Estatua del emperador Augusto con el rayo de Zeus en la mano izquierda, Museo de Näpoles. Fotografía del autor.
A) Cuando se producía un cambio de rey, la llegada de un rey al poder, las expectativas eran siempre halagüeñas, o esa idea ofrecía la propaganda. De hecho, hay algunos testimonios procedentes de Egipto que confirman que sus reyes griegos, los Tolomeos, comenzaban sus reinados perdonando las deudas y auspiciando la condonación de las mismas entre particulares. Además de esto, en el mundo tolemaico el nuevo rey también se preocupaba de los aspectos alimenticios de su pueblo y, de hecho, se esperaba que repartiera pan a sus súbditos. A decir verdad, se esperaba una vida lo más holgada posible con el nuevo gobernante.
B) En cuanto al mundo romano, concretamente el mundo imperial, la famosa égloga IV de Virgilio, dedicada a Augusto, es buena prueba de las expectativas favorables que despertaba un nuevo mandamás. Este poema es tan laudatorio, está tan impregnado del beneficio del cosmos en favor de la ciudadanía romana y el imperio de Augusto, que se ha llegado a sospechar que en realidad era una profecía referida al advenimiento del Mesías y, en consecuencia, del Reino de Dios cristiano, cosa que, evidentemente, no fue así. El texto, en este enlace:
http://wpd.ugr.es/~agamizv/wp-content/uploads/bucolica4.pdf
C) En cuanto al mundo judío, las expectativas despertadas por el reino macabeo independiente, instaurado en el año 143 antes de nuestra era, pero dramáticamente derrumbadas por la conquista romana a manos de Pompeyo en el año 63, incluida profanación del sancta sanctorum del templo de Jerusalén, fueron tan grandes que nuevamente se esperó un Reino de Dios mejorado y, por qué no decirlo, tan sublimado y desbordado como el que prometía Virgilio a los romanos.
La literatura farisea atesora, entre sus famosos Salmos de Salomón, algunos pasajes que reflejan esta idealización. De hecho, durante la época más irredenta de la Palestina romana, el periodo entre la primera y la segunda revuelta contra Roma, las lámparas de aceite fabricadas en el periodo muestran una gran preferencia por el motivo de las espigas de grano, trigo en general (y no deja de tener interés que las lámparas aunaran tres cosas: aceite y pan, por un lado, y luz por otro, luz divina frente a las tinieblas del mal). Y no debe pasarse por alto el hecho de que el reino de los cielos había de llegar, es decir, nos encontraríamos en situación de ansiar un nuevo reinado equivalente a los nuevos reinados de la época, que darían alimento (aceite y pan) a todos sus súbditos.
Veamos ahora dos ejemplos tomados de Salmos de Salomón. El primero, Sal. Salomón 2, 30-37