farisea, en una resurrección del cuerpo, y que deben unirla con la idea griega de que sólo el alma es inmortal. en esto los judíos eran más realistas y apegados a la tierra que los helenos. El ser humano es un compuesto indisoluble de "almicuero".

En realidad para un griego no hay resurrección del cuerpo porque la materia no puede resucitar y porque el alma no muere nunca al ser espiritual. Pablo para ayudar a comprender la resurrección corporal introduce un concepto nuevo, el de “cuerpo espiritual” (15,35-53). Aquí Pablo es antignóstico: el cuerpo, la materia, también resucita.

Un paréntesis: la “gnosis” en época de Pablo es más una atmósfera espiritual que una verdadera religión. Eso tardará un siglo en llegar. La gnosis afirmaba que había una serie de hombres, muy pocos, que estaban dotados desde el nacimiento por deseo de la divinidad de un “fragmento” o reflejo del espíritu divino. Por ello recibían de Dios revelaciones espirituales que los colocaban por encima de los hombres normales, que no tenía esa chispa de “espíritu”.

Ahora bien Pablo concede un punto de razón a los “gnósticos” o espirituales: el cuerpo, para resucitar debe transmutarse: se cambia a “cuerpo espiritual”.

No sabemos si Pablo fue consciente de que esta noción contradice una tradición sobre Jesús que recoge Lc 24,39.42-43 (esta tradición como tal, puesta por escrito, es posterior a Pablo en unos 30 años, pero debía de ser muy primitiva: existía antes de la “llamada” o conversión de Pablo):

“Estaban hablando… cuando Jesús se presentó en medio de los apóstoles y les dijo: ‘La paz sea con vosotros’. Sobresaltados y asustados creían ver un espíritu. Pero él les dijo: ‘¿Por qué os turbáis…? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo’…”.

Como la noción de “cuerpo espiritual” implica una –al menos aparente— contradicción en los mismos términos (algo espiritual y corpóreo a la vez), Pablo se esfuerza en hacer comprensible tal concepto con diversos argumentos:

• El grano que muere surge como algo diferente: planta y espiga; lo mismo ocurre con el cuerpo tras la resurrección.

• Hay dos hombres –dos Adanes— uno espiritual y otro material; igualmente hay dos cuerpos, uno material y otro espiritual.

• Tiene que haber un cuerpo espiritual, pues lo material no puede heredar el reino de Dios; por tanto, la carne y la sangre han de transformarse: 15,39-53.

Seguiremos en la próxima nota.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

En el otro blog, de “Religiondigital”, el tema es:

“Los discípulos y su incomprensión”

Saludos de nuevo.


Viernes, 29 de Enero 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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